— Kathia, Kathia… — canturreó Francesca, divertida — ¿sigues ahí, querida?Kat sintió que sus piernas no responderían si se alejaba de la pared, así que recargó la espalda contra la misma y tomó una larga respiración.— ¿Qué quieres? — gruñó entre dientes — ¿Dónde está Cassio?— Oh, pero Kathia, si Cassio siempre ha estado seguro en mis brazos — le dijo con malicia, picardía en la voz —. Y para que veas lo generosa que soy, te enviaré una prueba. Revisa tus mensajes.El aparato sonó con una nueva notificación.Era una imagen de Cassio. Estaba dormido… o desmayado; lo supuso porque al agrandar la imagen pudo notar el rastro de la sangre seca a un costado de la sien. Estaba atado a una cama con sogas en las muñecas, no llevaba puesta la camisa ni los zapatos, sino únicamente el jean con el que lo había visto por última vez.— ¿Y qué dices de esto, querida Kat? — habló Francesca otra vez, y envió ahora un video.Sus dedos largos recorrían la piel expuesta de Cassio; brazos y pectorales.
Cuando Kathia avisó a Piero — el jefe encargado de custodiar la casa — que Cassio estaba en peligro, lo movió todo a través de varias llamadas para intentar localizarlo, pero una hora después todavía no tenían nada y al amanecer nada era distinto.— ¿Ella te dijo que volvería a llamar? — le preguntó Piero a una Kathia que no paraba de caminar de un lado a otro en el centro de la sala.— Sí, pero no dijo cuándo — respondió angustiada. No había pegado un ojo en toda la noche, no pudo —. Francesca está retorcidamente enamorada de Cassio, así que no estoy segura de que sea capaz de hacerle daño.— Eso es bueno y nos da tiempo — dijo el hombre —. Si llama, intentaremos rastrear la ubicación.Ella asintió, pero nada la tranquilizaba, al contrario, con cada segundo que pasaba, sentía una opresión enorme en el centro del pecho; adjudicada a las náuseas y a los leves mareos. En ese momento, Sarah bajó las escaleras para informarle que Cassie estaba haciendo demasiadas preguntas sobre por qué h
La orden de Maurizio no solo se llevó a cabo de forma inmediata, sino que él mismo se trasladó a roma para liderar la afrenta contra los hombres de Francesca. Los hijos de put4 no eran menos malos que los suyos, pero había algo a su favor: no tenía miedo a morir esa tarde, y si ese era el precio por el daño causado, entonces lo pagaría.Solo esperaba que algún día Clara y su hijo lo perdonaran, aunque no lo mereciera.Durante el trayecto, se mantuvo en constante comunicación con su hombre de entera confianza, que ya estaba en las inmediaciones del galpón.En el hangar donde aterrizó el helicóptero, una camioneta ya lo esperaba con parte de su equipo de hombres armados. El plan estaba trazado… y solo era cuestión de minutos para dar el asalto.La ventaja que sabía que tenía Maurizio contra Francesca era qué amaba tan retorcidamente a Cassio que, aunque se viera acorralada, no le quitaría la vida. Tantos años de ser cómplices había servido de algo.— No quiero que ningún hombre logre es
— ¿No iremos al hospital? — preguntó Kat después de que el auto negro blindado se detuviera a los pies del edificio en el que Cassio tenía su apartamento.Piero no respondió, pero abrió la puerta trasera después de asegurarse de que sus hombres peinaran el perímetro y la guio al interior del elevador.— ¿Por qué estamos aquí? — insistió ella — Cassio fue herido, deberíamos estar de camino al hospital.— Siga, por favor — contestó el hombre a cambio, cuando las puertas del elevador se abrieron.Ella lo siguió, todavía sin comprender. Después se detuvieron frente al apartamento y solo tuvieron que esperar un par de segundos.La puerta se abrió.Y él estaba allí…Cassio se mostró a sí mismo un tanto despeinado, enfundado en un jean azul rasgado a la mitad; que era donde una venda cubría al parecer la herida de bala, iba sin camisa, así que ella tuvo una muy buena perspectiva de la sólida piel bronceada de los brazos y los pectorales, así mismo como los abdominales y la línea en V que des
