Para el peso y la fuerza que tenía el carácter de aquella mujer, era increíble lo poco que pesaba su cuerpo. Hasan levantó a Giulia como si fuera una pluma y se giró hacia Karim.—Ya sabes lo que tienes que hacer —le dijo y un segundo después una camioneta se estacionaba frente al edificio del Parlamento y Hasan se subía a ella con Giulia en sus brazos.El corazón le latía como un tambor dentro del pecho, y ver que ya estaba demasiado cansada como para pelear con él lo asustaba aun más.—¡Vamos, nena, me juraste que ibas a estar bien! —la regañó sacudiéndola y la escuchó suspirar.—Estoy bien, solo tengo sueño porque llevo muchos días sin dormir, cuidando tu real trasero —protestó Giulia y a él le importó muy poco delante de quién estaban, solo le dio un beso en los labios y le suplicó que fuera fuerte solo un poco más.El mismo Mustafá condujo de regreso a Palacio y para ese momento ya los médicos reales los estaban esperando. El palacio contaba con la mejor clínica del país, así que
La mano de Giulia retuvo la de Hasan apenas este se levantó, pero en cuanto hizo el primer gesto por incorporarse, los labios del rey chocaron con los suyos en un beso urgente y controlado que terminó en una rotunda negación.—No lo voy a permitir. No te vas a levantar de esta cama hasta que el doctor diga que estás bien como para levantarte, y más vale que no me discutas —sentenció.La muchacha respiró profundo, pero terminó asintiendo.—No hagas esto en privado —le aconsejó—. Tienes un nuevo Parlamento ahora, úsalo. Deja que sepan a lo que se enfrentan, y deja que decidan.Hasan hizo un gesto de afirmación antes de besar su mano y salir de allí, seguido de Karim y de Mustafá. Mientras, Diana entraba a verla y se quedaba con ella.—Déjame adivinar: casi te cuesto el divorcio porque Massimo se puso como histérico cuando te vio aquí —le dijo Giulia con un puchero.—Pues la verdad es que se puso como loco, me apretó contra uno de los muros y tuvimos que salir huyendo porque casi nos det
Hasan juraba que no era el único que perdía el aliento viendo a Giulia con aquel uniforme de la Guardia Real, solo estaba agradecido de que todos los demás hombres en aquella sala pasaran de los setenta años o si no la crisis de celos sería completamente inevitable.Se acercó a ella tratando de buscar un solo signo en su expresión de que no estaba bien, pero aquella mujer parecía tan fuerte y segura como siempre.—Te dije que te quedaras descansando —le susurró con preocupación.—A estas alturas ya deberías haber entendido que nunca te haré mucho caso —le sonrió Giulia—. Y que tampoco te dejaré solo en los momentos más delicados, así que…Hasan contuvo el aliento y la sonrisa a la misma vez mientras le hablaba a uno de los Alto Visires.—Señor Mohamed, ¿qué contempla la ley como castigo para reinas desobedientes? —preguntó sin dejar de mirarla a los ojos y todo el Parlamento se revolvió nervioso.—Bueno… este… según la ley se establece un castigo de… este… de… azotes, Su Majestad —mur
Cacería.Los Silenciosos estaban con la adrenalina a tope y la guardia real aún más. A pesar de todo su entrenamiento, eran muy contadas las ocasiones en que realmente tenían que actuar, porque los Garibaldi eran más respetados en Europa que el mismo Papa. Así que aquella era una oportunidad de ejercer para lo que realmente se les pagaba.En entrenamiento intensivo de la guardia real y más de cien hombres seleccionados del ejército comenzó esa misma mañana, mientras, un salón de operaciones se había montado en el despacho de Hasan, donde un doctor estaba presente en todo momento para asegurarse de que Giulia no corriera peligro y su herida evolucionara bien.—Lo estamos rastreando, tranquilo. El desierto lo escupirá tarde o temprano, pasará por alguna aldea, alguna caravana lo verá —le aseguró Giulia porque el primer objetivo de todos era acabar con Yusuf Al-Amir—. Ahora vamos a concentrarnos en lo segundo más importante: cortar todos los canales de suministro a las Doce Tribus.Karim
