- ¡¿Crees que puedes decidir por mi como si fueses mi dueño?! Demonios Zamir ¡¡estoy harta!! Más a haya de la coronilla con tus celos, ¿hablar un momento con el cocinero fue demasiado para ti? ¿Echarlo era lo correcto? - gritó realmente enojada.
Zamir guardó silencio unos minutos mientras su mandíbula sonaba por como apretaba la boca con fuerza tratando de evitar decir alguna grosería y luego lamentarlo, pero el enojo que traía encima lo tenía vuelto loco, el cocinero se le había puesto entre ceja y ceja en el preciso momento en que puso en la boca de Mia un pedazo de pan francés. -¡Carajo Mia! ¿Eres una puñetera bebe que necesitas que te alimenten en la boca?¡ No guardas distancia!! Carajo! Eres una mujer casada - rezongó bajando el tono de voz en la última frase. - No por mi propia voluntad - soltó Mia, mostrando una mirada rabiosa qué hizo que el Zamir tragara saliva un par de veces, paSolo bastaron cinco segundos para que Mia se desprendiera poco a poco de aquello que sobraba, buscando la boca del Zamir y atrapandolo con un beso urgente, uno que la hacia pensar que jamás podría vivir sin ellos. Poco a poco su lengua comenzó a juguetear con la suya y de esos besos apasionados se activaron sus manos inquietas, las que comenzaron a bajar por el tórax de ese hombre, haciendo que este se sorprendiera y tensara al instante. Quien pensaría que una inexperta como Mia envuelta en esa atmosfera de pasión iba a tocar al Zamir de esa forma, bajado hasta su entrepierna y volviendolo loco al instante. - Dime que esta vez puedo hacerte completamente Mía - dijo Zamir con una voz ronca. Mia se estremeció con esa voz en el oído, especialmente porque luego el Zamir beso su oreja suavemente, echándosela a la boca y haciendo movimientos circulares con su lengua que
Habían atacado el castillo con armamento calificado, con varios hombres profesionales que habían logrado ingresar sin ser interceptados. A su paso, habían dejado una hilera de guardias y personal de seguridad heridos o muertos sobre el suelo, su objetivo era claro, el Zamir, pero también la instrucción era urgente, sacar Mia con vida. El Zamir estaba accorralado, con tres hombres cercanos cubriendole, pero rodeados de al menos veinte hombres buscándo la posición correcta para dispararle justo en la frente, porque la verdad es que lo buscaban pero la orden era precisa, vivo o muerto. Zamir logró disparale a algunos enemigos, estaba bien entrenado y capacitado para ese tipo de situaciones, pero eran demasiado hombres en su contra y al mirar a su alrrededor, después de cinco minutos de disparos y escondistes, se dio cuenta que estaba completamente solo contra ellos, sus hombres ya están muertos. Solo basaron dos minutos para que sus balas se acabarán y se encontrará totalmente rod
Noha salió de aquella habitación lanzando fuego por la mirada, el sabía que no podrían sacar a Mia de ese cuarto protegido sin lastimarla. Eso arruinaría el plan e imaginarlo lo desquisiaba, la quería, con locura y obsesión y no estaba dispuesto a perderse la oportunidad de tenerla frente a la mirada del Zamir. Esa mujer se había atrevido no solo a desafiarlo sino también a rechazarlo y Noha no olvidaba ese tipo de afrentas y para el en el caso de las mujeres, todo tenía solución y venganza en la cama, esa era su forma de sumición y triunfo y el plan que tenía en mente debía ser cumplido al pie de la letra. Llegó a la habitación donde estaba la compuerta secreta, tocó la pared de concreto que lo separaba de ella y dijo: - Preciosa y Mia ¿estas por aquí? ¿Hola? TOC TOC, Si es así, vengo a ofrecerte un trato, ábreme la puerta - habló fuerte. - ¡PÚDRETE! - Escuchó desde dentro, sin duda Mía había reconocido su voz y no era tan tonta como para abrir esa puerta, finalmente en e
El Zamir tomó una ruta alternativa a la habitación donde estaba Mia, pero la entrada estaba realmente custodiada. Escuchó unos gritos de Noha, el estaba muy molesto por no poder ingresar a la compuerta. De pronto lo escucho decir - Traigan al Zamir ¡ahora!. Un par de hombres se dirigieron en sentido contrario hacia la habitación donde debía estar el Zamir, mientras este se quedó en completo silencio. Escuchó a los hombres volver de prisa y revelar que el Zamir no estaba. Noha nublado por el enojo mandó a la mayoría de sus hombres a buscarlo, quedando solo con dos dentro de la habitación, la que que estaba realmente destrozada. -Hey! Gritó el Zamir, aqui - haciendo qué los dos hombres salieran de prisa, desfundando sus armas, sin esperar que el Zamir estaba al asecho, logrando interceptarlos, golpearlos y conseguir una de las armas, con la que apuntó la cabeza de Noha al ingresar. - Nooo! Detente maldito - gritó Noha levantando sus brazos y luego viendo como sus hombres llenab
