Un día, dos…Tres infiernos, cuatro…Nadie jamás había visto a Giulia Rossi tan desesperada como en aquel momento. Hasan luchaba hora tras hora por sobrevivir, y ella solo se movía de su lado cuando la obligaban, porque por fortuna tenía una inmensa familia, y cuando no era diana, eran Massimo o Rose los que le recordaban que tenía que comer y bañarse al menos.—No está muerto —le advirtió el médico en cierto punto, cuando vio que la muchacha no se había movido en más de cinco horas de aquella silla, con la mano de Hasan entre las suyas.Giulia lo miró con un gesto interrogante y aquel médico, que había salvado una vez la vida de su madre y que la había visto crecer, puso una mano en su hombro.—No está muerto, es un luchador —repitió—. Solo tenemos que darle tiempo a su cuerpo para que sane, pero va a despertar. Si ha sobrevivido hasta hoy, te aseguro que va a despertar —le aseguró con una sonrisa—. Pero la que va a enfermarse eres tú si sigues aquí.—Pero…—Voy a llamar a tu hermano
Si alguien le hubiera estado apuntando con un arma en aquel mismo momento, quizás el rey Hasan Nhasir hubiera reaccionado un poco mejor, pero la verdad era que cada una de las palabras de su hermano parecían confundirlo aún más.Tenía una imagen, una imagen borrosa en su cabeza de la mujer que iría por él. Recordaba su fuerza, su determinación, sus palabras… y recordaba sobre todo que era una asesina, una asesina que solo Alá sabía por qué había decidido perdonarle la vida. Pero por más borrosa que estuviera la imagen de esa mujer en su cabeza, era imposible que la relacionara de ninguna manera con Giulia Rossi.—No… no, no. Tú no entiendes. Yo… hace años conocí a una mujer, y ella me dio… me dio una forma de contactarla si necesitaba ayuda. Me dio una horquilla… y yo se la di al cardenal —balbuceaba Hasan y Karim juraba que no entendía nada tampoco.—Mira realmente no entiendo yo tampoco, ni sé quién es esa mujer que te habrá dado qué, pero te aseguro que la mujer a la que Orsini lla
Jamás el corazón de Hasan Nhasir había latido tan fuerte y tan dolorosamente como en aquel momento. Había conocido a la chica dulce que lo había impactado desde el instante mismo de conocerla, y le había trastornado los sentimientos en solo unas pocas semanas. Pero ahora en aquella habitación estaba la mujer fría y peligrosa que le había advertido sobre usar bien su lealtad. Sentía que apenas podía respirar mientras Amira hablaba con él sobre todo lo que había ocurrido. Y en ese tiempo era demasiado evidente que tanto Giulia como Hell estaban en sus papeles de Ejecutoras, dedicándose exclusivamente a la protección del Conte y de la Mamma. No lograba encontrar sus ojos, que estaban fijos en el vacío frente a ella en todo momento, pero con aquel grado de atención que hubiera notado un mosquito a siete metros con su vista periférica. Y no podía alcanzar sus manos porque mientras todos lo saludaban, las suyas estaban a su espalda, en aquella posición de alerta que jamás abandonaba. —¿Y
Era demasiado dulce y demasiado intensa, demasiado suave y demasiado fuerte, Giulia Rossi era simplemente demasiado todo para él, y tendría que ser muy idiota para no reconocer que de aquellas dos mujeres que había conocido, bueno… se estaba muriendo por las dos.Sus labios hicieron una fiesta en su boca y Hasan la estrechó con fuerza, respirando pesadamente mientras sentía aquella calidez extenderse por su pecho hasta llegar a su corazón. Su lengua la invadió con una necesidad arrasadora y pudo sentir cómo cada centímetro de aquella mujer se estremecía.Un solo segundo después le daba la vuelta con un movimiento un poco brusco y bajaba aquel camisón a su espalda, conteniendo el aliento mientras veía aquel tatuaje del fénix que serpenteaba a lo largo de su columna vertebral y que Hasan no había olvidado jamás.—Te juro que si fuera moralmente correcto te daría todas las nalgadas que te mereces —susurró apoyando la frente en su cabello y pegándose a ella—. Pero yo jamás me atrevería a
