En el camino hacia lo que sentía sería mi peor pesadilla, mi padre me susurró en voz baja:— Ana, hijita, por favor quita esa cara. Pareciera que en vez de casarte con el padre de tu hijo, vas a firmar tu sentencia de muerte. Sonríe, mira que esta boda multiplicará nuestra fortuna.Me puse aún más nerviosa. Mi pobre padre no sabía que Nelson, desde ese momento, era el dueño de gran parte de mis bienes. Fingí una sonrisa que me costó muchísimo, porque lo único que quería era llorar.Cuando mi padre finalmente me entregó a Nelson, él se acercó y me besó en la mejilla, susurrándome al oído:— Esta noche serás mía, amorcito.La sonrisa fingida desapareció de mi rostro. No podía imaginar estar íntimamente con el hombre que me había despojado de todo y al que no amaba. Mi cuerpo se estremeció; quería tener el poder de huir, pero lamentablemente ya era demasiado tarde.Abril estaba sentada al lado de Luis José, tomándolo de la mano como si sintiera que podía escaparse y abandonarla. La expre
Mi hermana Abril estaba allí, sin entender lo que había querido decir Nelson, miraba a todos esperando que le dieran una explicación. — ¿Y bien? ¿No me van a decir qué está sucediendo? ¿Acaso se trata de Ana Paula? Tanto Luis José como yo, manteníamos la mirada puesta en Nelson, él nos tenía en sus manos en ese momento. De él dependía que ocurriera una verdadera desgracia. De pronto se decidió a abrir su bocota diciendo: — La verdad a la que nos referíamos, es que Ana Paula y yo, hemos decidido que Luis José y tú, sean los padrinos de nuestro hijo. Queríamos darte una sorpresa, pero tu maridito lo acaba de estropear todo. Sentí un gran alivio al escuchar que Nelson había decidido no delatarnos ante Abril, sin embargo, esa idea de elegir como padrinos a Luis José, y a mi hermana , fue la canallada más grande que pudo habérsele ocurrido. Abril abrió los ojos sorprendida, y por supuesto su alegría no se hizo esperar: — ¿Es en serio? ¿De verdad quieren que Luis
La atmósfera se volvió sombría en un instante cuando todos se enteraron de la fatal tragedia. Mis padres estaban consternados, y los padres de Nelson no podían ocultar su angustia. Abril, a mi lado, intentaba tranquilizarme, mientras Luis José, también presente, evaluaba el estado crítico de Nelson. Con voz firme, dijo: — Aún respira, pero no podemos moverlo. Debemos esperar a que llegue la ambulancia; su situación es grave. Yo me encontraba tirada en el suelo junto a Nelson con mi vestido manchado de sangre, aguardábamos ansiosos la llegada de la ayuda médica. No hacía falta ser médico para comprender la gravedad de su estado. Minutos después, la ambulancia apareció. Mi padre, al verme con el vestido de novia ensangrentado, sugirió: — Ana Paula, Luis José debería ir en la ambulancia. Él es médico y puede asistir a los paramédicos durante el traslado a la clínica. Tú estás demasiado nerviosa; ve a cambiarte para después alcanzarlos. Luis José aceptó sin titubear. A pesar de la riv
La madre de Nelson me miraba esperando por mi respuesta, sin embargo yo me sentía aturdida, no sabía cómo explicarle que antes del accidente estábamos discutiendo porque yo había decidido no ser su mujer en lo que se suponía era nuestra luna de miel. Sin mencionar que ese nieto que ella esperaba con ansias, no era de su adorado y único hijo. — Ana Paula, te has quedado callada y te has puesto pálida. ¿Acaso pasa algo que yo no sé? Solo quiero saber qué sucedió antes del accidente, porque aun no entiendo qué hacían mi hijo y tú fuera de la casa y en medio de la calle cuando estaban en plena celebración de su boda. Y para colmo la persona que lo atropeyó se dio a la fuga. — Señora Catalina, lo que pasa es que Nelson… es que… él me pidió que saliéramos de la fiesta porque estaba muy tomado y quería irse. Y… entonces… No sabía cómo encontrar una excusa que sonara coherente, me sentía completamente perdida. Pero como cosas de Dios, justo en ese preciso momento, apa
