Luciana.
Me detengo frente a la maravillosa estructura de la bodega y mientras esto para Santi es un motivo de asombro, recuerdo que para mí solía ser algo completamente natural. Un viñedo era algo simple, incluso comú
GrilloLuciana c
LucianaSon las nueve de la noche y es el segundo día que llevamos en Francia. No he sabido de Grillo desde anoche y tengo este nudo en la garganta que no me ha dejado comer, ni hablar, ni dormir. Santiago ha estado ocupado con César en la cata de vinos, y no me ha preguntado por su padre, supongo que porque cree que me voy a enojar.Por suerte o por desgracia, hoy no repitieron el modus operandi de ayer, y cuando Santi entra en nuestra habitación me ve dando vueltas de un lado a otro del balcón como si fuera una loba desterrada.—¿Mamá estás bien?
GrilloSiento un calor extraño en los párpados, como una luz de esas tan potentes que no importa que tengas los ojos cerrados, igual te molesta. Deben ser las antorchas del infierno porque el cielo definitivamente no me lo he ganado.Abro poco a poco los ojos, pero no logro enfocar la vista. Me lleva unos minutos reconocer que estoy en una habitación de hospital, y debe ser uno bueno porque todo se ve bastante bonito por aquí.Me miro las manos, tengo dos vías conectadas un poco más arriba de las muñecas, y un monitor a mi derecha hace el ruidito más insoportable del mundo. Tengo una mara&
LucianaSanti está medio acostado en el sofá, con la vista perdida en algún punto del techo y la expresión pétrea. No se ha movido de ahí en dos días. Apenas ha comido, y cuando me acerco a él con algo que sé que le gusta, sólo se da la vuelta, cubriéndose con una manta, y se queda dormido.Jamás imaginé, ni en mis peores pesadillas, que pasaríamos por algo semejante. La muerte de Alonso era mía. Era mi dolor diario. Y de cierta forma agradecía que Santi no pudiera entenderlo o compartirlo. Pero ahora es diferente. Santiago tuvo tiempo de conocer a su padre y de que se le colara en el
GrilloNo quiero. Rezongo, protesto, gruño… y Ruben me hace menos caso que a un perro.—¡Tengo que estar con ellos! ¿Qué parte de que están en peligro es la que no has entendido?—Lo entiendo todo, Alonso, pero ahora mismo no puedes regresar a Mónaco —Ruben hace un acopio de paciencia y sé que soy necio, pero es porque estoy bastante consciente de que esta vez mi Solecito no me perdonará. Si no me apuro a explicarle
LucianaMe abraza. Después de tantos años Ruben me abraza y no sé si lamentarme por el tiempo que no tuve a mi familia, o agradecer porque ahora están conmigo las personas que quiero. Estoy dolida con él, pero no puedo alejarlo de nuevo, al menos no ahora con todo lo que está pasando.Miro a Grillo y tiene cara de que quisiera abrazarnos a los dos, pero ya eso sería material para una comedia así que sólo me río para que se relaje.—Bueno… creo que ya hecho el escándalo… debo irme.
GrilloMe duele el pecho y esta vez no tiene nada que ver con los disparos. Es de amor, de felicidad, de todas esas risas que necesitaba y que se me salen en el mismo momento en que Santiago se da cuenta de que su mamá me mordió. Supongo que ya está en esa edad en que dice que “no” pero “sí”.—¿Pasa algo malo? —pregunta Santi y la risa se me acaba porque no quero que esa sea la primera pregunta que mi hijo haga siempre.—No, al contrario… —respondo pasando una mano sobre su hombro—. ¿Recuerdas que te es
Luciana—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —estoy a punto de echarme a reír, porque vamos a enterrar la barba de Grillo y pareciera que es un miembro más de la familia.—Sí, bueno… no…—¿Puedo hacerlo yo? —pregunta Santiago con emoción y Alonso me mira haciendo un puchero—. Vamos papá, tú mismo lo dijiste, tienes que camuflarte ahora, tienes que ser un fantasma. Y con la barba y los tatuajes no pasas precisamente desa