CAPÍTULO 15. Esperanzas

—Por favor... no... no me toques...

No lloraba, pero había un temblor en su voz que le revolvía el estómago a Alan. No necesitaba mucho más para darse cuenta de que algo le había pasado a Mar y su corazón tocó fondo solo de imaginar de qué podía ser aquella cicatriz.

Médicos sin Fronteras lo había llevado a enfrentar miles de casos complejos y tristes, así que sabía reconocer muy bien los síntomas de agresión cuando los veía. Ayudarla de la forma tradicional no era una opción, así que levantó sus manos a la altura del pecho donde ella pudiera verlas.

—Mar, mira mis manos —dijo moviendo sus dedos—. Están aquí, linda, mira mis manos, ¿ves? no te voy a tocar, ¿OK? Todo está bien. Mírame... eso... Vamos a respirar despacito y desde allá me vas a decir qué te duele ¿de acuerdo? ¿Sí?

Le hablaba como si tuviera la edad de Michael, pero Alan tenía habilidad para calmar a cualquier niño asustado, con ella no podía ser diferente.

—Solo quiero ayudarte, linda, pero necesito que me digas cómo te
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