*-Buenos días Rossi, mañana debo marcharme pero vendré dentro de quince días, esta semana debo poner al día los pendientes. *-Ok, de todas formas tienes a disposición dos buenos asistentes, no te puedes quejar . . Edward se giró lentamente y la miro respondiendo . . . –¡Si!, tú me dejaste a la tuya, que por cierto ¿le doy un aumento?, se lo merece . . . Rossi lo miro y contesto . . . –¡No entiendo la pregunta! –Por favor no te hagas. Te marchaste, te perdiste, te encubriste con ella. . . . –Musito Edward y en el tono de su voz había tristeza. Rossi giro la mirada hacia el jardín no quería que el viera la tristeza de aquel momento . . . –Ella fue testigo de mi desesperación, de mi tristeza y mi dolor aunque tú no lo aceptes Rossi. Tú marcha me dejo fatal. La debes felicitar y darle un buen aumento o se lo doy yo? –Ya Edward, no quiero caer en discusiones, además se te olvida que tú no me querías a tu lado, ¿Cuál es tu melodrama?. . . Rossi lo miro con sorpresa y prosiguió . .
–Bueno voy a relajarme un poco, tienes para tu solo la piscina, el spa o la sauna. –Te puedo acompañar un rato mientras me romo una copa. No te molestare. Rossi se alzó de hombros y camino hacia una parte de la casa. Edward la siguió a un salón acristalado que daba a un lado con el jardín y al otro con la playa. Una hermosa vista y que, evidentemente, ella había convertido en su estudio. A Rossi le gusto pintar, pero el apenas si noto si lo hacía o no. Cuando llegaron allí Edward musito –Que hermosa vista y que fresco el salón, es muy acogedor, cariño. Ella lo miro sonrió y le mostro el pequeño bar exclamando . .. –Puedes tomar lo que desees . Dicho esto ella se puso una bata manchada de pintura encima de la ropa, dejó los zapatos en un rincón y Edward tuvo que contener la respiración cuando las emociones quisieron adueñarse de él. –¿Te sirvo una copa? Ella levantó la mirada con expresión de sorpresa. –Agua con gas Cuando el le entrego la copa el miro la pintura y le preg
Rossi mientras desayunaba miraba la prensa cuando Edward llego . . . –Buenos días, como amaneces, cariño. ¿Hay buenas noticias hoy?. —Tratan de la nueva ley que está en discusión. Que la ley esté escrita aún no está aprobaba, pero los políticos no dejan de decir contradicciones. —Estás muy política... —¿Crees que tener una opinión sobre la igualdad de derechos y oportunidades de las mujeres hace que sea muy política? —Son asuntos que están politizados. —Los asuntos se politizan cuando hay un grupo que quiere imponerse a otro, pero no por eso son asuntos políticos en sí. —Es un punto de vista interesante. —Sí, ¿verdad? —¡Papá! ¿Estás ahí? Aún no te has ido Edward se giró al oír a su hijo. Santi seguía frotándose los ojos, pero el rostro del niño le resultaba tan conocido que tuvo que contener la respiración mientras asentía con la cabeza. —Sigue aquí, mamá —añadió Santi mirando a su madre. —Sí, Santi. —¿Cuándo te marcharás otra vez? Edward consiguió hablar antes de que el
Rossi emitió un leve sonido de satisfacción cuando consiguió que el ordenador de su oficina finalmente encendiera. Tenía días llamando al técnico para que lo revisara y nada que aparecía por allí, asi que ella tenía que hacer maromas para lograr su objetivo. Ella estaba concentrada mirando con un brillo triunfal la pantalla de su ordenador, cuando se oye su celular sin detallar quien era ella respondió –Si, buenos días . … Una video llamada lo que faltaba –Pensó Rossi –Hola cariño, como están – Rossi apartó la vista del monitor; al captar quien era pareció como si se quedara sin respiración. Apenas ayer se había marchado de la isla y . . . . –Llame a Frances y me dijo que estabas en tu oficina como nadie respondió llame a tu celular, cariño. Ella se puso muy tensa y su mirada se volvió recelosa y algo hostil. –Te debo una disculpa–empezó a decir Edward –Sí, es cierto–concedió Rossi–Pero como eres un Grant, por supuesto los Grant nunca se disculpan, y menos con las mujeres .
