“¡Tres días sin comer!” Fue el último de los gritos que escuchó de parte de Kris mientras se alejaba lentamente de aquel despacho y sin mirar atrás. No le importaba no comer en una semana, tal como le había dicho: tendría que darle de comer de nuevo porque muerta no le servía para nada. Así que simplemente se tumbó en su cama fría y sucia y se acurrucó allí mientras escuchaba los gritos y revuelos por toda la casa. Porque realmente nadie, ni en sus peores pesadillas, había imaginado que ella pudiera dispararle a Gemma. Jana no tenía idea de si la mujer había sobrevivido o no, pero ella no había disparado como para que lo hiciera. Kris tenía razón en algo: ella jamás habría sido capaz de lastimar a una persona, pero a medida que convivía con ellos y a medida que la lastimaban, los veía menos y menos como seres humanos. Sin embargo, el verdadero escándalo no llegó cerca de ella, sino que se concentró al otro lado de la casa, en las dependencias de los señores, mientras Nhora vocifera
Sabía que aquel rugido lleno de frustración de Kris era para ella, y Jana no pudo evitar mirarlo con el asco reflejado en los ojos.—Álida ordenó que viniera a cambiar tus sábanas —respondió sin inmutarse mientras él miraba a la mujer sobre su cama con expresión feroz.—¡¿Qué tú hiciste qué?! —la increpó furioso y Álida se cubrió con las sábanas con la respiración acelerada.Cuando había dado aquella orden, lo que había esperado era que Jana rompiera en llanto y saliera corriendo con el orgullo lastimado y el corazón herido, como cualquier mujer en su sano juicio, no que con aquel desparpajo le dijera a la cara que había sido una orden suya.—No sé de qué habla, yo no... yo jamás...—Entonces, si no fuiste tú, fue Genevive, pero Genevive dice que la orden vino de ti… —murmuró Jana con cansancio poniendo las sábanas limpias sobre una de las butacas—. Aunque no sé por qué la nueva ama de llaves estaría tan interesada en que yo hubiera visto con mis propios ojos cómo te estás follando al
Bueno, aquello no era del todo una mentira, porque aunque Jana sabía que Kristoff tenía intenciones de usarla como un arma para amenazar a alguien de su familia, no tenía ni idea de quién era ese alguien o por qué. Sin embargo, estaba muy segura de que aquella mujer que se creía tan importante la ayudaría a averiguarlo. —¡Dios, es una pena venir al mundo siendo tan estúpida como tú! —exclamó Nhora, y Jana no hizo ni un solo gesto de molestia—. ¿Cómo puedes ser tan ignorante? ¡Los chiquillos consentidos como tú se crían sin saber lo que pasa en el mundo exterior! ¿De verdad no lo sabes? Jana se encogió de hombros y negó. —Entonces déjame que te lo cuente. Tu padre no es tu padre biológico, ni el de tu hermano —dijo con tono venenoso. —Si se refiere a Alan Parker, eso lo he sabido toda mi vida. Ya era bastante grande cuando me abandonaron como para recordarlo, ¿algo más? —gruñó Jana. —Pues de donde tú vengas, no lo sé, pero tu hermano Michael es el medio hermano de mi hijo Kristoff,
Eran las cuatro de la madrugada y, por alguna razón, aquella hora era especial para Kristoff. Después de no poder dormir en toda la noche, y Dios sabía que hacía años que no dormía bien...“Bueno, eso no es del todo cierto”, pensó mientras sentía el nudo tan recurrente en su garganta. Cada noche que había pasado al lado de Jana había dormido como si toda la paz del mundo fuera suya.No se había dado cuenta, no podía explicarlo hasta ahora, cuando había regresado a Bulgaria y nuevamente había comenzado a dormir sin ella, o mejor dicho, había comenzado a pasear como un fantasma por la casa todas las noches sin ser capaz de dormir.Así que se acercó a aquella puerta como siempre hacía y la abrió despacio. Normalmente, la encontraba acurrucada en medio de la pequeña manta que no lograba quitarle el frío, pero esa noche simplemente se quedó mudo al ver la manta vacía sobre la cama.Entró encendiendo la luz porque necesitaba cerciorarse mientras su corazón se desbocaba y miró alrededor, ace
