Me removí en el cómodo sillón negro de la oficina de Daylon, aún medio dormida. El frío del aire acondicionado me hizo estremecer, recordándome que seguía en pijama. Abrí los ojos con pesadez y parpadeé un par de veces. No había ruido, pero el silencio no era tan reconfortante como esperaba.De golpe, me senté al recordar que no estaba en mi habitación. Miré a mi alrededor; la oficina de Daylon estaba impecable, como siempre, pero no había ni rastro de él. Me quedé un momento quieta, esperando que el mareo de levantarme tan rápido se disipara. Aún llevaba su saco sobre los hombros. Por un segundo, ese detalle me hizo sentir extrañamente cálida, pero enseguida lo descarté. No era el momento para sentimentalismos.Me puse de pie y me moví por la oficina, explorando el espacio como si fuera la primera vez que lo veía. Dejé el saco sobre el respaldo de su silla y me acerqué al escritorio. Las carpetas y papeles estaban perfectamente alineados, como si reflejaran la obsesión de Daylon por
Caminaba desesperada de un lado a otro en medio de la sala de mi apartamento, con mi mente enredada en el caos que Felix acababa de revelar. Mis pasos eran rápidos, erráticos, mientras trataba de juntar las piezas de todo. Al otro lado de la sala, Mia escribía frenéticamente en su computadora, haciendo que Félix repitiera partes clave, aunque cada palabra parecía arrancarle un gemido de dolor por la golpiza que había recibido.—¡Me estás mareando! ¡Siéntate ya! —dijo Mia, dejando sus anteojos sobre la mesa y mirándome con severidad.Me dejé caer en el sillón, luchando por calmar mi respiración.—A ver… Déjame entenderlo bien… —Dibujé un esquema imaginario con mis manos, intentando darle forma al torbellino en mi cabeza—. Me estás diciendo que mi madre y Sofía tienen un plan para deshacer este matrimonio falso, pero que no tuvieron nada que ver con el contrato inicial. Eso fue cosa de mi padre y el padre de Daylon.Félix asintió.—Y según esto, si el contrato se rompe, Sofía tiene la i
Tras un silencio pesado en la sala, roto solo por el suave tecleo de Mia en su laptop, el aire parecía cargado. Ella, absorta, escribía frenéticamente todo lo que acabábamos de discutir, como si el acto de registrar cada detalle pudiera darnos alguna ventaja.Había demasiadas preguntas que aún no tenían respuesta.¿Por qué Felix estaba tan alterado la primera vez que nos vimos? ¿Cuándo se enteró de mi matrimonio falso con Daylon? ¿Qué tenía contra mí? ¿Y mi abuela...? ¿Acaso nunca lo fue? James, Sofía, Any y Karl... ¿Por qué mintieron sobre Daylon y Sofía? ¿Félix estaba detrás de todo esto? ¿Cómo sabía siempre dónde estaría? ¿Y Frank?Las preguntas se acumulaban en mi cabeza como una tormenta, cada una golpeando más fuerte que la anterior. Mi mente, al borde del colapso, solo podía aferrarse a un pensamiento: necesitaba respuestas. Pero ahora, lo único que sentía era un enojo visceral, incontrolable.De repente, el sonido del código de la puerta resonó en la sala.—¡Mierda! Es Daylon
El silencio en el auto era tan denso que podía cortarse con un cuchillo. Daylon apretaba el volante con tanta fuerza que pensé que en cualquier momento lo iba a arrancar. Después de 45 minutos de viaje, su expresión seguía igual de sombría, como si aquella llamada le hubiera volado los pensamientos.Aparcó en el estacionamiento con un giro brusco, respiró hondo y salió del auto. Rodeó el vehículo con pasos firmes y abrió mi puerta.—Gracias —murmuré mientras bajaba.Mia también salió y le dedicó una sonrisa educada. Nos adelantamos hacia la entrada, donde mis padres recibían a cada invitado con una sonrisa que, a mis ojos, siempre se veía demasiado ensayada.Daylon me alcanzó en pocos pasos, y lo primero que hice fue quitarme su saco. No iba a arruinar mi vestido con semejante atentado a la moda.—Dámelo adentro —susurró con seriedad.Rodé los ojos, pero tomé su mano con cuidado. Mis padres ya nos miraban, así que no quedaba otra opción.—¡Hijos míos! —exclamó mi madre con su tono ens
