La habitación estaba sumida en un silencio asfixiante, de esos que pesan en el pecho y transforman el tiempo en una tortura. ¿Un silencio puede doler? Mi mente decía que no, pero mi corazón se empeñaba en contradecirlo. Las lágrimas seguían cayendo en cascada por mis mejillas, calientes al principio, hasta que se enfriaban al deslizarse por mi cuello. No había sollozos, solo una lluvia lenta y constante, como esas tormentas inesperadas que calan hasta los huesos.El tic-tac del reloj de la pared resonaba con una insistencia desesperante, como si me retara a mirar la hora. Me resistí, pero al final mi mirada cedió.“12:07 a.m.”Dos días. Dos días desde que mi vida dejó de ser mía. Desde que mi compromiso con un desconocido fue anunciado, sellando mi destino con un nombre que apenas puedo pronunciar sin sentir náuseas.Me encogí sobre la cama, abrazando con fuerza la fotografía que tenía presionada contra mi pecho. El marco de madera se clavaba en mis dedos, pero no aflojé el agarre. Ta
El salón estaba decorado con elegancia, pero la atmósfera era tan fría como un día de invierno en las montañas. La música suave y el murmullo de los pocos invitados no podían ocultar la tensión que colgaba en el aire como una nube oscura. Cuando era pequeña, siempre me imaginé una boda enorme, algo sofisticado pero a mi estilo, claro, y al de mi esposo, pero esto... esto era una humillación en toda regla. Mi madre se encargó de toda la decoración y, aunque tenía buen gusto, todo estaba tan anticuado. Incluso las flores parecían haber salido de un libro de historia. Si pudiera hablar con mi yo de hace un año, jamás creería que hoy, es el día de mi boda. De una boda falsa. Eran pocos invitados, a lo mucho unas 20 personas. Entre ellos, mi abuelo con su nueva esposa (una mujer que no podía recordar el nombre por más que intentara), algunos de mis primos, y los demás... bueno, seguro eran conocidos de Daylon. Solo sabía su nombre porque mi padre no dejó de repetirlo. Aún no lo había
Desde hace un año y medio, mi vida ha sido un ciclo predecible. Entre manejar los asuntos de Min Wines y soportar el vacío de este apartamento, he aprendido a existir sin esperar nada. La rutina me mantiene ocupada y, sobre todo, me distrae. Pero cada vez que cruzo esta puerta, el peso de lo absurdo vuelve a caer sobre mí.Desde que me dieron el puesto de supervisar proveedores y hablar con ellos prácticamente no hago más que eso. Mi padre decidió que era el puesto perfecto para mí. Mi falso matrimonio se basa en en público, somos solo rumores. El matrimonio privado entre nuestras familias fue un escándalo contenido; nadie sabe más que lo básico: "Unimos fuerzas para el bien de las empresas". Eso es todo lo que hemos permitido que el mundo vea. Y en las galas y reuniones donde debemos aparecer juntos, no somos más que embajadores de una alianza empresarial. Nada más.Ojalá fuera tan sencillo como para no tener que vivir con él pero mi abuelo debe creer que tengo un matrimonio, sino,
¿Qué tiene de importante ir a una gala de beneficencia? Desde pequeña me lo he preguntado cada vez que estas galas llenaban nuestras agendas. Al final, no eran más que una farsa. En mi mundo, el dinero es la verdadera magia; controla todo y a todos.En mi familia, no había abrazos de cumpleaños, pero siempre estaba el último juguete de moda esperándome. No existían palabras motivacionales ni muestras de cariño, pero jamás faltó el celular más caro del mercado. Era una transacción constante: cosas en lugar de emociones. Bueno, casi constante... Mi abuela era la excepción.Ella moldeó una parte de lo que soy. Aunque sabía que con un chasquido de dedos podía tener lo que quisiera, su voz resonaba siempre en mi mente: "Si lo obtienes tan rápido, ¿cómo sabrás si realmente lo estás disfrutando?"Era la mejor jefa, hermana, madre y abuela. Su sabiduría, tan sencilla como profunda, tenía algo único. Pero la vida no siempre permite que compartas tu esencia con el mundo entero, y eso, según ell
