El protocolo fue más sencillo de lo que esperaban. Una pelea a gritos en medio de la oficina de Mitch, un portazo, y Grace recogiendo todas sus cosas para largarse del departamento que compartían desde hacía más de dos años. Por supuesto que en el trabajo nadie se atrevió a preguntarle a Mitch qué era lo que había sucedido entre ellos, pero todos sabían que se habían separado.Con la familia no fue muy diferente, y como ninguno de los dos acostumbraba a dar demasiadas explicaciones, Alan se limitó a preguntarle:—¿La cagaste?A lo que él respondió:—No.Y Kainn le preguntó a Grace:—¿Tengo que matarlo?Para obtener una simple respuesta:—Todavía no.Así que el resto de la familia tuvo buen cuidado de no echar sal en la herida y los dejaron tranquilos. Grace sabía que estaría a salvo en casa de su padre y eso le daba la libertad suficiente como para poder tener todos los ojos sobre Mitch y averiguar qué era realmente lo que estaba pasando.Él, por su parte, emprendió en completo silenc
Mitch miró fijamente a Stefan desde el otro lado de la habitación, la iglesia se había quedado completamente en silencio después de aquella escena y parecía que el Patriarca Neófito no sabía cómo continuar con la misa.Todos intentaban ocultar su molestia y su preocupación, pero Mitch se daba cuenta de que estaba ahí. A nadie se le había ocurrido que Kristoff llegara a atreverse a tanto.Finalmente, tras un largo e incómodo silencio, la misa continuó. Después de un breve discurso, terminaron con una oración por el alma de Brima y luego todos se levantaron para comenzar su marcha hacia el cementerio.Mitch caminó en silencio detrás de Stefan, mientras escuchaba los murmullos de las mujeres que se habían asustado cuando todas aquellas armas se habían desenfundado en la iglesia.El entierro ocurrió en medio de una tarde fría y un poco lluviosa, y si en aquella iglesia las cosas se hubieran puesto solo un poco más violentas, no habrían tenido nada que envidiarle a cualquier película de Ta
La mirada de Mitch se detuvo en aquel sobre durante un largo instante. Un mensajero lo había traído en la mañana y a él le había bastado un vistazo al nombre del remitente para saber que nada bueno podía venir de su medio hermano. Lo dejó a un costado de su escritorio, sin decidirse a tirarlo, porque un extraño presentimiento, de esos que le erizaban la piel de la nuca, no lo dejaba hacerlo.Finalmente, tras varios momentos de vacilación, Mitch decidió abrirlo. Echó sin ningún cuidado el contenido del sobre encima de la mesa, y durante un segundo sintió las náuseas enviando aquel regusto de vómito a su garganta, antes de inclinarse sobre la papelera más cercana y devolver íntegramente el contenido de su estómago.Bastó solo un instante para que cada gota de autocontrol en su cerebro estallara, para que aquel mal temperamento que había tenido apaciguado por años se descontrolara por completo y solo barrió todo el contenido del sobre hacia un cajón del escritorio, cerrándolo con violenc
—Sabes que no puedo quedarme de brazos cruzados, ¡es mi hijo! —exclamó Alan con desesperación—. ¡No entiendo cómo se le ocurrió ir a Bulgaria a meterse en la boca del lobo!El primer instinto de grey fue llevar una mano a su vientre y sostenerlo con fuerza, y agradeció que su hermana estuviera demasiado concentrada en escuchar la conversación y no mirarla.—Bueno, hermano, hay algo en lo que te estás equivocando —sonrió Kainn—. Michael no fue a meterse en la boca del lobo, Michael ES el lobo.Pero mientras Kainn intentaban calmar a Alan, Faith tocaba el hombro de su hermana en una clara señal de que era hora de irse. Se despegaron de la puerta trasera del despacho donde habían estado escuchando toda la conversación, y se apresuraron a alejarse por uno de los corredores hasta estar tranquilas y alejadas en una de sus habitaciones.—¡No puedo creer que no me haya dicho que se iba! —gruñó Grace con impotencia porque sólo podía imaginar escenarios terribles.Mitch le había jurado que no v
