Mitch quería creer que todo aquello era algún tipo de artilugio de su hermano para destruirlo de alguna manera, incluso había admitido que esa era la razón por la que se había acercado a Jana. Pero en aquel momento, al menos en aquel instante, no tenía frente a él a un secuestrador.O tenía a un sociópata que se merecía un Óscar por su actuación, o tenía a un hombre que estaba aun más desesperado que él, porque para Kristoff saber que Jana estaba amarrada a una silla en algún lugar, significaba que la tenía alguien que quería lastimarla incluso más de lo que él lo había hecho.—¡Creí que se había ido! —volvió a exclamar y Mitch vio como sus ojos se llenaban de lágrimas—. ¡No tienes idea de la bestia que soy, y no tienes idea de lo que le he hecho en los últimos meses, me merezco que pongas la maldit@ pistola en mi cabeza y aprietas el gatillo y ni siquiera mires atrás cuando te largues! ¡Pero te juro por todo lo que no he sido en mi vida que yo no la tengo, que no está conmigo…! —Las
La sala de reuniones de la catedral era más fría de lo que Mitch había esperado. Enormes ventanales acristalados, la luz opaca de las velas, y una larga mesa en la que ya estaban sentadas ocho personas: Los otros clanes que habían logrado sobrevivir a la invasión de Kristoff. Se notaba que lo odiaba, pero mayor aún era la sorpresa de verlo llegar junto a su medio hermano, al que le había declarado la guerra desde hacía años.Fue extraño verlos presentarse del mismo lado, justo con todos sus hombres detrás, y el nerviosismo llenó aquella habitación.No habían pasado ni diez minutos cuando Nhora Vantchev entraba también, y su gesto pasaba a ser feroz al ver que Michael Dragonov seguía vivo.Los hermanos habían tenido poco tiempo para trazar un plan pero se notaba que cada uno tenía la imaginación más perversa que el otro, porque bastó que se miraran para que pusieran sus ideas en marcha.—¿Qué diablos significa esto? —espetó Nhora con rabia—. ¡Para lo único que has servido en tu vida
Podía parecer una locura que alguien fuera capaz de hacerle eso a su propia madre, pero la realidad era que esa era la misma mujer que acababa de ordenarle a Kristoff que matara a su medio hermano.Esa no era la clase de mafia que habían construido las grandes organizaciones.Y esa no era el tipo de familia en el que ninguno de ellos había crecido, porque no había nada más cierto que lo más importante para cada una de las personas que estaban en aquella sala, excepto para Nhora y Kristoff, era la familia.—Dime dónde está y yo me aseguraré de que tu sufrimiento sea poco —siseó Kristoff y Nhora lo miró con odio, con uno que se había encargado de ocultar muy bien desde que era un niño.A la gente no le gustaba ver las cosas en verdad como eran, pero lo cierto era que Nhora había crecido en un mundo de hombres, usada como una moneda de cambio, y había querido a Kristoff única y exclusivamente por el poder que representaba tenerlo, el mismo que había sentido amenazado por el simple hecho
Mitch sintió que su corazón palpitaba furiosamente cuando se dio cuenta de que había un auto frente a aquella casa, y pudo reconocer perfectamente el coche en el que se había subido su medio hermano.Todos se apresuraron a bajar y Mitch se giró hacia Grace.—No salgas de aquí, muñequita.—Pero Mitch…—No sé lo que nos vamos a encontrar ahí adentro y no quiero que lo veas ¿me entiendes? Quédate aquí, por favor —le suplicó dándole un beso rápido y tanto él como sus hombres corrieron hacia el interior de aquella casa.No se escuchaba ni un solo murmullo, todo estaba tan silencioso que a Mitch se le aceleró la sangre en las venas esperando lo peor.Revisaron la casa apresurados y finalmente alguien gritó desde la escalera del sótano.Michael ni siquiera podía recordar cómo llegó hasta allá, cómo bajó aquellos peldaños, o lo que sintió en el mismo momento en que vio a su hermana tirada en el suelo de aquel lugar.La escena era simplemente aterradora. Lo mismo ella que Kristoff yacían en aq
