Mi madre me miraba con angustia, y en su mirada presentía lo que estaba a punto de decirle Luis José, entre sollozos le suplicó: — ¿Qué pasa, Luis José? ¡Habla! Me tienes el alma en un vilo.Luis José, con voz grave, pronunció las palabras que cambiarían nuestras vidas por completo: — Lamento decirles que el señor Pedro… acaba de fallecer.El mundo se detuvo. Mi madre se desplomó al suelo, mientras derramaba sus lágrimas amargas mezclándolas con su dolor. No podía asimilar que el hombre con el que había compartido toda una vida ya no estaba entre nosotros.En medio de mi propio shock, clavé mi mirada en Luis José. Estaba llena de rabia y dolor al mismo tiempo, todos esos sentimientos se entrelazaban en mi pecho haciendo que mi respiración se dificultara. Inmediatamente vino un recuerdo a mi mente de aquel encuentro en la solitaria playa de Cancún, cuando mi vida dio un giro inesperado al cruzarme con él. A partir de ese momento, mi vida se convirtió en una horrible pesadilla de la q
Abril permanecía inmóvil, con su mirada clavada en Nelson, ansiosa por descubrir el nombre de la mujer que se había interpuesto en su matrimonio. No estaba dispuesta a perder a Luis José; prefería la muerte antes que renunciar al único hombre al que amaba con locura.— ¿Me estás diciendo que conoces a la mujer con la que supuestamente mi marido me está engañando? ¿Cómo es eso posible? —preguntó, con voz tensa.— Exacto. Sé quién es —respondió Nelson—. Y estoy seguro de que cuando lo sepas, te va a causar una gran impresión, es por eso que desde ya te aconsejo que trates de tomarlo con calma. — ¿Quién es esa mujerzuela que se está acostando con mi marido? —inquirió Abril, mientras su corazón latía con furia.— ¿Recuerdas el congreso de medicina al que Luis José asistió en Cancún? —continuó Nelson.— ¡Por supuesto! Fui yo quien lo convenció de ir, para tener una excusa perfecta de poder regresar a México. Tenía mis razones para hacerlo. Pero ¿qué tiene que ver ese congreso con la supue
En medio de la crisis nerviosa que embargaba a mi madre tras el inesperado fallecimiento de mi padre, los médicos la sedaron y la llevaron a la sala de recuperación. Ambas estábamos devastadas, pero yo, en particular, cargaba con el peso de un secreto que amenazaba con destruirnos.Mientras mi madre descansaba, me refugié en uno de los pasillos de la clínica. La ventana allí era enorme, y a través de ella contemplé el paisaje de la ciudad. La vista era imponente, el aire puro y la tranquilidad se filtraban en medio de mi dolor. Necesitaba despejarme, aunque fuera por un instante, de la tormenta que me ahogaba lentamente.De repente, una mano tocó mi espalda. Al girarme, me encontré con Luis José.— No quise asustarte, solo te vi aquí y quise acercarme. ¿Cómo te sientes? —preguntó.— ¿Cómo quieres que me sienta? Mi padre acaba de morir, mi madre está al borde del colapso, y yo llevo la culpa de su muerte. —confesé, sintiéndome como un verdadero monstruo.— ¿Por qué crees que eres respo
Días después…El dolor de la pérdida de mi padre seguía siendo insoportable. La ausencia de su risa, sus abrazos y sus consejos me dejaba un vacío imposible de llenar. Mi madre, aún más afectada, se preguntaba constantemente por qué Dios había decidido llevárselo tan pronto, cuando aún le quedaba tanto por vivir. Juntos, habían compartido toda una vida, y ahora me enfrentaba a la incertidumbre de cómo seguir adelante sin él.Pero había algo más que me atormentaba: la verdad. Saber que su muerte podría haberse evitado si no hubiera descubierto lo de mi relación con Luis José. Esa carga pesaba sobre mí, y no me permitía encontrar paz en medio de la tristeza.Y luego estaba Abril. Desde la partida de papá, su comportamiento había cambiado drásticamente. Me trataba de manera diferente, como si ocultara algo. A pesar de no ser hermanas de sangre, siempre habíamos sido inseparables. Pero ahora, había secretos entre nosotras, y no sabía qué hacer al respecto.Mis padres siempre decían que Ab
