Capítulo 27
Cuando Irene volvió a cerrar los ojos y se rió de sí misma.

Diego era innegablemente atractivo, con una figura bien proporcionada y un encanto personal supremo.

Aunque cuando era joven no entendía nada de amor, al encontrarse con él en el ejército y ver cómo se relacionaba con sus compañeros, ella perdió su corazón.

Haberse enamorado de él había sido una constante durante varios años. Pero ahora, comenzaba a preguntarse si realmente valía la pena amar a este hombre.

—¿En qué piensas?

Irene sintió que Diego se acercaba.

Llevaba consigo un aroma frío y penetrante, como la nieve que cae sobre el acebo en lo alto de una montaña, frío pero fascinante.

Aunque había cosas que le gustaban de él, Diego no era más que un hombre desleal en el matrimonio, que solo jugaba con su cuerpo. ¿Cómo podría amar a un hombre así?

Pero cuando él se acercaba, no podía evitar que su corazón se acelerara y sus mejillas se calentaran.

Irene extendió la mano y la apoyó en el pecho musculoso de Diego:—No...

—Nad
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