Capítulo 20
Ella apenas pudo articular: —¿Cómo llegaste aquí? —Si no viniera, ¿cómo sabría que tienes reuniones clandestinas con tu amante en el extranjero, tan elegante y galante? —Debe de ser el señor Diego, ¿verdad? —intervino Daniel—. Creo que puede haber algún malentendido. Diego ni siquiera lo miró: —Estaba hablando con ella, ¿y tú quién eres para meterte? En un instante, la expresión de Daniel se volvió sombría y desagradable. Aunque Irene no fuera del agrado de Daniel, nunca imaginó que Diego diría algo tan hiriente. Luego, Diego bajó la mirada hacia las flores en su regazo, encontrando el rojo deslumbrante. Extendió la mano y tomó el ramo, acercándose a Irene: —¿Te gusta que otros te regalen cosas? La última vez fueron joyas, ahora flores. ¿Qué pasa, ¿la familia Martínez ya no puede permitirse ni comprar flores?

Terminó con una risa desdeñosa y dejó caer el ramo al suelo.

Daniel no pudo contenerse más y dio un paso adelante: —¡Mierda!

Al ver los ojos enrojecidos de Irene, se detuvo abrupt
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