Ya estamos en el avión, a mi lado está mi amiga Milángela, cuando el avión levanta su vuelo nos tomamos de la mano, Milángela con sus ojos bañados en lágrimas me dice. —Amiga lo logramos. —Sí amiga, aquí vamos, a conquistar el mundo a través de la moda. Es un vuelo corto de aproximadamente una hora y veinte minutos, tiempo que aprovechamos para hablar de nuestras cuestiones personales. —Fernanda perdona la pregunta, pero ¿el papá de tu hijo es italiano? —No, cuando me vine para acá yo estaba embarazada. —¿Y él permitió que te vinieras para acá con su hijo? —Él no lo sabe. —¿No sabe que tiene un hijo contigo? —No, aún no lo sabe. —¿Si algún día lo vuelves a ver, le dirás qué tienen un hijo? —No lo sé, hay ocasiones que me levanto con ganas de llamarlo y decirle que tenemos un bebé, pero luego se me pasa. —Oye, no sé lo que pasó con ustedes, pero debe ser muy triste que pasado los años te digan que tienes un hijo, imagina
Así comenzó mi vida universitaria, todos los días antes de las ocho de la mañana, ya nosotras estábamos en el instituto para recibir nuestras clases, al principio fue un poco incómodo sobre todo para mí por la diferencia social que existía entre los estudiantes, por supuesto había muchos con dinero, luciendo su ropa de marca, yo no tengo para comprarme un bolso, ni unos zapatos tan costosos, pero eso sí siempre trato de vestirme con sencillez, pero llevando lo que me ponga con la mejor actitud. Cómo en toda sala de estudios, existen todo tipo de personas: los orgullosos, los soberbios, los altivos, los amables, los cariñosos, las serpientes, los monos, los leones, los tucusitos, los jabalí entre otros más, pero tenemos que aprender a vivir entre ellos y eso es lo que estoy haciendo, siempre dando a conocer mi yo, sacando mis uñas cuando tenga que sacarlas y sonriendo cuando tenga que hacerlo. Así transcurrió mi primera semana de clases, el señor Robinson me llamaba tod
—Marlon ya estamos en el avión, Francia para allá vamos, nuestra gira ya casi está terminando, después de París nos espera Italia. —Así es amigo, ya nos queda poco tiempo para llegar a Italia, esta oportunidad de visitar estos países fue única. —Si te hubieses quedado en casa, quién te hubiese aguantado llorando por los rincones, acá por lo menos tienes la esperanza de encontrar a Fernanda, ¿y qué pasó con la amiga? ¿No te ha llamado? —No, yo creo que ella me oculta algo, para mí, ella sabe dónde está Fernanda y no me lo quiere decir, quizás en aquella oportunidad, cuando hablé con ella no lo sabía, pero ahora creo que sí, pero no importa yo lo voy averiguar. —Ahora vamos aprovechar las horas de vuelo para descansar, en París nos espera una jornada larga y dura. —Duerme, aunque no es mucho lo que vas a dormir, menos de dos horas. Gabriel, cerró sus ojos y yo me quedo mirando por la ventanilla, haciendo la misma pregunta de siempre, ¿dónde estás Fer
De regreso a Milán, una nueva semana de estudio, hasta ahora todo está marchando bien, me vine con las palabras de la señora Isabella aún frescas en mi memoria, ahora sí voy a seguir sus consejos, tengo que ser firme y decidida con respecto a las decisiones que pienso tomar con Richard. Eso es acoso, esas fueron sus palabras, debes tener cuidado, sin darme cuenta me he dejado manipular por Richard y eso no se lo puedo seguir permitiendo. La primera llamada fue el día lunes en la mañana no contesté, ese mismo día me hizo cuatro llamadas, no las contesté. El martes la misma situación, está vez fueron cinco llamadas, ya eso me está volviendo paranoica, no quiero ni mirar el teléfono. Mañana es miércoles día que Richard me dijo que venía para Milán, eso me tiene nerviosa, aunque no he contestado ninguna de sus llamadas, temo que él descubra dónde estoy. —Fernanda te noto muy nerviosa, ¿es por Richard? —Sí, mañana está aquí y eso es lo que me preocupa que