Les llevaba demasiadas horas de ventaja, Grace lo sabía. Cuando se trataba de alguien con la resolución de Mitch cualquier tiempo, así fueran minutos, eran demasiados porque sabía que Mitch no perdería ni uno antes de ir a hacer lo que tenía que hacer.Y no se equivocaba.Apenas el avión aterrizó en Bulgaria, Mitch miró aquel teléfono con todas las llamadas perdidas de Grace y supo que ella ya sabía lo que estaba pasando, así que tenía que resolver todo lo más pronto posible antes de que se le ocurriera seguirlo, porque estaba convencido de que aquello sería un baño de sangre.—Pero muchacho… ¿Qué es lo que está pasando? —le preguntó Stefan cuando se dio cuenta de que la mayoría de los hombres del clan se estaban movilizando.—Tengo un lugar al que ir y no puedo hacerlo solo —replicó Mitch mientras por primera vez en tres años él mismo abría la puerta blindada de aquel sótano donde había mandado a guardar todas las armas.—¡No puedes hacer esto, Michael! ¡No puedes empezar una guerra
Mitch quería creer que todo aquello era algún tipo de artilugio de su hermano para destruirlo de alguna manera, incluso había admitido que esa era la razón por la que se había acercado a Jana. Pero en aquel momento, al menos en aquel instante, no tenía frente a él a un secuestrador.O tenía a un sociópata que se merecía un Óscar por su actuación, o tenía a un hombre que estaba aun más desesperado que él, porque para Kristoff saber que Jana estaba amarrada a una silla en algún lugar, significaba que la tenía alguien que quería lastimarla incluso más de lo que él lo había hecho.—¡Creí que se había ido! —volvió a exclamar y Mitch vio como sus ojos se llenaban de lágrimas—. ¡No tienes idea de la bestia que soy, y no tienes idea de lo que le he hecho en los últimos meses, me merezco que pongas la maldit@ pistola en mi cabeza y aprietas el gatillo y ni siquiera mires atrás cuando te largues! ¡Pero te juro por todo lo que no he sido en mi vida que yo no la tengo, que no está conmigo…! —Las
La sala de reuniones de la catedral era más fría de lo que Mitch había esperado. Enormes ventanales acristalados, la luz opaca de las velas, y una larga mesa en la que ya estaban sentadas ocho personas: Los otros clanes que habían logrado sobrevivir a la invasión de Kristoff. Se notaba que lo odiaba, pero mayor aún era la sorpresa de verlo llegar junto a su medio hermano, al que le había declarado la guerra desde hacía años.Fue extraño verlos presentarse del mismo lado, justo con todos sus hombres detrás, y el nerviosismo llenó aquella habitación.No habían pasado ni diez minutos cuando Nhora Vantchev entraba también, y su gesto pasaba a ser feroz al ver que Michael Dragonov seguía vivo.Los hermanos habían tenido poco tiempo para trazar un plan pero se notaba que cada uno tenía la imaginación más perversa que el otro, porque bastó que se miraran para que pusieran sus ideas en marcha.—¿Qué diablos significa esto? —espetó Nhora con rabia—. ¡Para lo único que has servido en tu vida
Podía parecer una locura que alguien fuera capaz de hacerle eso a su propia madre, pero la realidad era que esa era la misma mujer que acababa de ordenarle a Kristoff que matara a su medio hermano.Esa no era la clase de mafia que habían construido las grandes organizaciones.Y esa no era el tipo de familia en el que ninguno de ellos había crecido, porque no había nada más cierto que lo más importante para cada una de las personas que estaban en aquella sala, excepto para Nhora y Kristoff, era la familia.—Dime dónde está y yo me aseguraré de que tu sufrimiento sea poco —siseó Kristoff y Nhora lo miró con odio, con uno que se había encargado de ocultar muy bien desde que era un niño.A la gente no le gustaba ver las cosas en verdad como eran, pero lo cierto era que Nhora había crecido en un mundo de hombres, usada como una moneda de cambio, y había querido a Kristoff única y exclusivamente por el poder que representaba tenerlo, el mismo que había sentido amenazado por el simple hecho