En esa fría noche, Mia retornó a la mansión, con un enorme pesar en su corazón que no disminuia al pasar los días. El Zamir no quería oírla, ni le daba la oportunidad de acercarse y en tanto podía, la humillaba como nunca antes. Su madre, trataba de consolarla pero aquella anciana ya ni fuerzas le quedaban, su avanzada edad y lo difícil que había sido su vida había deteriorado su salud por completo y Mia en el fondo lo sabía, sabía que a su madre no le quedaba mucho tiempo de vida y eso la entristecia a cada segundo. Al verla así, deteriorada, no pudo evitar llenarse de ira por no poder estar con ella en su propia casa, con sus recuerdos, con sus pertenencias y por el contrario estar allí en un lugar extraño, por muy lujoso qué fuese seguia siendo una jaula, aunque fuese de oro. Salió de la habitación encendida en ira y entró a la habitación del Zamir abriendo la puerta bruscamente. - No te atrevas a dejarme hablando sola, vas a oirme te guste o no porque esta va a ser la últim
Esa mezcla de nostalgia y felicidad la sentía a flor de piel, no podía creelo, al fin iba rumbo a casa. Poco a poco se divisaba un paisaje conocido, un olor a café en el ambiente, puestos de vendedores ambulantes y una que otra persona estresada y apurado caminando por las veredas de la ciudad, sin duda un ambiente familiar, que las hacía sentir seguras, en casa. El vecino de la cuadra sorprendido al verlas llegar y varios chiches de regalo justo en la puerta de entrada de su casa, detalles de los vecinos de la cuadra, como una manera de hacerlas sentir bienvenidas. Pese todo ello, el nudo que sentía en el estómago no lo podía controlar, el no poder haber hablado con Zamir de manera adulta, de manera clara le pesaba, pero entendía que el lo había querido así y el amor para ella no era soportarlo todo, menos cuando se había perdido el respeto y la confianza mutua. Como Mia sabía qué las emociones también se sentían a través de afectaciones físicas, entendió que su cuerpo expresab
Era el, m*****a sea, era el Zamir justo frente a ella, con una mirada fija, con un rostro sombrío y pálido, parecía haber perdido un poco de peso y su rostro ojeroso lo hacía ver enfermo. ¿Como era posible? El Zamir, sin guardias, sin empleados a su alrrededor, completamente solo, con el mismo abrigo que le ofreció antes de que ella se fuera, estaba allí y sabía justamente donde Mia había puesto sus llaves. - ¿qué haces aquí Zamir? ¿Desde cuando me estas siguiendo? - preguntó Mia mientras miraba a su alrrededor consternada. - Desde que pusiste un pie fuera del avión - confesó el sin tapujos. - solo que no lograba acercarme - murmuró. Parecía continuar molesto, distante, pero por alguna razón estaba alli, después de un mes continuaba espiandola, siguiéndola y encontrandola. - Ni creas que volveré a tu mansión, no me escuchaste antes, ahora no tengo nada que decirte - sentenció logrando abrir la cerradura del cerco de entrada y caminado hacia la casa para luego cerrar su puerta co
Si el Zamir tenía influencias, negocios, riquezas y empleados por doquier, eso importó un soberano rabano porque allí, en esa ciudad, nadie lo conocía, nadie lo cuidaba o respaldada, era un hombre más de paso en ese lugar. Ademas, ya no se rodeaba de nadie, ya no deseaba conversar con nadie, quería ahogar su dolor pero no hallaba la forma, lo único que lo mantenía a salvo era ella, aquella mujer terca, traviesa e impertinente qué había echo nido justo en el centro de su corazón. Pasaba varias horas siguiendola de lejos, observandola donde fuese, pasaba por alto comidas y descansos pero siquiera, podía verla a lo lejos unas horas al día y eso le daba esperanza. Cada día era más difícil estar cerca, lo buscaban y el lo sabía, habían logrado dar con algunas hostería donde había alojado y seguían sus pasos rápidamente. Tarde o temprano lo hallarian. - Kerem, si, si, estoy bien, solo escuchame, me busca la policía, he seguido demasiado de cerca a Mia y me tienen en la mira, si no co