Kris hubiera preferido que alguien le preguntara qué país debían bombardear, si era más ético alimentar a los niños o a los ancianos, o si creía que la guerra era uno de esos males necesarios. Cualquier pregunta, por dura que fuera, era mucho mejor que decidir de qué forma quizás podría matar o dejar morir a Jana.Jamás en toda su vida se había sentido tan impotente y tan indefenso. Jamás en su vida había entendido tan bien las consecuencias de sus decisiones, y jamás en su vida le habían dolido tanto como en aquel momento.Así que él mismo, sin decir una sola palabra, volvió a pasar las manos bajo el cuerpo de Jana y la levantó contra su pecho. Se puso de pie, intentando mantener el equilibrio mientras algunos de sus hombres lo sostenían también, y luego echó a andar hacia la casa, agradeciendo que el frío fuera tan intenso que estaba congelando lo que fuera que salía de sus ojos en aquel instante.Dio un paso tras otro, y cada uno le pesó más que el anterior mientras llevaba a Jana
El rostro de Kris era una máscara impasible y quizás por eso era aún más aterrador. Se acercó a su jefe de seguridad y siseó en voz muy baja. —Repite eso. El hombre frente a él carraspeó con nerviosismo. —Dije… que su madre no nos dejó llamar al médico. Dijo que no hacía falta y que no quería verlo aquí —respondió sabiendo lo que estaba a punto de desatar—. Ella personalmente llamó al doctor para decirle que no viniera. Kris apretó los labios, que se convirtieron en una fina línea llena de ira, y soltó al hombre bruscamente. —Vuelve a llamar al médico ahora mismo —ordenó en un tono seco—, y procura que llegue rápido o lo siguiente que hará contacto con tu oído no va a ser un celular sino una de las balas de mi arma. Algunas personas ahogaron jadeos espantados porque sabían que era perfectamente capaz de cumplir aquella amenaza, y Kris señaló con el dedo a uno de ellos. —¡Tú! Te paras en esta puerta y si alguien que no sea yo entra me respondes con tu vida. Si algo le pasa a esa
Se llamaba “miedo”, y se apellidaba “desesperación”.Jamás en toda su vida Kristoff Dragonov había sentido algo como aquello; era una especie de dolor sordo, un vacío detrás del corazón que hacía que sus ojos se desviaran entre Jana y el arma cargada que siempre tenía a un lado de su cama. Ni siquiera entendía por qué; era como esa certeza de que estaba unido a ella de formas que no se podían explicar, la certeza de que, si ella se moría, él ya no tendría nada que hacer en el mundo.Los siguientes quince minutos que pasaron fueron como una larga espiral de gritos y órdenes que venían de afuera, hasta que finalmente se escucharon los pasos que llegaban corriendo por el pasillo y el doctor apareció jadeando en la puerta.—Será mejor que salgan todos, necesito revisarla —pidió el médico, y obviamente Kris no se consideraba dentro de la descripción de "todos" porque se cruzó de brazos y se apoyó en una pared sin moverse de allí.El médico no se atrevió a mandarlo a salir, y cuando la puer
Para los que no lo saben, los infiernos personales también tienen medida de tiempo, y el de Kris duraba una semana. Una semana en la que Jana no abrió los ojos, una semana en la que se bañaba en el hospital y Genevive le traía algo de ropa limpia de la casa todos los días. Una semana en la que entendió perfectamente cómo sería vivir sin que ella.-Por dios ya no aguanto más esto. ¡Tiene que hacer algo! -le gruñó al médico -. ¿No dice que la inflamación bajó?—De verdad le aseguro que estamos haciendo todo lo posible —dijo el galeno con tono nervioso—. La inflamación poco a poco ha ido bajando, y tiene puesta alimentación intravenosa, así que, en teoría, sí podemos ver la mejoría... Simplemente tenemos que seguir esperando. Por favor ármese de paciencia.Y seguir esperando solo era tentar otro pedazo de infierno para Kris, que no estaba dispuesto a moverse de allí hasta que la viera abrir los ojos.Pero quizás ese Dios al que había amenazado tuvo un poco de piedad con él, y casi veinti