La historia esta llegando al desenlace espero les guste esta historia que ya esta llegando a su capit6ulo final. . .
Esa mañana después de haber desayunado, Rossi estaba sentada en un banco hecho con un viejo tronco de árbol, se encontraba a un lado del jardín estaba encogida dentro de la chaqueta. No hacía tanto frío. Aquella parte de la reserva natural estaba al abrigo del viento y, como estaban a principios de la primavera, el sol ya empezaba a calentar. Tenía el frío dentro y sabía que no se le iba a pasar hasta que ella no logrará frenar la ímpetu de Edward y sus intenciones de familia a largo plazo. Los días pasaban rápido y allí estaba de nuevo Edward en la villa, había llegado casi al anochecer, del dia anterior. En ese momento conversaba por teléfono con la asistente de él. Rossi, observó a su hijo en la orilla de la pequeña laguna, dando de comer a los patos. Era un lugar muy bonito, uno de los lugares que más les gustaban al niño y a ella. Ya habían empezado a florecer los narcisos salvajes de color amarillo. En unas semanas, la primavera salpicaría de flores de todos los colores el cam
A Edward se le encogió el estómago. No podía pedirle nada a Rossi, pero la idea de que hubiese compartido cama con otro hombre no le agradó mucho. Deseó preguntárselo, pero la puerta de la cafetería se abrió y entró una pareja de mediana edad. El hombre se acercó a la barra y la mujer saludo a Rossi con mucho afecto . . . –Buenos días Rossi, cómo estas, acabo de ver al niño pendientes de los cachorros, yo me ya elegí uno el niño, aún no se decide. Ambas sonrieron y se despidieron. Edward se contuvo para no hacer la pregunta, pero en cambio exclamó. –Deja que Santi lleve un cachorro, está ilusionado, eso lo ayudará cariño. Rossi lo miro y con algo de mofa respondió . . . –Tú cree que yo tengo dudas sobre ¡que pueda ayudar al niño en su crecimiento!; Edward –No te vayas por esa ruta, por favor. Necesitamos hablar a solas –le dijo–. En privado, sin interrupciones. ¿Puedes cenar conmigo por la noche?, en otro lugar Ella dudó. –Necesitaría buscar una niñera, y además.... –Al ot
Tanto trabajo le hizo olvidar la cena que tenía pendiente con Edward esa noche. Ella había aceptado con la intención de aclarar algunas cosas con él. Rossi se cambió de ropa tres veces, quería parecer formal y nada especial, antes de decidirse por un vestido azul marino y zapatos de tacón color más bien bajos. Al fin y al cabo, su cena con Edward era una reunión. No obstante, ella no entendía, tenía el estómago encogido mientras se ponía perfume, tomaba el bolso y un abrigo negro y salía al salón. Chloe, su socia y amiga a la que le había enseñado los dos primeros conjuntos que se había probado y tampoco le habían parecido bien, se puso en pie de un salto y declaró: –¡Perfecto! –¿No voy demasiado maquillada? Chloe negó con la cabeza. –Lo justo. ¿Cómo te encuentras? –Bien. –Mientes fatal. Rossi se echó a reír. –Y tú eres una amiga increíble. No hacía falta que volvieses antes de tiempo. –No seas tonta –le dijo en tono firme–. Quiero estar aquí, contigo. Volvió a dejarse
Durante los siguientes minutos, vio a Rossi jugar con la comida, todavía pensando en la conversación anterior. Él dejó los cubiertos y tomó su copa de vino. –Háblame más de Santi. Ella lo miró e inclinó la cabeza. –¿Qué quieres saber? Edwar se encogió de hombros. –Cualquier cosa. Todo lo que hasta ahora no me hayas contado. ¿Qué más le gusta comer? Rossi sonrió. –Ojalá pudiese decir que son los guisantes o el brócoli, pero, por desgracia, es el helado. Él se echó a reír y ella se rio también y se relajó. Y entonces empezó a hablar con naturalidad de su hijo, de la escuela, de su amor por los animales, de sus manías y costumbres. Cuando terminaron la cena, Edwar decidió hacer una pregunta seria. –¿Y nunca había preguntado por su padre? Ella dudó. –Sí. Hace unos meses. Empezó a darse cuenta de que los otros niños tenían padres y él no. –¿Y qué le dijiste? –Que, en ocasiones, los papás y las mamás no viven juntos y los niños tienen que crecer solo con uno de ellos. –¿Y se