Verlos a ambos frente a frente era ver dos guerreros implacables enfrentados, envueltos en una atmósfera pesada, oscura y fría, lo que parecia ocasionar a su alrrededor una explosión de pequeñas partículas de fuego que inundaban el ambiente y que parecía ser el inicio de un gran incendio de odio, resentimiento y dolor, profundo dolor. En la mirada de aquel anciano solo había una cosa, odio profundo, desde lo más recondido de sus entrañas, como si frente a él no estuviese su hijo, sino el más vil enemigo. -¿Porque papá, porque me odias así? - dijo Zamir viendo como su padre tenia el entrecejo arrugado. -¿qué haces aquí? - respondió el anciano quitándole la mirada y volteandose camino al lugar donde había pasado los últimos 10 años, su habitación. - Se que fuiste tú, no intentes ocultarlo y esta vez, fue más grave qué antes, no lo dejaré pasar papá. - lo vio hacer un gesto de desagrado. - Haz lo que tengas que hacer - sentenció. En ese instante los guardias del Zamir ingre
*causa de muerte, suicidio* La palabra suicidio se repetía una y otra vez en su mente, leer esas palabra era como si pequeñas dagas ingresaran directamente en su corazón, lentamente, una y otra y otra vez, provocando un dolor punzante, profundo y demasiado amargo, difícil de contener. Perder a su madre por una enfermedad terminal, que era lo que le habían dicho, era una cosa, casi parte de la vida, del pasar de los años, del deterioro físico de una persona, no significaba que doliera menos, en lo absoluto, pero hallaba una explicación en aquel argumento donde no habian responsables.... Pero ¿un suicidio? Eso le rompió el corazón en mil pedazos. Aquella desición personal de quitarse la vida, de irse de este mundo sin que nada la detuviera, era ver la imagen de su madre desmoronarse frente a sus ojos, su única fuente de amor y seguridad lo había abandonado, le había fallado igual que todos aquellos que amaba y no sabía como hallaria consuelo para seguir. Pensar en todo lo que v
En esa fría noche, Mia retornó a la mansión, con un enorme pesar en su corazón que no disminuia al pasar los días. El Zamir no quería oírla, ni le daba la oportunidad de acercarse y en tanto podía, la humillaba como nunca antes. Su madre, trataba de consolarla pero aquella anciana ya ni fuerzas le quedaban, su avanzada edad y lo difícil que había sido su vida había deteriorado su salud por completo y Mia en el fondo lo sabía, sabía que a su madre no le quedaba mucho tiempo de vida y eso la entristecia a cada segundo. Al verla así, deteriorada, no pudo evitar llenarse de ira por no poder estar con ella en su propia casa, con sus recuerdos, con sus pertenencias y por el contrario estar allí en un lugar extraño, por muy lujoso qué fuese seguia siendo una jaula, aunque fuese de oro. Salió de la habitación encendida en ira y entró a la habitación del Zamir abriendo la puerta bruscamente. - No te atrevas a dejarme hablando sola, vas a oirme te guste o no porque esta va a ser la últim
Esa mezcla de nostalgia y felicidad la sentía a flor de piel, no podía creelo, al fin iba rumbo a casa. Poco a poco se divisaba un paisaje conocido, un olor a café en el ambiente, puestos de vendedores ambulantes y una que otra persona estresada y apurado caminando por las veredas de la ciudad, sin duda un ambiente familiar, que las hacía sentir seguras, en casa. El vecino de la cuadra sorprendido al verlas llegar y varios chiches de regalo justo en la puerta de entrada de su casa, detalles de los vecinos de la cuadra, como una manera de hacerlas sentir bienvenidas. Pese todo ello, el nudo que sentía en el estómago no lo podía controlar, el no poder haber hablado con Zamir de manera adulta, de manera clara le pesaba, pero entendía que el lo había querido así y el amor para ella no era soportarlo todo, menos cuando se había perdido el respeto y la confianza mutua. Como Mia sabía qué las emociones también se sentían a través de afectaciones físicas, entendió que su cuerpo expresab