Lo escuchó reír por lo bajo. No podía ser de otra forma, porque no había nada que hiciera aletear más el corazón de Hasan que aquella clase de amenazas de Giulia.Un segundo después sentía su boca contra su piel, devorándola en un camino lento y delicioso hacia su boca antes de hundir la lengua en ella y dejarse llevar. Era delicioso, aquel aroma profundo del café en la madrugada invadía su paladar y la hacía ronronear de gusto mientras sentía las manos de Hasan acariciándola.Lo sintió rozar con sus dedos la venda que todavía llevaba puesta sobre el hombro, y Giulia envolvió las piernas a su alrededor, haciéndole una pequeña inmovilización contra sus caderas para que ni se le ocurriera escaparse.—Estoy bien —susurró suspirando mientras sentía el cuerpo caliente de Hasan sobre ella—. Por favor…Su piel vibraba solo con la expectación, como si hubieran pasado meses y no días desde la última vez que habían estado juntos, y Giulia enredó sus dedos en aquel cabello largo, tirando de él p
Al inicio Giulia tenía que reconocer que entre el sueño, el cansancio post sexo y aquel dolor plano y constante de la herida, no le había prestado demasiada atención a aquellas palabras, pero solo dos días después entendió perfectamente por qué Hasan le estaba pidiendo aquello.Cuatro equipos se estaban preparando para salir, con cuatro objetivos muy diferentes, y todos incluían volver con la cabeza de Yusuf Al—Amir.Hasan iba a cargo del primero y Mustafá del segundo. Diana y Massimo se ocupaban del tercero, y Giulia se quedó muda de la impresión cuando el primer acto de Hasan aquella mañana fue poner una pequeña caja en sus manos frente a la severa formación de soldados.—¿Esto qué…? ¿Esto qué es, Hasan? —balbuceó y lo vio sonreírle con confianza.—Es tu nombramiento —respondió él—. A partir de hoy Giulia Rossi es la Comandante del Regimiento de la Guardia Real.La muchacha abrió mucho los ojos, impactada, y miró a Mustafá porque sabía que ese era su puesto.—Pero…—Tranquila. Él ac
Hasan Nhasir se había jurado sobre la tumba de su madre que jamás sería un asesino despiadado, sin embargo la guerra no la libraban hombres inocentes. Por más que le pesara a su conciencia, si aquellos hombres tenían oportunidad de matarlo, a él y a todos los que amaba o incluso a las personas que apreciaba, como Musalem y Mustafá, sabía que lo harían sin dudarlo. La mirada fiera y despectiva en los ojos del hombre arrodillado frente a él era una respuesta segura.—¡Alá me recibirá en su reino! —escupió Mulhar a sus pies con la mayor falta de respeto—. ¡No te molestes en torturarme, no te diré jamás dónde está Yusuf! ¡Las Doce Tribus tienen derecho a gobernar este país! ¡Tenemos derecho a su riqueza…!—¡La riqueza ya la tenían, idiota! —rugió Hasan con impotencia—. ¿¡O con qué crees que pagó Yusuf a todos los mercenarios que se reunieron en mi puerta? ¿Eh? ¿¡Con qué!?Por un momento la mirada de Mulhar dejó entrever un poco de duda, pero de inmediato volvió a ser fiera y el odio se re
Era impresionante. Nadie que no la conociera muy de cerca podía imaginar que más de treinta soldados entrenados que le doblaban el peso y la estatura obedecieran tan ciegamente a una veinteañera. Pero todos aquellos hombres habían pasado las últimas semanas siendo testigos en primera línea de lo que aquella veinteañera era capaz de hacer. —Comandante —se acercó su primer oficial con gesto apurado, sin siquiera pedir permiso porque sabía que la muchacha no toleraba que perdieran tiempo en formalidades cuando su tienda estaba abierta—. Lo tenemos. Giulia sonrió de oreja a oreja y salió con paso rápido hacia donde la camioneta estaba a punto de llegar. Normalmente salía ella misma a cada incursión, pero últimamente le estaba dando más libertad de movimiento a sus soldados, después de comprobar que eran lo suficientemente hábiles y capaces como para no necesitar su protección. Pocos minutos después dos de sus exploradores bajaban de la camioneta, lanzando al suelo a un hombre con cara d