Regresamos a la terraza, antes de llegar a ella veo en la sala una mesa con varios portarretratos, me acerco para verlos. Allí me quedo contemplando cada una de las fotografías, tomó una de Camila y la sostengo por un buen rato en mis manos. —Son muy parecidas, yo también estoy asombrado. Es Alexander que lo tengo detrás mío, viendo la fotografía de su hermana. Esa foto se la tomé un día que salimos de viaje con mi papá, ya mi mamá había muerto, ese viaje lo hicimos para distraer a papá. —Ella era muy bella. —Igual que tú, ven conmigo, te voy a enseñar algo. Esta era su habitación, todos sus trajes están allí en el closet, mira esta pintura. —¡Wow! La verdad tiene mucho parecido conmigo. —Fernanda, ya has visto muchas fotografías de mi hermana, dejemos las cosas tristes a un lado, me gustaría invitarte a salir, ¿cuándo podemos ir a dar una vuelta por Milán?, pero solos nosotros. —Ya me advirtieron de tus dotes de Don Juan. —
Ya tengo un año en Milán, Estamos en verano, el calor es muy fuerte. Hoy es viernes, este fin de semana no podemos ir a Roma, para la próxima semana tenemos muchas evaluaciones, por lo tanto tenemos que estudiar, ya se lo participé a la señora Isabella. —Fernanda, ya te dije que cuando no puedas venir, no lo hagas, deja de preocuparte por Marlon David, él está bien. —Yo sé que está bien en mejores manos, no puede estar mejor cuidado, pero me duele cuando paso un fin de semana sin verlo. —Lo sé mi niña, pero no es tu culpa. Corto la llamada con la señora Isabella, cuando escucho que tocan la puerta, voy y abro, en la puerta está la señora Magda. —Hola mi niña, ¿puedo entrar? —Claro que sí señora Magda, está es su casa —No, esta es la casa de ustedes, cuando firmo contrato de alquiler ya deja de ser mi casa, ¿Milángela está? —Milangela no está, salió a comprar unas cosas. —Ya veo que no van a viajar a Roma. —No, tenemos que es
Hoy amaneció el día muy caluroso, que bueno que la señora Magda nos invitó a pasar el día en la piscina de la casa del señor Robinson, Nos fuimos con ella a eso de las diez de la mañana, después de haber estudiado un buen rato. Cuando llegamos ya el señor Robinson estaba en el área de la piscina colocando carbón para asar carne y preparar unas hamburguesas. —Buenos días señor Robinson. —Buenísimos días mi niña, que bueno que decidieron pasar el día con nosotros, pónganse cómodas, recuerden que esta es su casa. —Señor Robinson, ¿Alexánder dónde está? —Está en la cocina, preparando los panes para las hamburguesas. —Voy a ayudarlo. Me llego a la cocina y allí está Alexánder en bermudas y playera, siempre lindo, con el pelo desordenado y con gotas de sudor en la frente. Me acerco tomo una servilleta y le seco el sudor de la frente. —Gracias, buenos días, ¿cuándo llegaste? —Estoy llegando, déjame ayudarte. Entre los dos em
—¿Qué pasa con estos ancianos, no piensan bañarse? —Ahorita vamos Alexánder, estamos conversando. —¿Y qué tanto conversan? —Estamos desempacando el baúl de los recuerdos. De pronto el señor Robinson que permanecía callado, con voz fuerte le dice a Alexánder. —Te voy a decir una cosa, no se te ocurra molestar a Fernanda, porque te la vas a ver conmigo. —¡Epa! papá, ¿qué te ocurre, por qué me hablas de esa manera? —Porque te conozco y ya sé que la estás enamorando. —Sí, eso es verdad, yo no lo he ocultado, pero ella no me hace caso, no quiere nada conmigo. —Entonces no insistas, ¿está claro? —Por supuesto que está claro, lo que aún no está claro es tú reacción, ¿ me puedes decir qué pasa? —Alexánder no le hagas caso a tu papá, mejor anda sigue bañándote con las muchachas, ya nosotros vamos. —No Magda de aquí no me muevo, hasta que mi papá me explique lo que está pasando, vamos papá, vamos hablar de hombre a hombre, ¿acaso