Desperté en los brazos de Marlon, los rayos del sol aún no habían anunciado el amanecer, con mucho cuidado me separo de sus brazos y muy sigilosamente salgo de la habitación no sin antes brindarle una mirada de mujer enamorada. Allí en esa cama se estaba quedando una parte de mi vida, mi amor, mi todo. En mi habitación voy a la gaveta de la mesa de noche y saco el pasaporte, lo leo y lo vuelvo a leer como dando espacio para que ocurriera algo, un milagro, una excusa, que se yo, algo que me hiciera engavetar de nuevo mi pasaporte, pero no fue así. Tomo el pasaporte y lo guardo en mi bolso de mano, allí espero hasta que la claridad del nuevo día irrumpa en la habitación. Es mi última estancia en el apartamento, veo en la cocina a la señora Laura y unas ganas inmensas de llorar me invadieron, corro hacia ella y la abrazó. —Fernandita, ¿por qué lloras? —Por nada, sólo me dieron ganas de abrazarla. —Mi niña tú me puedes abrazar las veces que tú quieras,
Ya estoy sentada en el avión, miro por la ventanilla y veo la ciudad que poco a poco se va difuminando entre las nubes, atrás quedó la niña, atrás quedó mi inocencia, ahora sentada en este avión viene la mujer, la madre que prefirió avanzar con un hijo sin padre, pero al igual que muchas vengo con un equipaje más pesado, pero orgullosa de llevarlo, vengo con unas ganas inmensas de comerme el mundo, de alcanzar mi sueño sin atropellar a nadie, pero sin permitir que nadie me atropelle. A mi lado está un señor de unos sesenta años, pero todavía conserva rasgos de su juventud, con una barba muy bien cuidada y unos hermosos ojos verdes, su pelo un poco encanecido, pero eso lo hace más interesante. La azafata se acerca con el servicio. —Señorita que prefiere un café, un té o un jugo de frutas. —Un té por favor. —Señor Robinson, usted como siempre su copita de coñac. —Por supuesto, gracias muy amable. La azafata me entrega el té y a mi acompañante su copita de coñac, el señor Robinson
Sostengo mi maleta para bajar las escaleras, cuando escucho la voz de la mujer que me detiene. —Espera, ¿tienes un lugar a donde ir? —No, voy a seguir preguntando para ver si alguien sabe dónde se mudó mi tío. —No creo que alguien sepa, tu tío era un hombre muy raro. —¿Y su familia? —¿Qué familia? El vivía solo en ese apartamento, acá vivió por más de diez años y nunca se le conoció mujer, mucho menos hijos. —Pero él le dijo a mi mamá que se había casado, es más una vez le envío una foto de ella. —No sé si estamos hablando del mismo hombre, pero el que vivía en el apartamento de al lado no tenía familia. —No entiendo, porque le mintió a mi mamá. —Bueno, ahora que sabes la verdad de tu tío, ¿qué piensas hacer? Por tu maleta, creo que vienes de lejos, ¿no tienes dónde quedarte? —No. —Me llegaste como anillo al dedo, tengo una habitación vacía, la quiero alquilar, si tú quieres te quedas aquí y me ayudas con el alquiler de la
Un nuevo día, una nueva esperanza para vivir, así decía mi mamá y yo lo creo. Me levanto muy aprisa, tengo el tiempo justo para llegar al trabajo, me quedé dormida porque pasé casi toda la noche en vela, casi amaneciendo fue que pude cerrar mis ojos. Paso por la cocina sin detenerme a tomar café con Karen, ya ella se había levantado y el café ya estaba listo. —Buenos días Fernanda veo que te levantaste tarde, ¿vas a tomar café? —Buenos días Karen, lo siento, pero se me hizo tarde, no tengo tiempo de tomarme el café contigo. —Bueno entonces llévatelo, toma ya te lo puse en un vaso desechable, Fernanda te saque una copia de la llave del apartamento, —Gracias Karen, nos vemos en la noche. Llego al restaurante justo cuando lo estaban abriendo. Después del saludo me dispongo a trabajar, cómo siempre fue un día muy duro, hubo muchos comensales, mis piernas me duelen de tanto estar parada. A la hora del almuerzo, la señora Isabella se sient
