BRENTTHace años… Gotas de sudor recorren todo mi cuerpo, siento el imperioso deseo de terminar con esto, es placentero, al menos para mí, entro y salgo del cuerpo de Ariella, la mujer que amo, mi esposa, mi maldita esposa. Ella abre las piernas para recibir todo lo que tengo para ella, no obstante, hay algo que notó, y es que en su rostro no parece haber algún rastro de satisfacción. —Te amo —le susurro. Hace años que no cogíamos, no teníamos tiempo, y ahora, que prácticamente no tuvo más opción, parece que follo con una muñeca sin vida. Siento su rechazo. Ella piensa que no me doy cuenta, pero lo hago, cuando termino de eyacular dentro de ella, solo cierra las piernas, intento darle un beso en los labios, lo recibe con una sonrisa fingida. Pero no hay más, solo eso, un simple beso en los labios, casto y puro, no hay pasión, no hay amor, no hay nada, ¿por qué me aferro tanto? Porque la amo, esa es la realidad. —¿Todo bien? —le pregunto. Hago a un lado el cabello que se le pegó
LYNETTEMe levanté temprano, la puerta seguía abierta, lo que significa que sigo siendo una prisionera, después de llorar anoche y de pensar las cosas, me doy cuenta de que nada ha cambiado, la mala suerte me sigue a donde sea, incluso ahora, Brentt se niega a hablar conmigo, no me miró cuando todo sucedió. Era como si solo estuviera frente a los fantasmas de su pasado, mismos que lo atormentan. Por lo que me doy una ducha de agua caliente con la esperanza de que todo vuelva a la normalidad. La noticia de que aquella muerte en aquel accidente era de Ariella, hace que me sienta mucho peor. Observo mi reflejo, no me gusta lo que veo, frente a mí, hay una mujer cobarde, llena de miedos y de inseguridades. Mis ojos están inyectados en sangre, mis pupilas dilatadas, de pronto, siento las náuseas de nuevo, no he estado comiendo bien, e incluso me siento fatigada. Luego de vomitar durante lo que me parecen más de veinte minutos, salgo del baño, en cuanto lo hago, golpeo la puerta para que
NARRADOR OMNISCIENTELynette se sintió traicionada por Brentt cuando le pidió el divorcio, su corazón se marchitó, ni siquiera le dio la oportunidad de hablar bien, de explicarle las cosas, de cómo se sentía, solo la desechó tan rápido, mientras la subían por la fuerza al avión, sin permitirle despedirse de sus hijos, se dio cuenta de una cosa, y es que nunca iba a volver a ver a sus hijos. —¡Por favor, no! —exclamó.Sin embargo, nadie la escuchó, nadie la oyó, hizo todo lo que estaba en sus manos para evitarlo, estuvo a punto de rogarle de rodillas a Brentt que no le hiciera esto. Es decir, si deseaba echarla de su casa, estaba bien, de su vida, bien, pero no de sus hijos, cuando ellos eran la única luz que aportaba vida a su existencia. Pero él estaba tan dolido por lo de Ariella, que solo quiso que toda la pesadilla acabara. —Por favor… Nadie la escuchó, y si lo hacían, no le prestaban la atención debida, además, había que seguir con las instrucciones de su Capo, cuando la subi
LYNETTELa cabeza me duele, es como si me hubieran golpeado, poco a poco abro los ojos hasta darme cuenta de mi realidad, no se trató de un sueño, Brentt fue a verme minutos antes, me hizo devolverle el anillo, luego me inyectó algo que me hizo perder el conocimiento de manera rápida. Todo era real, él me alejó de mis hijos, me encuentro dentro del mismo avión, trato de quitarme el cinturón al sentir náuseas. —El baño está al fondo —me dice un italiano armado. —Gracias —respondo de mala gana. Corro y enseguida vomito, hace días que me siento así, no comprendo, puede que tenga algo en mi sistema, tal vez una enfermedad. Para cuando salgo, el mismo tipo ya me está esperando en la puerta, como todo un guardián, sé que en cuanto aterricemos en los Estados Unidos, esto acabará, Italia para mí. A estas alturas, ni siquiera me importa Brentt, o el hecho de que tenga el corazón más que roto, sino, que me hubiera quitado a mis hijos de la peor manera, ni siquiera permitió que me despidiera