Esa mañana después de haber desayunado, Rossi estaba sentada en un banco hecho con un viejo tronco de árbol, se encontraba a un lado del jardín estaba encogida dentro de la chaqueta. No hacía tanto frío. Aquella parte de la reserva natural estaba al abrigo del viento y, como estaban a principios de la primavera, el sol ya empezaba a calentar. Tenía el frío dentro y sabía que no se le iba a pasar hasta que ella no logrará frenar la ímpetu de Edward y sus intenciones de familia a largo plazo. Los días pasaban rápido y allí estaba de nuevo Edward en la villa, había llegado casi al anochecer, del dia anterior. En ese momento conversaba por teléfono con la asistente de él. Rossi, observó a su hijo en la orilla de la pequeña laguna, dando de comer a los patos. Era un lugar muy bonito, uno de los lugares que más les gustaban al niño y a ella. Ya habían empezado a florecer los narcisos salvajes de color amarillo. En unas semanas, la primavera salpicaría de flores de todos los colores el cam
A Edward se le encogió el estómago. No podía pedirle nada a Rossi, pero la idea de que hubiese compartido cama con otro hombre no le agradó mucho. Deseó preguntárselo, pero la puerta de la cafetería se abrió y entró una pareja de mediana edad. El hombre se acercó a la barra y la mujer saludo a Rossi con mucho afecto . . . –Buenos días Rossi, cómo estas, acabo de ver al niño pendientes de los cachorros, yo me ya elegí uno el niño, aún no se decide. Ambas sonrieron y se despidieron. Edward se contuvo para no hacer la pregunta, pero en cambio exclamó. –Deja que Santi lleve un cachorro, está ilusionado, eso lo ayudará cariño. Rossi lo miro y con algo de mofa respondió . . . –Tú cree que yo tengo dudas sobre ¡que pueda ayudar al niño en su crecimiento!; Edward –No te vayas por esa ruta, por favor. Necesitamos hablar a solas –le dijo–. En privado, sin interrupciones. ¿Puedes cenar conmigo por la noche?, en otro lugar Ella dudó. –Necesitaría buscar una niñera, y además.... –Al ot
Tanto trabajo le hizo olvidar la cena que tenía pendiente con Edward esa noche. Ella había aceptado con la intención de aclarar algunas cosas con él. Rossi se cambió de ropa tres veces, quería parecer formal y nada especial, antes de decidirse por un vestido azul marino y zapatos de tacón color más bien bajos. Al fin y al cabo, su cena con Edward era una reunión. No obstante, ella no entendía, tenía el estómago encogido mientras se ponía perfume, tomaba el bolso y un abrigo negro y salía al salón. Chloe, su socia y amiga a la que le había enseñado los dos primeros conjuntos que se había probado y tampoco le habían parecido bien, se puso en pie de un salto y declaró: –¡Perfecto! –¿No voy demasiado maquillada? Chloe negó con la cabeza. –Lo justo. ¿Cómo te encuentras? –Bien. –Mientes fatal. Rossi se echó a reír. –Y tú eres una amiga increíble. No hacía falta que volvieses antes de tiempo. –No seas tonta –le dijo en tono firme–. Quiero estar aquí, contigo. Volvió a dejarse
Durante los siguientes minutos, vio a Rossi jugar con la comida, todavía pensando en la conversación anterior. Él dejó los cubiertos y tomó su copa de vino. –Háblame más de Santi. Ella lo miró e inclinó la cabeza. –¿Qué quieres saber? Edwar se encogió de hombros. –Cualquier cosa. Todo lo que hasta ahora no me hayas contado. ¿Qué más le gusta comer? Rossi sonrió. –Ojalá pudiese decir que son los guisantes o el brócoli, pero, por desgracia, es el helado. Él se echó a reír y ella se rio también y se relajó. Y entonces empezó a hablar con naturalidad de su hijo, de la escuela, de su amor por los animales, de sus manías y costumbres. Cuando terminaron la cena, Edwar decidió hacer una pregunta seria. –¿Y nunca había preguntado por su padre? Ella dudó. –Sí. Hace unos meses. Empezó a darse cuenta de que los otros niños tenían padres y él no. –¿Y qué le dijiste? –Que, en ocasiones, los papás y las mamás no viven juntos y los niños tienen que crecer solo con uno de ellos. –¿Y se