A las diez y cuarto de la mañana del sábado, el avión de Edward sobrevolaba la Europa continental y llevaba ya una hora y cuarto de viaje. Edward levantó la vista del ordenador portátil y miró a Rossi, que estaba saliendo del dormitorio que había al fondo del aparato. Iba en calcetines, con un jersey gris claro y unos leggings negros. Era probable que se hubiese vestido así para estar cómoda, más que para estar guapa o sexy, pero a Edward le gustaba igual. –¿Se ha dormido? –Sí. Rossi se dejó caer en el sillón de piel que había enfrente de él y esbozó una sonrisa cansada. –No suele dormir siesta, pero anoche estaba emocionado por el viaje que le costó dormirse. Edward estudió su rostro. A juzgar por las ojeras, ella tampoco había descansado demasiado. Se sintió culpable, todo había sido muy rápido y él la comprendía, pero Rossi tenía que entender su situación. Tendrían tiempo de hablar y de llegar a un acuerdo sobre la custodia de Santi. Además, Rossi tendría como mínimo una sem
A la hora de la cena, ella había bajado a cenar sin joyas, sin maquillaje, con un pantalón y una camiseta, toda de negro, y la melena rubia recogida en una cola de caballo. Edward se preguntó si lo había hecho a propósito para reflejar su estado de ánimo. En cualquier caso, estaba igual de guapa que siempre. Él pensó que era encantadora incluso cuando estaba enfadada, y bajó la vista a sus carnosos labios. –Si no querías cenar, me lo hubieras comentado –Quiero llevarme a Santi a casa –respondió ella de repente–. Mañana. Edward volvió a mirarla a los ojos. Dejó la copa de vino. No estaba del todo sorprendido. La había visto cambiar de humor nada más llegar a la villa. –Eso no va a ocurrir –le dijo sin levantar la voz. Ella dejó el tenedor en el plato haciendo ruido. –¿Somos tus prisioneros, Edward? –inquirió ella–. ¿Ese era tu plan? ¿Secuestrar a mi hijo? –Voy a fingir que no he oído eso –le contestó él en tono tranquilo. –¿Por qué? –volvió a preguntar Rossi, cruzándose de b
Santi se mostró decepcionado al principio por la no ida a la playa.Pasaron un buen rato en un estanque, contando peces y, después, al volver a la casa vieron que había una enorme piscina rodeada de palmeras. Nada más volver a casa apareció Celeste, como si ella también hubiese estado acechando entre las sombras. Les pregunto por la cena. –Unos sándwiches, por favor –le dijo a la muchacha, pensando en el montón de comida del desayuno. Una hora después habían comido y Ethan y ella se sentaron en el balcón de la sala de estar para leer un libro juntos. Entonces llamaron a la puerta y ella sintió ganas de gemir. ¡Celeste iba a volverla loca! –Sinceramente, Celeste, no necesitamos... –empezó a decir, interrumpiéndose nada más ver en el umbral a una mujer que no era Celeste–. Lo siento, pensé que era Celeste. La mujer la miró fijamente y ella sintió tanta vergüenza que deseó hacerse un ovillo. Era evidente de quién se trataba. Años que no estaba de frente a su suegra Pero la reconocer
Rossi tenía ya varios días de haber llegado y decidió salir de compras en compañía de la madre de Edward y de la niñera. Cuando ella descansaba en unas de las cafeterías del centro comercial. Se le acercó su viejo amigo de la universidad y conversaron un buen rato. Joel le hizo un gesto a Rossi sobre una pareja de jóvenes enamorados y este exclamó. –No estaba segura de que me dejaras acercarme a conversar contigo Rossi –le confesó, sonriendo–. No sabes cuánto me alegro de verte. Joel miró la pulsera de diamantes que llevaba en la muñeca y dijo: –Tienes muy buen aspecto. Menos mal que me he sobrepuesto al disgusto y me he atrevido a venir a saludarte –¿Al disgusto? No te entiendo. Joel suspiró. –No te diste cuenta de nada, ¿verdad? Y eso que lo tenías delante de tus narices... En la universidad, siempre estuve esperando a que salieras de tu encierro emocional y te fijaras en mí, pero perdí mi oportunidad, cuando nos graduamos y enseguida te casaste con el idiota de Edward, el h