Despacio, Cassio se inclinó como cuál cazador conquista a su presa, y la fue llenando de besos por el abdomen, mientras le subía la camisa de tirantes hasta llegar los pechos.Un lindo sujetador blanco amortiguaba el peso. ¿En qué momento habían crecido tanto? Pensó al tiempo que bajaba una copa y después otra.— Qué pechos tan preciosos, Kat — le dijo con pastosa, y pasó un trago antes de mirarla a los ojos —. Necesito probarlos.Con una mano, acunó el izquierdo y lo masajeo, mientras llevaba el derecho a la boca y lo saboreaba ampliamente. Kathia jadeó largamente, excitada, sintiendo cosquillas por todos lados. Enredó los dedos en su cabello y se arqueó de espalda, entregándose a su entera voluntad.— Cassio… — musitó quedamente, con los ojos cerrados. La sensación era inexplicable, sin igual, y aunque habían estado juntos otras dos veces más, ninguna se le comparaba a esa ocasión.Era como si de pronto su cuerpo se hubiese sensibilizado al nivel máximo. Era la primera vez que le oc
Cuando Kathia despertó, y se encontró a sí misma en la cama de la habitación de la suite, siendo examinada por un hombre que en seguida reconoció como a un doctor por el estetoscopio que rodeaba su cuello, se sintió confundida y alterada a partes iguales.Rápidamente, intentó incorporarse, pero, al hacerlo, un nuevo y leve mareo la atravesó, haciéndola sentir débil.— Con calma, Kat, acabas de reaccionar — le pidió Cassio, que estaba sentado a su lado con un gesto de preocupación en el rostro.Le instó a que se recostara de nuevo.— ¿Qué… qué me pasó? — preguntó ella, mirando a su alrededor. Cassio reconoció que tenía la mirada un tanto cansada y los labios pálidos. Eso le preocupaba muchísimo.— Te desmayaste y el doctor Marchetti está aquí para revisar que todo esté en orden — le explicó, pero ella parecía todavía abrumada, incluso desconfiada. Cassio le acarició el brazo y le besó la sien con amor —. Tranquila, es de mi entera confianza.Ella asintió y pasó un trago. El doctor guar
Cassio se sentía ridículamente nervioso porque hace más de media hora se habían llevado a Kathia para realizarse los exámenes pertinentes y ella no aparecía por esa puerta.Bufó.— ¿Es que no hay un médico aquí? — preguntó entre dientes, al aire.— ¿Dónde está mami? — preguntó la pequeña Cassie a su padre, que había ido por un helado a la máquina dispensadora.Cassio tomó una respiración profunda y cambió su semblante preocupado por una sonrisa para su hija. La cargó en brazos y besó su cabellera dorada.— Mami está ahora mismo con el médico.— ¿Por qué? ¿Está enferma?— No, cariño, solo deben sacarle un poco de sangre del brazo para asegurarnos de que ella esté perfecta — le explicó.— ¿Le va a doler? — quiso saber, curiosa.Cassio sonrió.— Ni siquiera un poco.La niña asintió, más relajada.— ¿Señor Garibaldi? — la voz de un médico, al fin, lo hizo girarse — Venga conmigo, por favor.Cassio entregó a su hija a los brazos de Sarah, prometiéndole que pronto regresaría con ella y mamá
— ¡No, no! ¡Por favor no se lo lleven! — escuchó Kat la voz destrozada de Clara, y en cuanto vio a Maurizio, siendo sometido por agentes de la policía, comprendió muy bien.— Tiene derecho a guardar silencio, todo lo que diga puede ser usado en su contra en un tribunal de justicia — habló el agente que acababa de colocarle las esposas —. Tiene derecho a contar con un abogado, si no, el tribunal le asignará uno.Kathia sintió el corazón quebrado por Clara. La joven se levantó de la camilla, e intentó alcanzar al hombre que amaba… pero este la miró solo destrozado y pidió rápido que se lo llevaran de allí.No quería verla sufrir más.La mujer se desplomó en los brazos de Kathia, y le suplicó que hiciera algo… que no podían llevárselo, que él iba a redimirse, estaba segura.Ella no supo qué hacer, salvo abrazarla con todas sus fuerzas.— ¿De qué se le acusa? ¿Hay una orden de arresto en su contra? — intentó averiguar Cassio con el agente, que no demoró en demostrarle que el procedimiento