* a la señorita aquí presente, la busca la policía * Aquello era lo unció que invadida la mente de Mia, después de todo, era cierto lo que le había dicho a Lorena, tenía un inmenso temor de que algo malo sucediera con su madre y aunque deseaba correr por las escaleras, una voz interna le decía que no era buena idea. Al llegar al piso de ingreso al edificio, dos policías estaban esperándola y ella no pudo evitar sentir unos nervios incontrolables, tal como si aquellos sujetos pudieran leer hasta lo más recondido de su mente. - ¿Señorita Mia Lewis? - la vieron acentir- estamoa aquí por una denuncia que interpuso su madre. Espera ¿una denuncia interpuesta por mi madre? - se dijo Mia internamente, por lo menos eso le daba la tranquilidad qué ella estába bien. - No entiendo oficiales, de que se trata - interrogó. - Al parecer hay un hombre siguiéndole, rondando su vecindario y también su casa pero ya atrapamos al sujeto - alardearon. - No, esperen ¿¡está detenido, desde cuand
Atardeció y el frio comenzó a reinar en la Ciudad, Mia se aseguró de entrar suficiente leña para las fría noche y comenzó la vigilancia desde su habitación, espectante, ilusionada y con un diálogo aprenido y ensayado para cuando viera asomarse al Zamir, estaba lista para ese encuentro. Pero las horas pasaron y nadie se asomaba por su ventana, la que daba a justamente hacia la calle y hacia el único acceso hacia la casa. El sueño la invadió y rápidamente se durmió. La noche siguiente sucedio lo mismo y se repitió de la misma forma la subsiguiente. No había rastro del Zamir y esa sensación que la afigia era desagradable, era de tristeza, tristeza de pensar que el Zamir realmente se haya ido y ubiese decidido dejarla en paz. Esa sensación que Mia definía como un estado estúpido, la mantenía desanimada, no lograba reponerse y cada día Esteban se hacía más presente en su vida. Llegaba a casa temprano a desayunar con ambas, hallaba buena opinión por pa
Al día siguiente, Mia estaba preparada para su primer día laboral, había elegido su ropa cuidadosamente, ni tan sensual ni tan aburrida. Llevaba el pelo recogido y unos pequeños aretes que resaltaban de lo gris de su vestuario. Ingresó al lugar y se dispuso a aprender y anotar todo lo que necesitaba para desempeñar su labor de la mejor manera. Debía chequear el ingreso de nueva mercadería, la que consistia de electrodomésticos de alta gama, cada uno con un código que ella debía verificar y realizar un inventario semanal, además de ello, debía asegurarse que el producto llegara completo, sin fallas estéticas. Si primer día correspondía inventario, asique aprendió lo más complejo al inicio y eso le ayudo bastante para los días siguientes, comprendió el proceso, el recorrido de los productos, los programas en los que se registraban las ventas y el papeleo de ingreso de productos al sistema. Antes de dar por finalizada su primera semana, ingresó por última vez a la bodega, debía deja
Al llegar a la calle, ya de noche, Mia tomó al Zamir de la camisa y lo empujó varios pasos lejos del lugar. Luego lo miró a la cara unos segundos y levantó una ceja. - Tu y yo necesitamos aclarar un par de cosas, ¿como conoces a Esteban, por que sigues buscándome.. Que es lo que quieres de mi?... dudo mucho que me hayas seguido tanto solo por un revolcón! - lo increpó - Te amo, dime que eso lo explica todo... - ¡Pues no! No lo explica, me echaste de tu mansión, pensando en que hice un plan con tu padre contra ti.. No entiendo porque carajos estas aquí si piensas eso de mi - le apartó la mirada para que no la viera soltar ni una sola lagrima. - No es mi padre y se que no fuiste parte de eso.. Solo necesite un poco de tiempo para pensarlo, fui un estúpido ¿bien? no te aportes de mi.. Por favor.. ¡Ven conmigo! - No - respondió sin siquiera pensarlo - este es mi hogar, no seré nunca más prisionera de nadie Zamir - Lo vió entristecerce. - Esta bien, podemos vivir aquí - respond