Una semana después…Había pasado una semana desde el accidente de Nelson; fueron días sumamente difíciles, pero su condición delicada había mejorado. El médico decidió trasladarlo de la unidad de cuidados intensivos a una habitación privada para que continuara allí con su recuperación. Sin embargo, junto con esta buena noticia, llegó el momento inevitable: debíamos revelarle la verdad sobre su invalidez permanente.Esa mañana, me levanté temprano y me dirigí directamente a la clínica. Necesitaba estar allí cuando el médico le diera la devastadora noticia. El peso de ese momento me oprimía; sabía lo difícil que sería para Nelson, especialmente considerando su vida social activa que ahora se veía truncada. Y cada minuto que pasaba me sentía más responsable por su desgracia.(…)Mientras caminaba por el pasillo hacia las habitaciones de los pacientes, me encontré cara a cara con Luis José, lo cual me sorprendió.—¿Qué haces aquí? le espeté.—Hola, Ana Paula, respondió con calma.—¡Te hic
Tenía las manos heladas, no sabía qué me iba a decir Nelson, en todo este tiempo su trato hacia mi, había cambiado considerablemente, lejos de ser su esposa, parecía más bien su esclava. Sabía que me tenía en sus manos y se estaba aprovechando de eso para manipularme a su antojo. — Y bien… ¿Qué es eso tan importante que tienes que decirme? — En todo el tiempo que he estado internado en esta clínica sin poder moverme de esta cama, he tenido el tiempo suficiente para reflexionar con respecto a lo nuestro, es por eso que he decidido que apenas salga de aquí, tú y yo nos iremos a vivir fuera de México. — ¿Qué has dicho? ¿Vivir fuera del país? ¿Pero por qué? Creo que eso sería muy doloroso para tus padres y más ahora que te encuentras así tan vulnerable. — Precisamente no quiero ser una carga para ellos. Y además, quiero una segunda opinión de otro médico, no pienso quedarme de brazos cruzados postrado en esta silla de ruedas sin al menos intenta
Al día siguiente…Ya habían dado el alta a Nelson, estaba listo para abandonar la clínica después de varias semanas de tratamientos médicos y un agotamiento físico y mental que nos había dejado exhaustos a todos. La presencia de sus padres era inevitable; estaban ilusionados con la idea de que su hijo regresara a casa con ellos. Yo también compartía esa creencia, ya que me resultaba incómodo pensar en mudarme a casa de mis padres, donde ya tenía que soportar la presencia de Luis José.La señora Catalina estaba radiante de felicidad, a pesar de las circunstancias. Para ella y mi suegro, lo más importante era saber que su hijo estaba vivo.—Nelson, mi amor, ya preparé la mejor habitación de la casa. Quiero que tú y Ana Paula se sientan cómodos cuando se instalen. Incluso preparé la comida que tanto te gusta. No sabes cuánta alegría me da saber que estarás de nuevo con tu familia”, dijo la señora Catalina.Comencé a preocuparme, pues no había considerado la posibilidad de mudarme a cas
Nelson me miraba con ojos desorbitados mientras yo intentaba reanimar a mi padre, cuyo rostro se había tornado pálido y ya no tenía fuerzas para sostenerse en pie.— ¡Papá! ¿Qué te sucede? ¿Por qué estás así? ¡Respóndeme, por favor! —grité, desesperada.Mi padre se desplomó en el suelo, y la impotencia me invadió. Nelson, estaba allí, paralizado. Llena de coraje y miedo, lo señalé con el dedo tembloroso mientras le gritaba: — ¡Es tu culpa! Tú eres el culpable de que mi padre esté así. Te juro que si mi padre le pasa algo, no te lo voy a perdonar jamás. Mis sollozos resonaron por toda la casa, y en un instante, todos acudieron al jardín, alertados por mis gritos de desesperación. Mi madre llegó primero, y sus ojos se llenaron de horror al ver a mi padre tendido en el suelo, estaba muy pálido y frío, parecía muerto. — ¡Pedro! ¡Pedrito! —exclamó, llevándose las manos al rostro—. ¿Qué te ha pasado? Por favor, respóndeme.Me miró, buscando una explicación, pero yo estaba demasiado asus