El rostro de Kris era una máscara impasible y quizás por eso era aún más aterrador. Se acercó a su jefe de seguridad y siseó en voz muy baja. —Repite eso. El hombre frente a él carraspeó con nerviosismo. —Dije… que su madre no nos dejó llamar al médico. Dijo que no hacía falta y que no quería verlo aquí —respondió sabiendo lo que estaba a punto de desatar—. Ella personalmente llamó al doctor para decirle que no viniera. Kris apretó los labios, que se convirtieron en una fina línea llena de ira, y soltó al hombre bruscamente. —Vuelve a llamar al médico ahora mismo —ordenó en un tono seco—, y procura que llegue rápido o lo siguiente que hará contacto con tu oído no va a ser un celular sino una de las balas de mi arma. Algunas personas ahogaron jadeos espantados porque sabían que era perfectamente capaz de cumplir aquella amenaza, y Kris señaló con el dedo a uno de ellos. —¡Tú! Te paras en esta puerta y si alguien que no sea yo entra me respondes con tu vida. Si algo le pasa a esa
Se llamaba “miedo”, y se apellidaba “desesperación”.Jamás en toda su vida Kristoff Dragonov había sentido algo como aquello; era una especie de dolor sordo, un vacío detrás del corazón que hacía que sus ojos se desviaran entre Jana y el arma cargada que siempre tenía a un lado de su cama. Ni siquiera entendía por qué; era como esa certeza de que estaba unido a ella de formas que no se podían explicar, la certeza de que, si ella se moría, él ya no tendría nada que hacer en el mundo.Los siguientes quince minutos que pasaron fueron como una larga espiral de gritos y órdenes que venían de afuera, hasta que finalmente se escucharon los pasos que llegaban corriendo por el pasillo y el doctor apareció jadeando en la puerta.—Será mejor que salgan todos, necesito revisarla —pidió el médico, y obviamente Kris no se consideraba dentro de la descripción de "todos" porque se cruzó de brazos y se apoyó en una pared sin moverse de allí.El médico no se atrevió a mandarlo a salir, y cuando la puer
Para los que no lo saben, los infiernos personales también tienen medida de tiempo, y el de Kris duraba una semana. Una semana en la que Jana no abrió los ojos, una semana en la que se bañaba en el hospital y Genevive le traía algo de ropa limpia de la casa todos los días. Una semana en la que entendió perfectamente cómo sería vivir sin que ella.-Por dios ya no aguanto más esto. ¡Tiene que hacer algo! -le gruñó al médico -. ¿No dice que la inflamación bajó?—De verdad le aseguro que estamos haciendo todo lo posible —dijo el galeno con tono nervioso—. La inflamación poco a poco ha ido bajando, y tiene puesta alimentación intravenosa, así que, en teoría, sí podemos ver la mejoría... Simplemente tenemos que seguir esperando. Por favor ármese de paciencia.Y seguir esperando solo era tentar otro pedazo de infierno para Kris, que no estaba dispuesto a moverse de allí hasta que la viera abrir los ojos.Pero quizás ese Dios al que había amenazado tuvo un poco de piedad con él, y casi veinti
El zumbido constante de los monitores era lo único que rompía el silencio en la habitación blanca del hospital. Jana yacía inmóvil en la cama, mirando al techo con desolación mientras sus ojos intentando ajustarse a la realidad que la envolvía. La luz parpadeante sobre su cabeza parecía danzar en consonancia con el dolor que pulsaba en su cráneo, pero definitivamente era menor que el que tenía cuando había despertado hacía dos días.Cuarenta y ocho horas habían pasado en el ir y venir de médicos y enfermeras que vigilaban su lenta recuperación. Kris, con la mirada cargada de preocupación, permanecía a su lado, observando cada pequeño avance como si fueran destellos de esperanza.Sin embargo, la realidad no tardó en hacerse evidente: El golpe que había recibido en la cabeza la había dejado con afasia y recuperarse de aquello sería lento y complicado.—Lo siento, señor Dragonov —dijo el médico—. La afasia es un desafío, pero con terapia y apoyo, puede haber mejoras significativas. La pa
