Era Alex ...

Noa entornó los ojos y avanzó tranquilamente, como si no le viera.

Alex oyó pasos y levantó los párpados, fijando su mirada intensa en ella.

Tan pronto como entró en el palco, la había visto. Estaba vestida maravillosamente, su vestido de terciopelo rojo envolvía su preciosa figura, su cintura fina y sus brazos regordetes perfilaban su encanto. Hoy sus piernas no aparecían como ayer, pero era aún más atractiva.

Sin embargo, pasó por delante de él sin expresión alguna en el rostro.

Alex entornó los ojos y la llamó: — ¡Noa!

Los pasos de Noa se detuvieron, y ella le miró de reojo, con los ojos como un anzuelo, pero dijo con voz fría: —¿Tiene algo que decirme?

Era completamente distinta de la mujer de la noche anterior, que se había acurrucado en sus brazos con su cuerpo delicado y suave y características adorables.

Alex sintió dolor de cabeza, levantó la mano presionando las sienes, se acercó unos puntos a ella y le dijo en voz baja:

—Noa, no me hables así.

Pero Noa retroced