Una melodía comenzó a sonar en violín. ¿Era necesario tanto romanticismo en medio del caos mental que estaba viviendo? Honestamente, parecía una escena de película donde en cualquier momento alguien se declararía. O moriría.—Vamos al baño —susurró Mia en mi oído.Asentí y me levanté del asiento. Daylon me lanzó una de esas miradas suyas, entre curiosidad y sospecha.—Iré al baño —dije, como si necesitara permiso. Él solo me miró en comprensión, aunque su ceño fruncido decía otra cosa.Mia y yo nos adentramos en la mansión, recorriendo el enorme pasillo hasta llegar al baño.—Se ven lindos juntos —comentó Mia de repente, mirándome fijamente.—Basta, Mia. No me metas más ideas en la cabeza —suspiré, mirándome en el espejo.—¿Te gusta? —sonrió con diversión.—No —respondí automáticamente.—Si tú lo dices… —se retocó el cabello con una sonrisita sospechosa.—Pues debería —interrumpió una voz desconocida.De golpe, la puerta de un cubículo se abrió.—¡AAAAAH! —Mia y yo gritamos al unísono
Sentía sus labios moverse con más seguridad, como si el tiempo se hubiera detenido y lo único que existiera fuera este beso. El sonido húmedo y rítmico de nuestros labios se mezclaba con la sensación de sus manos firmes en mi cintura, acercándonos más, como si intentara tatuar en mi piel la idea de que esto estaba pasando de verdad. Mis brazos ya estaban aferrados a su cuello, y aunque el aire se me estaba agotando, no quería separarme. Pero mi cuerpo no pensaba lo mismo. Me aparté un instante, jadeando. —Pero dijiste que no íbamos a cruzar esta línea —murmuré, mis labios aún rozando los suyos, con una sonrisa burlona. Él apenas se alejó. —Cállate, no lo arruines. — Y sin darme tiempo a responder, me volvió a besar. Su forma de besar era desesperante... pero deliciosamente desesperante. Tenía ese ritmo controlado, lento pero intenso, que contrastaba con mi urgencia. Cada vez que intentaba apresurarlo, él bajaba la velocidad con precisión, jugando con mi impaciencia. Su lengua rec
Veinte días.Ese era el tiempo exacto desde la última vez que había visto a Daylon. Desde ese beso. Desde esa absurda discusión que me dejó con más preguntas que respuestas.Veinte días en los que él se había dedicado a trabajar como si nada hubiera pasado. Veinte días en los que Félix desapareció del mapa. Veinte días en los que Mia finalmente se mudó a la ciudad, lo que al menos me daba la sensación de que no estaba completamente sola en este enredo.Y aquí estaba yo, en la entrada de un elegante restaurante, esperando para conocer a un nuevo socio de la empresa. Porque claro, mi "importante" cargo en la compañía solo existía cuando había un socio nuevo que conocer, y cuando Daylon lo aprobaba, porque si no… pues nada, yo solo era la dama de compañía empresarial."Dama de compañía empresarial."Qué deprimente.La puerta del restaurante se abrió y un hombre alto, con un porte impecable y una sonrisa de comercial de pasta dental, entró como si el mundo le perteneciera.—Lylah Min —dij
El estruendo de maderas astillándose resonó en el aire. Gritos furiosos se mezclaban con órdenes cortantes. La gente de Daylon estaba cerca. Los pasos apresurados en el techo me confirmaron que estábamos en un lugar subterráneo.Kai, en cambio, no parecía alarmado. Con una calma inquietante, tomó una mochila que estaba detrás de él.—Lo lamento, Lylah… eras tú o mi familia.Su voz tembló. Sus ojos brillaban con lágrimas contenidas, pero en ellos solo había rabia y desesperación.—¿Quién te mandó? —pregunté, sintiendo la adrenalina bombeando en mis venas.Los pasos se acercaban. Los gritos con mi nombre perforaban el aire.Kai se giró antes de desaparecer por un pasillo oscuro.—Aléjate de Félix. Rompe el contrato con Daylon o seguirás pagando las consecuencias.El eco de su advertencia me dejó paralizada. ¿Por qué tanto misterio? Si alguien quería dañarme, ¿no era ya obvio? ¿Por qué hacerme pedazos poco a poco?La puerta explotó.Varios hombres armados irrumpieron, sus miradas ansiosa