Por el día de hoy he terminado mi día de trabajo, me siento agotada, pero prefiero estar en el restaurante que ir al apartamento. —Fernanda, espérame un momento. —Acá la espero señora Isabella. Por lo menos por hoy voy a retrasar mi llegada, no quiero encontrarme con el odioso de Luciano. Mi espera fue muy corta, la señora Isabella enseguida estaba conmigo. —Te invito a mi casa, yo no vivo tan lejos a pocas calles de aquí, en pocos minutos estamos en mi casa. En efecto así fue, conversando con la señora Isabella se nos hizo corto el viaje. —Fernanda te presento mi casa. Su casa era muy cálida, se respiraba ambiente familiar, me invitó para que conociera todas las habitaciones, al final tiene un pequeño jardín de flores multicolores muy hermosas, el olor de las flores impregnaban el lugar. —Bueno Fernanda esta es mi casa, es pequeña, pero llena de amor. —Es hermosa, me gusta, se respira el olor a familia. —Mi familia es muy co
Así como lo prometió, la señora Isabella en el día libre me llevó para la consulta de su amigo el doctor. El doctor es un hombre joven, un poco más de treinta años, la señora Isabella primero habló con él y luego me llamaron para pasar al consultorio. —Señorita Fernanda Veracierta, por favor pase al consultorio el doctor la está esperando. La mirada del doctor es muy penetrante, es de esas miradas que parece que te estudiara toda. Además que es un hombre muy atractivo, la verdad que me siento muy incomoda cuando me está examinando. —Señorita Fernanda, le ruego que se relaje, está muy tensa, no se preocupe no le voy hacer examen vaginal, sólo vamos a mirar al bebé para saber cómo está. —Poco a poco me voy relajando y aún más cuando escucho los latidos del corazón de mi bebé. Mis lágrimas salen como una cascada sin poder contenerlas Me hizo un eco para tomar las medidas del bebé y ver su crecimiento. —El bebé está muy bien, todo está normal, es
La noticia de la mudanza me dejó sin aliento, la verdad no me lo esperaba, bueno tampoco iba a dejar que ese chaparrón de agua fría me tumbara, ahora más que nunca tengo que permanecer de pie, mañana mismo empiezo a buscar dónde irme, tampoco tengo que salir tan aprisa, tengo dos meses de pago de adelanto, por lo tanto tienen que esperar que se cumplan los dos meses de arrendamiento, eso me da chance para empezar mi búsqueda. Esa mañana al salir para mí trabajo me encuentro en la cocina con Karen. —Buenos días Karen. —Buenos días Fernanda. Cuando gira para darme una taza de café, noto que tiene un brazo vendado. —Karen ¿Qué te pasó? —Nada, me caí y me doblé el brazo. —¿Te duele, para ver? Cuando le toco el brazo, pega un grito de dolor. —Karen tienes que ir al hospital, —No, no, con esta venda estoy bien. —Amiga, no creo que sea algo simple, te duele todo el brazo, a lo mejor se te dislocó el hombro, además se te está inflam
Cuando despierto estoy en el hospital, mi doctor está a mi lado. —Señorita Fernanda, me escucha, ¿sabe dónde está? Poco a poco voy abriendo los ojos, cuando veo dónde estoy y recuerdo lo que pasó, una sensación de miedo invade mi cuerpo. —Karen, ¿dónde está Karen? Dígame doctor, respóndeme ¿Karen está viva? —Fernanda tienes que tranquilizarte, estás muy delicada. En eso me llevo las manos al vientre, siento un dolor muy agudo. —Me duele, me duele mucho. Creo que me estoy orinando, meto mi mano por debajo de mis piernas y siento un líquido tibio que está corriendo por mis muslos, retiro la mano y la veo, no es orín es sangre. El doctor inmediatamente corre y llama a la enfermera. —Necesito ayuda, rápido tenemos que llevarla a quirófano. La camilla la llevaban con mucha rapidez, sólo veo las luces del techo del pasillo que pasan cómo destellos, el dolor que siento es inmenso, toco a mi panzita y le hablo a mi bebé. —Aguanta m