SOPHIE.

Ocho semanas. Esa es la cantidad de días que llevamos sin hablarnos mi esposo y yo y la verdad es que ha sido todo un reto.

Después de la conversación en la sala aquella noche en que regresé, fui a mi cuarto pensando en que al día siguiente comenzaría mi calvario pues lo tendría rogando por mi perdón cada vez que nos cruzáramos por los pasillos y realmente no sabía cómo demonios iba a soportar.

Pensaba en que tendría que ganar dinero como sea para poder rentar un lugar para alejarme de él porque no tenía las ganas ni la capacidad para soportar tanta presión para tomar una decisión sobre nosotros, sin embargo grande fue mi sorpresa al despertar al día siguiente con un silencio sepulcral en la casa.

La primera vez que nos cruzamos me quedé helada preguntádome cuándo comenzaría con los ruegos, sin embargo pasó de largo sin decir nada y lo agradecí. No estaba lista para hablar, tampoco para oírlo, simplemente quería paz y por eso no me sorprendió el seguir así por unos cuantos día