CAPÍTULO 82. El menor de los males Y por un momento esa pregunta hizo que a Naiara se le olvidara todo lo demás. Estaba ofuscada, no podía evitarlo. Llevaba meses tensa, asustada, sintiéndose entre la espada y la pared, sintiéndose acosada y perseguida, como si todo el mundo estuviera en su contra, y el único reducto de paz que le quedaba, su único aliado, su único amigo, la única persona en la que quería confiar, para bien o para mal, no dejaba de darle un golpe tras otro.Sin embargo era evidente que la experiencia y la sagacidad de su abuelo, esa que lo había ayudado a sobrevivir durante tantos años, se había despertado en un solo segundo y sin necesidad de demasiadas explicaciones.—Te hice una pregunta, muchacho —insistió mirando a Samuel a los ojos—. El día que tu padre estuvo aquí a decir todo eso, no tenía ni idea de que me iba a provocar un infarto, así que no vino enfermarme, vino a acusarte. Vino a tratar de lastimarte y eso solo puede haber sido por algo que hiciste. Lo q
CAPÍTULO 83. Una fanática de Agatha ChristieNadie podía discutirlo, el señor Félix tenía la experiencia de su lado, una suficiente como para pensar aquello con la cabeza fría y por suerte también con aquel aparatito que le controlaba el corazón.Muchas cosas de las que se habían dicho ahí eran ciertas, unas más peligrosas que otras. Pero simplemente era imposible dudar que Samuel Leal estaba... completamente loco.Sabía que si entraba a la casa se iba encontrar a Naiara fregando trastes en la cocina, así que se cruzó de brazos y apoyó un hombro en el marco de la puerta.—¿Sabes que a tu abuela Julia le encantaba Agatha Christie? —preguntó de repente y Naiara se quedó quieta, escuchándolo—. Un día, a los pocos meses de casarnos, nos enojamos por alguna tontería y ella estaba así como tú, raspando ollas que ya estaban limpias. Y cuando le pregunté por qué, ¿sabes qué me contestó?Naiara respiró hondo y se giró, apoyándose en la encimera para mirar a su abuelo porque sabía que él estaba
CAPÍTULO 83. Servicio a la comunidad Cierto, cierto, terriblemente cierto. Pero antes de que todo aquello se convirtiera en una situación pensada, razonada, cuidadosamente calculada, y analizada… que al final no iba a servir para absolutamente nada, el abuelo abrió la nevera, le puso en las manos a Naiara una cerveza y empezó a hacer llamadas. —No sé por dónde vayan, pero regresen, ¡porque a mí nadie me deja una barbacoa a medio hacer! —amenazó hablándole a Rosy y cinco minutos después los dos autos que se habían ido aparecían de nuevo en El Mirador, como si hubieran estado estratégicamente escondidos por algún lugar cercano esperando a que el desastre terminara. —Se notaba que estaban locos por saber... si la barbacoa había quedado buena —los acusó el abuelo levantando una ceja divertida, porque no tenía que decirles “chismosos” para que ellos supieran que eso era exactamente lo que les estaba diciendo. Joaquín y Sergio fueron de inmediato por un par de cervezas y siguieron con lo
Ahora seamos honestas, absolutamente todos los hombres de aquella estación estaban físicamente preparados, pero Samuel era otra cosa, porque había estado entrenándose para ser bomberos desde el mismo segundo en que aquel incendio había arrasado con El Mirador, incluso aunque no tenía edad para entrar al Cuerpo todavía.Quince años después era la punta de lanza del jefe de la estación, literalmente porque era una mole, y como si eso no fuera suficiente, que los regañara un sargento, y los desbandara con agua a presión directamente de uno de los camiones... ¡Vamos que eso convencía a cualquiera!Así que de los quince segundos, catorce sobraron para que aquellos distinguidos bomberos recogieran absolutamente todas sus cosas y se vistieron sin importarles lo mojados que estaban.Samuel le entregó la manguera a Sergio para que volviera a guardarla y caminó hasta aquella ventana en medio de las protestas de todas las chicas a las que acababa de dejar totalmente vestidas y alborotadas.—¡Muy