NARRADOR OMNISCIENTELa noche era más fría en Italia de lo que imaginaba, Ulyses, el actual líder de la mafia turca, pese a sus orígenes americanos, había logrado más que el resto del mundo había hecho por él, los gritos del hombre que estaba detrás, parecía música para sus oídos, se encontraba en uno de los sótanos de la estancia dentro de su mansión, en Italia, una fortaleza bien cuidada y escondida, que le traía grandes recuerdos, ya que en esta mansión, había procreado al que iba a ser su legado. —¿No te parece que es una gran noche para morir? —Le preguntó al tipo. —¡Yo no hice nada! —gritó aquel hombre. —Lo sé, lo sé, tú no tienes la culpa de lo que tu Capo hizo, sin embargo, este es el mundo de la mafia, ¿cómo es que alguien tan cobarde como tú, es capaz de estar dentro de las filas de la mafia italiana? —Yo soy leal al Capo, pero no quiero morir —sollozo el cobarde. Si había algo que odiaba Ulyses, era encontrarse cara a cara delante de un hombre que casi mea los pantal
LYNETTELa alarma de mi despertador suena, abro los ojos de golpe, con el pecho subiendo y bajando, por mis mejillas se derraman las lágrimas, la misma pesadilla en donde Brentt me quita a mis ojos, solo que esta vez, veo al padre de mis hijos como lo que es, un monstruo, una bestia hambrienta de sangre. —Todo estará bien —me repito como todos los días al despertar. Han pasado dos meses desde que me desterró de Italia y me arrebató a mis hijos de la peor manera, Zair y el FBI no han sabido nada, aunque sé que están haciendo su mayor esfuerzo, giro mi cabeza, al lado, sobre la cómoda, detallo la foto que mandé imprimir, donde se ven mis dos bebés sonriendo, no me olvido de ellos, nunca lo haré. Mael y Malek son mi mundo, espero poder en el futuro tenerlos de nuevo entre mis brazos. Me incorporo, en todo este tiempo he estado entrenando como loca, no he parado, me va bien en la academia y me pagan por ello, gracias a Zair, así que hago mi mayor esfuerzo. Si esto me puede ayudar en u
LYNETTEIntento ser valiente, al principio pensé que las cosas serían sencillas, pero ahora, que me encuentro frente a una indefensa prueba de embarazo, me considero una cobarde, la última vez que estuve embarazada, llevaba un control con la empresa en donde presté mi vientre, pero ahora las cosas eran distintas, no solo estaba en riesgo mi seguridad, sino, la de este bebé si es que existe, en especial porque el padre sería de nuevo, Brentt, el hombre que más odio. Y si me quitó a mis hijos, si llegase a enterarse de esto… —No saques conjeturas sin saber —me digo a mí misma.Puede que no esté embarazada y solo se trate de una falsa alarma, sí, eso debe ser. Respiro hondo, me hago la prueba de embarazo y pongo la alarma de mi móvil, para esperar, la dejo sobre el lavabo, camino de un lado a otro, pensando en todo lo que me ha pasado, no puedo estar embarazada, no quiero, no es un buen momento, y a más, de que no quiero tener un grillete más en el cuello que me ate a Brentt. Respiro
BRENTTSUCESO ANTES DE QUE SE CASARAN POR LA LEY CRIMINALNo puedo contenerme, siento que la sangre me hierve de tal manera, que el aire explota en mis pulmones, creo que estoy perdiendo la cabeza por esta mujer. —Me duele —gime debajo de mi cuerpo. Tengo una maldita ansiedad enferma por hacer que le duela cada uno de mis embistes, por ello, la penetro hasta el fondo, Lynette jadea como zorra, se muerde el labio inferior y me clava las uñas en la espalda. Llevamos más de cinco horas encerrados, no he parado de hacerle el amor, de hacerla mía. He marcado su cuerpo tantas veces, como me es posible, que siento que ella está comenzando a desvanecerse. —Móntame —le pido. Ella suelta un quejido de dolor cuando salgo de ella, me recuesto y se coloca enseguida a horcajadas de mí, es tan suave, tan mojada y malditamente estrecha, conforme va bajando, ella hace una mueca de dolor y placer. —Baja —digo con impaciencia. Pero ella se toma su tiempo a propósito, es decir, poco a poco baja ha