La tensión en la sala era inminente. La expresión de Abril reflejaba asombro y desesperación. Se sentía perdida, sin saber cómo desahogar su coraje. Humillada y despreciada por mi padre, el resentimiento crecía en su interior.El abogado tomó la palabra: —Señores, hemos concluido con la última voluntad del señor Pedro Rincón. Solo me queda entregar a Ana Paula esta carta, escrita de su puño y letra. El contenido debe ser conocido solo por ella.Abril no pudo aguantar más el coraje que la estaba quemando por dentro y estalló: —¡No! ¡Esto no puede ser todo! Mi padre no puede haberme excluido así de su testamento. Debe haber un error. Déjeme ver ese documento. Aquí hay un complot, no puede ser verdad que no me haya dejado nada de su fortuna. La sorpresa se reflejaba en todos nosotros. Ni Abril ni mi madre estaban incluidas en el testamento. El abogado, intentaba calmarla: —Señora Abril, por favor, trate de controlarse. No hay ningún error. El señor Pedro fue claro y preciso en su
Abril temblaba, pero no por el frío de la noche, sino por el coraje que ardía en su pecho. Todo lo que había vivido, los secretos que había guardado celosamente, ahora se desmoronaban ante la reaparición de Rubén. El hombre que la había arrastrado a un mundo de intrigas y peligros, y que ahora amenazaba con sacarla de su zona de confort.Miró a su alrededor, asegurándose de que nadie la espiara. No podía permitirse que descubrieran su oscuro pasado. La voz de Rubén sonó al otro lado del teléfono, cargada de malicia:— ¿Qué es eso de lo que no me he enterado? Termina de hablar de una buena vez, Rubén. — Calma, querida —respondió él—. No tienes por qué ponerte así. Recuerda que somos socios y amantes desde hace mucho tiempo, y no te conviene tenerme de enemigo.— Si no me dices para qué llamaste, te juro que te colgaré y cambiaré mi número de celular para que me dejes en paz.— Jajaja, eso no será necesario, querida. Estoy en México ahora. Formo parte del personal médico en la misma cl
El Secreto en la Carta de mi PadreSin lugar a dudas, aquel día había sido un verdadero torbellino de emociones. Me enfrentaba a un hombre que creía conocer, pero que en realidad siempre había sido un lobo disfrazado de oveja. Su encantadora personalidad nos había engañado a todos, especialmente a mi padre.Nelson salió de la habitación, dejándome en claro que estaba dispuesto a que yo fuera su mujer a cualquier precio. Su interés no era tanto en mi fortuna como en que cumpliera con el papel de esposa. Para él, esto se había convertido en una obsesión. No podía aceptar que le hubiera sido infiel, aunque durante todo nuestro compromiso, yo nunca quise entregarme a él.Estaba claro para mí que Nelson nunca me amó. Su orgullo herido y machista lo impulsaba a quererme, pero también a vengarse por completo de Luis José.Después de que Nelson salió de la habitación, me senté en la cama y comencé a llorar. Había contenido mis lágrimas durante mucho tiempo para no mostrar debilidad frente a m
Me sentía nerviosa y con un nudo en el estómago al imaginar mi encuentro con Luis José. Esta vez sería diferente: estaba dispuesta a luchar por su amor y, sobre todo, a asegurar que mi hijo creciera junto a su verdadero padre.Ya en la clínica, me dirigí al consultorio de Luis José. La sorpresa que le tenía preparada no se la imaginaba. Sin anunciar mi presencia, abrí la puerta y me quedé sin aliento al encontrarme la peor escena que pudieron ver mis ojos. Luis José y mi hermana Abril, estaban envueltos en una pasión prohibida sobre el escritorio. El mundo se desmoronó a mi alrededor, destruyendo todas las esperanzas que había puesto de nuevo en salvar esta relación. Luis José, lleno de vergüenza, fue el primero en reaccionar al verme: —¡Santo cielos, Ana Paula! Esto no debió pasar. Abril, me miró con cinismo, y su expresión denotando burla y satisfacción. En ese momento comprendí que yo era la que sobraba en esa ecuación.Con el corazón roto y todas mis esperanzas destrozadas,