El corazón de Jana se desbocó en su pecho viendo a Kris emerger de la oscuridad. Realmente se había quedado dormida, pero aquel desasosiego que jamás desaparecía ya de su pecho la hizo despertar en medio de la madrugada. Se había vestido con prisa con alguna ropa de abrigo y sí, se había lanzado hacia la puerta con la misma determinación que cuando lo había intentado más de una semana atrás.Ya no le importaba nada, no le importaba que él lo supiera, no le importaba que él estuviera intentando darle una versión diferente de sí mismo, levantó un dedo frente a su cara y luego otro y luego otro, como si estuviera diciéndole que lo intentaría una, dos, tres, y tantas veces como hiciera falta hasta lograr escapar de él.Los ojos de Kris se humedecieron con la certeza de que quizás jamás conseguiría que ella lo perdonara, pero de momento lo único que podía hacer era devolverla a su habitación.No le dijo ni una palabra mientras preparaba un par de tazas de chocolate caliente, exactamente co
Jana se quedó muda viendo la tobillera de cuero oscuro forrada de felpa, que tenía un pequeño seguro con entrada para una llave, como esas que se ponían ahora en los brazaletes de seguridad de los niños. Tanteó aquella pieza con el corazón acelerado y encontró la pequeña cadena que ataba la tobillera a un anclaje pegado a la cama.Su jadeo ahogado y todos los tirones que le dio a aquella cadena hicieron que Kris abriera los ojos y la mirada desde la puerta con tristeza. Pero ella simplemente siguió tirando con impotencia mientras sus ojos volvían a anegarse en lágrimas y escondía la cabeza entre las manos, sintiendo que estaba a punto de volverse loca.—Sé que es difícil de entender, amor —susurró Kris arrastrándose hasta ella y sentándose a su lado con la espalda apoyada en la cama—. Pero no puedo dejar que te vayas. Sé lo egoísta que suena, pero no tengo nada más que no seas tú así que no te puedo perder. ¡Comprendes?Jana levantó apenas los ojos detrás de los antebrazos y frunció e
Era, con mucha diferencia, la cosa más asquerosa que había probado en su vida. Kris la escupió sobre el suelo maldiciendo y sus ojos se dirigieron a Jana llenos de sorpresa, entendiendo por fin por qué la muchacha no quería comer.Y por ese instante, solo por ese instante, ella se dio cuenta de que él no tenía ni idea de que ese era el sabor de la comida que estaban poniendo frente a ella día tras día.—¡¿Pero esto qué mierd@ es!? —rugió Kris con impotencia y miró de reojo, con expresión furiosa, al resto de los platos en aquella bandeja.Los probó uno por uno haciendo cada vez el mismo gesto de asco y luego se mesó los cabellos mientras Jana lo veía pasar por aquella transformación de hombre a monstruo, solo que esta vez no era contra ella.Kris la agarró de la muñeca con una mano, y con la otra levantó aquella bandeja, saliendo de la habitación con paso determinado y dirigiéndose a la cocina.Los gritos ahogados de sorpresa surgieron en el mismo momento en que él lanzó aquella bande
Kris no tenía que gritar esta vez, no tenía que vociferar, no tenía que hacer un escándalo mayúsculo porque tampoco estaba buscando que nadie supiera las palabras que estaba intercambiando con Álida.—¿Qué tan estúpida tienes que ser como para creerte importante? —se rio Kris con sarcasmo, haciendo que la expresión de la mujer se endureciera.—Yo soy... —intentó decir con altanería, pero una bofetada del señor de la casa la envió al suelo en medio de jadeos ahogados.—¡Tú no eres nadie! ¡Tú eres menos que el polvo del suelo de esta casa! ¡Los mastines que cuidan la entrada son más importantes que tú! —espetó él furioso—. ¿Crees que solo porque te follaba unas cuantas veces por semana ya eso significa que tienes alguna clase de poder sobre mí?Álida lo miró temblorosa mientras se llevaba una mano a aquella mejilla que ya le estaba ardiendo.—No... —trató de balbucear—. Sé que no tengo ningún poder pero... pero usted y yo...—¡Pero tú y yo nada! Tú y yo lo único que tenemos en común es