Desperté con el cuerpo adolorido, como si la tragedia de la noche anterior hubiera dejado marcas más profundas de las que podía ver. Mi cabeza era un torbellino; el shock había pasado, pero ahora quedaba un enjambre de pensamientos caóticos. Necesitaba respuestas, muchas. ¿Quién era él? ¿Cómo sabía tanto? ¿Cómo había entrado a la gala? ¿Y por qué tenía la extraña sensación de que esto no terminaba ahí? Las preguntas se acumulaban como un nudo en mi garganta, pero algo en mi interior me detenía. Esto era mío. Un secreto que debía resolver sola.El ardor punzante en mi clavícula me arrancó de mis pensamientos. Miré la pequeña herida; seguía roja, aunque menos que ayer. "Nada grave", me dije, aunque sabía que dejaría una cicatriz. Suspiré y tomé mi celular. Había un mensaje de Mia."Te veo en el viñedo. Necesito verte y hablar de todo esto."Sonreí. Mia, mi mejor amiga y, siendo realistas, mi única amiga. Nos conocimos cuando teníamos cinco años, en la mansión de mi abuela, entre las viñ
Mientras hablábamos de nuestras vidas fuera de esta "misión", que en realidad parecía más un episodio de Pistas de Blue, era evidente que a Mia le apasionaban estos casos y que de verdad me cuidaba. Yo, por mi parte, solo quería respuestas... y un divorcio.El camino se volvió más estrecho y el pavimento desapareció por completo, dejando solo tierra y raíces que hacían que el auto se tambaleara. A lo lejos, se distinguían dos pequeñas casas de concreto, discretas y rodeadas de un campo lleno de rosales. Las linternas que adornaban el lugar comenzaban a encenderse con el atardecer.Estacionamos el auto en un terreno polvoriento. Maldecí al salir y ver cómo el polvo había ensuciado mis botas.— No hay señal aquí —dijo Mia con frustración, alzando su celular como si con eso fuera a captar algo.— Bueno, supongo que podemos preguntar a alguien. —Sonreí, intentando aligerar el ambiente.Mia me lanzó una mirada que decía "no me hace gracia".Nos acercamos a la pequeña reja que rodeaba las c
Daylon se despertó mucho más tarde de lo que hubiera querido. La gala de la noche anterior había sido un interminable desfile de conversaciones sobre negocios, copas de vino y propuestas que parecían más interesantes con cada botella vacía. Sin embargo, lo que seguía rondando en su mente no era el éxito de la velada, sino la repentina desaparición de Lylah después de su incómoda charla en el jardín.Se frotó el rostro, todavía sintiendo los efectos del cansancio acumulado, y caminó hacia la ducha. Necesitaba un cambio de aires. Tal vez visitar el apartamento que compartía con Lylah podría devolverle algo de control en esta situación. El agua fría lo despertó de golpe, pero no logró despejar la imagen que tenía grabada en la mente: Lylah en aquel vestido oscuro, perfecta, con ese deseo de guardarla en un cajita y no permitir que nadie la viera.—Qué tóxico —murmuró con una risa nerviosa, y luego se disculpó mentalmente consigo mismo.Se vistió con rapidez: una camisa negra ajustada y p
No me di cuenta en qué momento había caminado tan rápido. La oscuridad a mi alrededor parecía cerrar el camino, y lo único que veía eran sombras confusas y árboles que se alzaban como gigantes."Batería baja."—¡Mierda! —exclamé al ver cómo la linterna del celular se apagaba, dejándome bajo la tenue luz de la luna.Suspiré frustrada, mirando hacia adelante. Había caminado un buen rato, pero las luces que recordaba simplemente ya no estaban. Avancé unos pasos más, solo para encontrarme en un pequeño claro rodeado de árboles. Miré atrás y me encontré con más arbustos y ramas retorcidas."¿Por aquí no pasan carros, verdad?" pensé, sintiendo cómo el frío me calaba hasta los huesos.—¡Maldita sea! Me perdí —dije en voz alta, esperando que reconocerlo me diera algún tipo de solución.Saqué mi celular y confirmé lo peor: la batería estaba completamente agotada.—¿Y ahora qué voy a hacer? —grité al vacío, intentando calmar el miedo que comenzaba a asomar.De repente, un arbusto se movió, y un
