Meredith no podía dormir, pensaba en las palabras de Diana, se tocó el vientre pensando en eso, de pronto ella escuchó como tocaron a su puerta, y abrió, observando a Esteban ahí, ella le permitió entrar

—Hola —dijo él su sonrisa le parecía soñadora

—Hola —dijo ella con menos ánimo

—Te ves triste —dijo él al notarlo y caminó por la alcoba

—He estado pensando sobre esto, Esteban, no sé si es lo correcto, he visto como las personas, incluso queriendo dar lo mejor de sí, al final terminan renunciando. Mira a mis padres, se casaron jurando amor eterno, ¿Dónde están ahora? Al borde del divorcio, me refiero a que, tal vez, no debería tener a este bebé —dijo con dolor

Esteban se levantó como si fuera un resorte y la tomó de los brazos, acercándola a él, la miró con suplica, sus ojos eran tan dulces y pacientes

—¡No lo hagas! He visto a mujeres que nunca pudieron procrear anhelando ser madres, además, dime, ¿No quieres tenerlo? ¿De verdad no quieres tener al bebé? —exclamó mirándola

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