Mitch sintió que el corazón le latía con fuerza, y se tocó instintivamente el cinturón, pero después de encontrar a Jana, no cargaba ya ningún arma encima.—Lazar —Lo reconoció.—Así es. Lazar Vantchev… Lo único que queda de un clan que murió esta noche junto con mi nieto.—Eso no fue mi culpa y mucho menos su culpa —murmuró Mitch señalando a Grace mientras daba un paso tentativo en su dirección.—Eso ya no importa —aseguró Lazar con un suspiro—. En el clan Vrabche no tenemos por norma dejar afrentas hechas a nuestro paso. No puedo llegar a ti, pero no me iré sin vengar a mi familia…—¡Espera! —le gritó Mitch viendo la resolución retratada en su rostro—. ¡No lo hagas, por favor, no lo hagas! ¡Todo es culpa mía así que dispárame a mí! ¡Toma esa pistola y ponla en mi cabeza!Grace lloraba desconsoladamente y su cuerpo temblaba como jamás lo había hecho antes.—Mitch no...—¡Dispárame a mí! —le gritó Mitch—. ¡Yo fui el que asesinó a Nhora, yo fui el que asesinó a Kristoff! ¡Dispárame a m
Estaba ahogándose.Mitch estaba ahogándose en un mar de dolor mientras las horas pasaban inexorablemente. Ni siquiera podía empezar a imaginarse una vida en la que Grace no estuviera. Era como si sus peores pesadillas, -incluso peores que el momento en que Sandor Dragonov había ordenado que tatuaran su cabeza cuando era solo un niño-, se reunieron todas para atormentarlo.La operación, por desgracia, fue larga y penosa tanto para Grace como para los cirujanos. Y afuera, en cierto momento, Mitch dejó de escuchar a la gente, dejó de hablar, dejó de percibir que el mundo seguía girando a su alrededor, y se sentó en aquellas sillas, simplemente esperando, rezando para que la pesadilla terminara y alguien saliera a decirle que todo era mentira.Seis horas demoraron en salir. Ya había amanecido hacía rato cuando por fin el médico que los había recibido al llegar se detuvo frente a ellos y Mitch caminó hacia él como un autómata.—Dígame que está viva —fue su única pregunta y el médico puso u
El mundo era un lugar extraño y oscuro para Grace. Quizás era la anestesia o quizás era ese punto del que rara vez había retorno, lo cierto para que allá en lo más profundo de su conciencia sentía que podía escuchar la voz de Mitch.La voz de Mitch llamándola, pidiéndole que no lo dejara.La voz de Mitch envuelta en un susurro lleno de llanto y desesperación.La voz de Mitch diciéndole que no podía perderla.La voz de Mitch diciéndole que si ella se iba, él también se iría con ella.Los médicos fueron simplemente incapaces de explicarlo. Tres choques de reanimación después, en los que parecía que Grace no daba ni un solo indicio de poder sobrevivir, la vieron abrir los ojos mientras la máquina empezaba a pitar de forma intermitente, cada vez más fuerte y más claro, mientras Mitch apoyaba la frente sobre la suya y se permitía sacar toda aquella desesperación en forma de lágrimas.—Gracie... muñequita, muñequita mírame... Te amo, muñequita, te amo... —le susurró desesperadamente mientra
Mitch y Grace no sabían si reírse, llorar o ponerse a gritar allí mismo. Hacía unos minutos estaban desesperados pensando que habían perdido a un bebé, y ahora resultaba que tenían tres en camino.—Están perfectamente sanos, todo se ve muy bien —les aseguró el doctor—. Pero le voy a indicar reposo absoluto por el próximo mes, y revisiones semanales. ¿De acuerdo?Salió para poner las indicaciones en el expediente y Mitch se inclinó hacia Grace.—¡Es increíble! —dijo, con los ojos brillantes.—¡Lo sé...! ¡No pensé que fueran tantos!Mitch rio porque estaba más que feliz de aceptar aquel reto, sin importar cuántos bebés vinieran, él estaría más que feliz de tenerlos todos junto a Grace.—Jamás volveré a ponerte en peligro, muñequita, te lo prometo —le dijo—. Te amo demasiado, así que prométeme que nunca más vas a ponerte en riesgo, ni a ti ni a nuestros bebés.Grace apoyó la cabeza en su pecho y suspiró con alivio. Estaban inmersos en el momento, mientras sus corazones latían al unísono