CAPÍTULO 86. Ganas de pelearEstaba chispitas, pasada de cerveza, y lista para hacer todo el escándalo del mundo, pero en el mismo momento en que el cuerpazo de Samuel se pegó al suyo fue como si toda la borrachera se le pasara de una sacudida.—¡Aléjate de mí o te juro que te voy a vomitar en los pies! —le gruñó casi enseñándole los dientes, como si fuera una fierecilla salvaje, pero la única respuesta que recibió fue las manos enormes de Samuel rodeando su cintura con una caricia suave y posesiva.—Se te olvida que estas alturas ya te conozco demasiado —susurró presionando su espalda para levantarla contra él—. Estás “happy” pero no taaaan “happy”.—¡Samuel! —El pecho de Naiara subía y bajaba mientras intentaba hacer acopio de resistencia, porque sabía que sería absolutamente difícil—. ¡Estoy enojada! ¡Estoy frustrada! ¡Mi primer instinto es castrarte, pero como no puedo hacerlo te lo voy a decir claro y ahora, para que vengas avisado: te voy a poner las cosas muy muy muy muy muy di
CAPÍTULO 87. El fin justifica los mediosLa respuesta era simple: por masoquista. Tenía que ser masoquista, y encima peleonera, conflictiva, y protestona, porque aunque tenía todos aquellos gritos atorados en la garganta, prefería morderse la lengua que soltarlos frente a él. Si de verdad quería que gritara ¡entonces se iba a tener que esforzar!Pero era muy difícil describirlo, de verdad era demasiado difícil, porque todo lo que había entre ellos en aquel momento era un mar de sentimientos feroces que ninguno estaba dispuesto a admitir, pero que los estaban consumiendo sin remedio.Naiara no era capaz ni siquiera de comenzar a explicar todo el placer que le recorría el cuerpo ni de dónde venía, quizás de aquella superficie áspera del portal que le rozaba los pezones, quizás de esa mano de Samuel que se cerraba sobre su cadera para sostenerla mientras la embestía, o quizás de esa otra que tiraba de su cabello para hablarle al oído.—¿Esto es lo que te gusta? Dime, renacuajo, ¿te gusta
CAPÍTULO 88. Una mujer a punto de casarseUna de las ventajas y quizás también una de las desventajas de un lugar pequeño como Villahermosa, era que todo quedaba terriblemente cerca.A Justin solo le tomó algunos minutos vestirse, y enseguida salió corriendo hacia el edificio en el juzgado donde se hacían los trámites previos al matrimonio. Naiara no le había dicho nada, pero después de todo Rafael Bravo tenía razón: si había ido a pedir los documentos correspondientes era porque ya había tomado una decisión y quizás solo estuviera esperando el momento adecuado para avisarle a él.Así que se apresuró a llegar hasta aquel edificio y se sorprendió un poco cuando la primera persona a la que vio fue al señor Félix allí de pie, acompañado por esa muchacha que ya conocía y que era amiga de Naiara. Rosy ¿no? Algo así, la verdad no importaba. La cuestión era que todos estaban allí y bastante bien vestidos teniendo en cuenta la hora que era y el ligero frío que hacía.—Hola, señor Félix, me al
CAPÍTULO 89. Siempre me he opuesto a la crueldadSi alguien hubiera tenido la decencia de dejar caer una bombita pequeñita frente a la cara de Justin Baker, quizás su reacción hubiera sido otra, sin embargo, aquella pregunta fue como un cubo de agua fría que le caía encima.—¿Cómo...? ¿Cómo que qué hago aquí, Naiara? Viniste por los trámites de la boda ¿no? A hacer la documentación correspondiente y…—¿Y tú cómo sabes eso?No estaba muy segura de por qué, pero de repente algo saltó en la conciencia de la muchacha, como un clic, un interruptor que de pronto se disparara mientras bajaba un par de escalones y se acercaba a su ex prometido.—Respóndeme, ¿cómo es que sabes lo que estoy haciendo aquí? ¿Me estás vigilando? —lo increpó con tono severo y los ojos del hombre frente a ella se abrieron con sorpresa, mientras intentaba a toda costa contestar con una negativa.—¡No, no, Nai, claro que no! ¿Cómo se te ocurre...? Yo solo... solo supe...—¿Por quién? —insistió Naiara mientras sentía q