Después de soltar la épica frase “quiero el divorcio”, caminé hacia mi Corvette estacionado lejos de la pequeña multitud, con pasos firmes y rápidos. La oscuridad de la noche parecía querer tragarme, pero no me importaba. Mia me seguía en silencio, sus pasos tan apurados como los míos. —Lylah... —susurró, apenas audible. Me detuve frente a la puerta del copiloto, mientras ella caminaba hacia la del conductor. La miré sin emoción, las lágrimas aún secándose en mis mejillas como cicatrices mal disimuladas. —Es que… —murmuró, bajando la mirada al suelo como si las palabras pesaran demasiado. —Dilo de una vez. —Mi tono seco dejaba claro que no tenía paciencia para rodeos. —El auto no enciende… —confesó, con una mueca entre tristeza y vergüenza. Genial. Lo que faltaba. Rodé los ojos, limpiándome el rostro apresuradamente, como si la escena dramática de hace unos minutos hubiera sido un mal ensayo. —Tranquila, ahorita llamo para que nos manden otro. —Mia sacó su celular y empezó a es
Un pequeño calendario en la recepción captó mi atención. El lujo del lugar casi me cegaba; era como si estuviera dentro de un palacio. A pesar de llevar años viviendo rodeada de opulencia, mi corazón seguía arraigado a los viñedos de mi infancia. Allí, con mi abuela, aprendí que la tierra no necesita brillar para ser valiosa. El calendario marcaba la segunda semana del mes. Suspiré. Ya habían pasado dos semanas desde el incidente con Daylon. Dos semanas desde que le pedí el divorcio, desde que vi a Mia, desde que apareció ese tal Félix con su sonrisa enigmática. Nada había mejorado desde entonces. Bueno, mentira: mi paciencia para soportar silencios incómodos había subido de nivel. Y después de ese casi beso que le intenté dar a Daylon… Ugh. Recordar cómo me rechazó de forma tan evidente me revolvía el estómago. Desapareció como siempre, y yo volví a mi vida de trabajo, reproches y una soledad demasiado ruidosa en el apartamento. Miré la bastilla de mis shorts de pijama como si fue
Mientras las preguntas invadían mi ser, Frank tomaba su café tranquilamente en silencio, como si hubiera notado mi sorpresa ante la situación anterior, movía nerviosa mis manos y la necesidad de escapar se volvió cada vez más. —¿Cómo está tu padre? —preguntó Frank de repente, rompiendo el hilo de mis pensamientos. Lo miré, confundida. —Bien, supongo… —respondí, aunque el tono de su pregunta no cuadraba con la conversación. —Debe ser difícil para ti, ¿no? —agregó, con una expresión que mezclaba simpatía y pesar. —¿Difícil qué? —mi voz salió en un susurro cargado de confusión. Frank soltó un suspiro y miró al suelo por un momento, como si estuviera reflexionando. —Ya sabes, su desaparición. Fue un golpe duro para Evelyn y, bueno, imagino que para ti también. ¿Qué? Mis ojos se llenaron de lágrimas. —¿Desaparición? ¿De quién hablas? Frank levantó la vista y me dio una sonrisa que parecía mezclar nostalgia con una especie de determinación. —Tu padre, por supuesto. J
Me removí en el cómodo sillón negro de la oficina de Daylon, aún medio dormida. El frío del aire acondicionado me hizo estremecer, recordándome que seguía en pijama. Abrí los ojos con pesadez y parpadeé un par de veces. No había ruido, pero el silencio no era tan reconfortante como esperaba.De golpe, me senté al recordar que no estaba en mi habitación. Miré a mi alrededor; la oficina de Daylon estaba impecable, como siempre, pero no había ni rastro de él. Me quedé un momento quieta, esperando que el mareo de levantarme tan rápido se disipara. Aún llevaba su saco sobre los hombros. Por un segundo, ese detalle me hizo sentir extrañamente cálida, pero enseguida lo descarté. No era el momento para sentimentalismos.Me puse de pie y me moví por la oficina, explorando el espacio como si fuera la primera vez que lo veía. Dejé el saco sobre el respaldo de su silla y me acerqué al escritorio. Las carpetas y papeles estaban perfectamente alineados, como si reflejaran la obsesión de Daylon por