Grillo
Estoy a punto de explotar de la risa con esas últimas palabras de Santi. Solecito patalea sobre mi hombro como burra de feria pero no la suelto. Si se cree que esta vez va a librarse de mí haciendo un berrinche está muy equivocada.
La pongo en el asiento del copiloto y la beso. Se
Luciana—¿Estás lista?... ¡Mamá! —doy un respingo cuando me llega la voz urgente de Santi. Estoy demasiado distraída desde el día en que Grillo se quedó conmigo, o mejor dicho, me hizo un secuestro expres y terminamos durmiendo juntos por primera vez en quince años.Es lo más extraño que he hecho en mucho tiempo. Dormí como una niña y por una vez no sentí esta inquietud como de que algo me falta. Soy la mujer más terca de la tierra, pero aunque me trague mis palabras delante de Grillo, al menos ante mí misma debo reconocer que es una persona muy importante para mí.Las cosas cuan
GrilloNo sé ni a qué velocidad conduzco, pero sí sé que estoy a punto de que me correteen todos los patrulleros de Mónaco y dada la situación, no me molestaría que me siguieran todos hasta la casa de T
Luciana. Me detengo frente a la maravillosa estructura de la bodega y mientras esto para Santi es un motivo de asombro, recuerdo que para mí solía ser algo completamente natural. Un viñedo era algo simple, incluso comú
GrilloLuciana c
LucianaSon las nueve de la noche y es el segundo día que llevamos en Francia. No he sabido de Grillo desde anoche y tengo este nudo en la garganta que no me ha dejado comer, ni hablar, ni dormir. Santiago ha estado ocupado con César en la cata de vinos, y no me ha preguntado por su padre, supongo que porque cree que me voy a enojar.Por suerte o por desgracia, hoy no repitieron el modus operandi de ayer, y cuando Santi entra en nuestra habitación me ve dando vueltas de un lado a otro del balcón como si fuera una loba desterrada.—¿Mamá estás bien?
GrilloSiento un calor extraño en los párpados, como una luz de esas tan potentes que no importa que tengas los ojos cerrados, igual te molesta. Deben ser las antorchas del infierno porque el cielo definitivamente no me lo he ganado.Abro poco a poco los ojos, pero no logro enfocar la vista. Me lleva unos minutos reconocer que estoy en una habitación de hospital, y debe ser uno bueno porque todo se ve bastante bonito por aquí.Me miro las manos, tengo dos vías conectadas un poco más arriba de las muñecas, y un monitor a mi derecha hace el ruidito más insoportable del mundo. Tengo una mara&
LucianaSanti está medio acostado en el sofá, con la vista perdida en algún punto del techo y la expresión pétrea. No se ha movido de ahí en dos días. Apenas ha comido, y cuando me acerco a él con algo que sé que le gusta, sólo se da la vuelta, cubriéndose con una manta, y se queda dormido.Jamás imaginé, ni en mis peores pesadillas, que pasaríamos por algo semejante. La muerte de Alonso era mía. Era mi dolor diario. Y de cierta forma agradecía que Santi no pudiera entenderlo o compartirlo. Pero ahora es diferente. Santiago tuvo tiempo de conocer a su padre y de que se le colara en el
GrilloNo quiero. Rezongo, protesto, gruño… y Ruben me hace menos caso que a un perro.—¡Tengo que estar con ellos! ¿Qué parte de que están en peligro es la que no has entendido?—Lo entiendo todo, Alonso, pero ahora mismo no puedes regresar a Mónaco —Ruben hace un acopio de paciencia y sé que soy necio, pero es porque estoy bastante consciente de que esta vez mi Solecito no me perdonará. Si no me apuro a explicarle