Sobraba decir que Hasan Nhasir tenía de sobra dinero para negociar, pero si Massimo Garibaldi no estaba interesado en eso, entonces probablemente se tratara de pozos de petróleo o algún otro derecho de explotación para las minas de piedras preciosas de las montañas del suroeste de Arabia. —Mientras tus demandas no afecten a mi pueblo, tienes mi palabra de que las cumpliré todas —sentenció Hasan poniéndose de pie y Massimo hizo lo mismo. —En ese caso no habrá problema porque mis demandas solo te afectarán a ti —declaró con seguridad—. Lo que quiero es muy simple: a partir de ahora yo seré el padrino de todas las bodas en la familia y sobre todo el padrino de los nuevos niños, y tú no tienes permitido regalar chupetes ni biberones de oro a nadie. ¿Entendido? La mirada de Hasan vagó entre Massimo y Karim sin llegar a comprender, pero era porque en el fondo no sabía que Massimo Garibaldi era un celoso sin remedio. —Nada entre nosotros se trata de dinero —le sonrió el Conte de la ´Ndran
Su boca era tan dulce que sin importar cuánto Hasan se hubiera resistido, igual habría terminado cediendo ante ella. Era extraño, había sido de aquella manera cada vez, desde el mismo inicio en que Giulia Rossi había dejado su virginidad en su cama, aun así había sido su decisión y había logrado gobernar cada momento de intensidad entre los dos después de eso.Quizás no hubiera tiempo para pensarlo demasiado, después de todo solo le quedaban unas pocas horas juntos, porque si en algo Hasan había sido muy claro era en que no quería que Giulia participara en aquello.Así que solo se rindió a sus deseos, permitió que ella lo empujara sobre aquel sofá, desnudándolo despacio, y echó atrás la cabeza mientras la boca de Giulia recurría su pecho, bajando despacio sobre el abdomen tenso antes de seguir desnudándolo y tragarse aquella erección que le había provocado en un solo segundo.Hasan ni siquiera era capaz de describirlo, su cuerpo vibraba al compás de aquella lengua que lo dominaba y lo
El camino desde Dammam no era simple, más cuando habían tenido que entrar en absoluto secreto y las caravanas de silenciosos, disfrazados de comerciantes y civiles, se movían con lentitud por el desierto. Cada vez faltaba menos para la boda y para la ejecución de Mustafá, pero a medida que avanzaban, tanto Karim como Massimo notaban que Hasan parecía mucho más calmado.—¿Estás bien? —le preguntó su hermano de pronto en una de esas pocas veces que se detuvieron a descansar y a repostar combustible—. ¿Te duele la herida?—No, no es eso, tranquilo —respondió Hasan.—Estás muy callado. No se te nota la adrenalina por ningún lado y Massimo y yo estamos que estallamos —replicó Karim y Hasan respiró profundo antes de responderle.—No pensé… jamás pensé que esto pasaría. Odiaba a mi padre por ser un tirano, y me duele saber que no hay otra forma de hacer las cosas que no sea imponiendo la fuerza —confesó.Karim se quedó pensativo por un instante, pero finalmente despegó los labios con una son
Las calles eran un hervidero de personas mientras Giulia y Diana intentaban llegar al palacio. Aquella especie de revolución se había desatado en el momento mismo en que Hasan Nhasir había dejado ver a su pueblo que estaba muy vivo y que había regresado por su trono. Por supuesto que el ejército estaba de su parte, y el pueblo de Riad se había lanzado a la calle para apoyarlo. Por todas partes había peleas, y en los callejones más oscuros Giulia pudo identificar cadáveres con los colores de las Doce Tribus. —¡El rey está vivo!—¡El rey regresó! —¡El rey está vivo!Y solo en ese momento el corazón de Giulia comprendió cuán buen rey tenía que haber sido aquel hombre desde su ascenso al trono como para que hasta las mujeres se arriesgaran a salir a la calle en un momento como aquel, y apedrear a todos aquellos que habían participado en su ataque y que ahora “disfrutaban” de la ciudad como si fuera suya.Las puertas del palacio se abrieron completamente solo unos pocos minutos después