Me miré al espejo y quedé sorprendida. El maquillaje era tan sutil que parecía no llevar nada, pero me veía... distinta, más refinada. Suspiré, cansada y un poco vencida tras más de ocho horas de arreglos interminables. Entre maquillaje, peinados y pruebas de vestidos, me preguntaba si valía la pena. Yo habría preferido comer tranquila, tomar una siesta y arreglarme por mi cuenta en 30 minutos. Mucho más eficiente.Pero no. Según mi madre, esto era “necesario” para verme más atractiva. En realidad, era porque Sofía lo hacía.El vestido negro que el estilista había elegido para mí era demasiado casual para el evento.—La señora Evelyn eligió este vestido para usted —dijo el estilista, sonriendo orgulloso.—No me lo pondré. Usaré este. —Le mostré un vestido negro largo, con un escote en la espalda que terminaba poco antes de la cadera. Por delante era completamente cerrado, ajustado hasta el cuello, lo que me hacía lucir estilizada y sofisticada. Caía hasta los talones, pero con tacones
Después de aquel prometedor suceso, dejé de actuar como si fuera Miss Universo saludando a todos. Cuando las preguntas incómodas cesaron, escapé hacia el jardín. Allí, mesas redondas, pequeñas pero altas, salpicaban el espacio. Me llegaban justo a la altura adecuada para apoyar los brazos. En el centro de cada mesa había un arreglo floral de rosas, y desde mi lugar podía admirar la enorme casa beige de tres pisos, que se erguía como un laberinto donde sería fácil perderse entre tantas habitaciones y rincones secretos.El jardín brillaba con delicadas luces decorativas. Una mesa buffet exhibía canapés variados y, por supuesto, botellas de vino de nuestra marca por doquier. En mi mesa había espacio apenas para dos copas. No era lugar para sentarse; el ambiente del evento invitaba a permanecer de pie, luciendo los elaborados atuendos.Serví mi primera copa de vino y la bebí rápidamente, sin importarme si alguien me veía. El sabor impecable me recordó las palabras de mi abuela: "Un buen v
Escuché cómo alguien se levantaba de un mueble que crujió bajo su peso. El sonido de unos zapatos negros acercándose lentamente me heló la sangre. En la penumbra, solo se vio el humo de un cigarrillo siendo aplastado con fuerza por un zapato.Un hombre alto, fuerte, vestido con un traje oscuro, emergió de las sombras. Me recargué en la puerta, con la esperanza desesperada de que alguien viniera a abrirla. La respiración se me fue, el aire me faltaba. ¿Qué clase de broma es esta? Pensaba, rogando que todo terminara pronto.—¿Q-quién eres? —logré articular, el miedo nublando mi voz.—Shhh, las preguntas las hago yo, bonita —dijo él con una calma aterradora, acercándose hasta quedar a mi lado. Se inclinó levemente, y una mano fría recorrió mi rostro. Cerré los ojos al contacto, deseando que se detuviera, que el tiempo retrocediera.Mis piernas temblaban, incapaces de sostenerme, mientras un agujero vacío se formaba en mi estómago. No quiero sentir esto, no quiero estar aquí.Su mano, f
Desperté con el cuerpo adolorido, como si la tragedia de la noche anterior hubiera dejado marcas más profundas de las que podía ver. Mi cabeza era un torbellino; el shock había pasado, pero ahora quedaba un enjambre de pensamientos caóticos. Necesitaba respuestas, muchas. ¿Quién era él? ¿Cómo sabía tanto? ¿Cómo había entrado a la gala? ¿Y por qué tenía la extraña sensación de que esto no terminaba ahí? Las preguntas se acumulaban como un nudo en mi garganta, pero algo en mi interior me detenía. Esto era mío. Un secreto que debía resolver sola.El ardor punzante en mi clavícula me arrancó de mis pensamientos. Miré la pequeña herida; seguía roja, aunque menos que ayer. "Nada grave", me dije, aunque sabía que dejaría una cicatriz. Suspiré y tomé mi celular. Había un mensaje de Mia."Te veo en el viñedo. Necesito verte y hablar de todo esto."Sonreí. Mia, mi mejor amiga y, siendo realistas, mi única amiga. Nos conocimos cuando teníamos cinco años, en la mansión de mi abuela, entre las viñ