SOPHIE.
No recuerdo bien cuánto tiempo es que dormí, solo recuerdo despertar con un dolor físico demasiado agotador, sin embargo me levanté igual esta mañana.
Mi madre se esfumó, en casa no está y por consiguiente tuve que tomar un autobús para llegar al centro de la ciudad. Bueno, no tan al centro porque no quiero ver a Chris por error en una esquina ni mucho menos, y tampoco pretendo frecuentar los lugares a los que solíamos ir juntos. No soy una maniática ni acosadora. De ser por mí ni siquiera habría salido de casa, pero el futuro me está golpeando la puerta con ganas recordándome que en poco tiempo tendré un bebé en mis brazos y debo conseguir un empleo para los meses finales donde ya no pueda trabajar.
Sé que mi madre se negará a que trabaje, pero no pretendo ni voy a dejar que ella nos mantenga. Me fui de casa a los dieciocho años, no pretendo regresar siendo una carga para ella cuando sé que ya ha hecho planes para irse de vacaciones en solo un mes más.
Tengo que tener mi propio dinero, hacerme de mis cosas para que nadie vuelva a decirme que todo lo que tengo es gracias a otro así que me mantengo firme y sonriendo a pesar de todo lo que pasa en mi vida en lo que camino por las calles buscando un lugar donde estén buscando personal.
A los tres primeros lugares que entro buscaban personal de cocina y yo no tengo idea de cómo cocinar más allá de hacer una comida para dos. No es una novedad que no me tomaran en absoluto, mucho menos cuando les dije que estaba embarazada y que pronto comenzaría a notarse.
Los entiendo. Yo tampoco me contrataría. Se nota a leguas que soy, o era al menos, una chica con dinero. Las pocas prendas que tenía en casa de mi madre, que llevo puestas, son ropa de diseñador que compré en el último viaje a Amsterdám con Christopher. Es obvio que no van a tomarme, pero tampoco saben que es lo último que tengo.
No quiero regresar a la casa por mi ropa porque sé que posiblemente esté ahí. No quiero verlo. Como dije, no necesito nada de lo que me dio, aunque también admito que es bastante duro enfrentarse a la vida de esta forma y tan abruptamente.
Pasé de ser la niña consentida de mi madre, que me daba con todos los gustos, a ser la esposa de un hombre que jamás se midió con el dinero que era para mí. Fui mimada siempre. Desde el primer momento fui una mujer bastante consentida e incluso el hombre que se convirtió en mi esposo, lo sabía, justo por eso jamás me preocupé por el dinero.
Creí que había escogido bien el hombre que sería para mí. Obviamente no fue así, por eso ahora camino buscando un empleo, casi rogando porque alguien me contrate cuando es claro que no sé hacer nada de lo que ellos necesitan.
Y entonces me siento fatal. Las náuseas hacen meca en mí hasta el punto en que comienzo a marearme. Tengo que tomar asiento en una vereda rogando porque me pase, pero cuando siento que no va a ser así, me entra la preocupación.
Nadie sabe dónde estoy, nadie me conoce. Mi madre no tiene idea de que salí de casa, ni siquiera está enterada que vine a buscar empleo y si caigo a mitad de la calle quizás ni siquiera les importe a las personas que pasan junto a mí sin siquiera acercarse a preguntar si me encuentro bien.
Todo lo que pasó, lo que viví en las últimas horas me está pasando factura puesto que sé que estoy a punto de desmayarme. Entonces sucede. Mi cuerpo se vence, mi mente se apaga y poco a poco, la oscuridad me llena.
Christopher
El nudo en mi garganta se hace cada vez más y más grande. Ver la casa vacía, una casa enorme que compré para los dos es algo que jamás pensé que iba a ver.
Tontamente creí que iba a tener una esposa fiel que se encargaría del hogar mientras yo hacía el dinero, pero no. Cuanto más dinero hice, más se alejó de mí y no ha salido de mi cabeza la idea de que si me fue infiel, fue por mi culpa.
La soledad hizo que me hiciera miles de preguntas después de que se fue de la casa. La vi tan molesta que incluso llegué a creer que todo estaba en mi cabeza, pero no es así. Las pruebas son fuertes, claras, y las intenciones también. Ella me engañó con mi mejor amigo, eso es algo difícil de olvidar.
Sophie me engañó y aunque me lastima haberla lastimado, sé que se lo merecía por ser una persona infiel. Faltó a los votos que alguna vez dijimos frente a un juez de paz y un sacerdote. Faltó al amor que me juró y a los sueños que teníamos como una pareja.
Ella me falló primero. O quizás me digo esto para no sentirme como un idiota al ver a Carrie en el sofá, desnuda y completamente dormida.
El anillo en mi dedo me causa náuseas, por eso me pongo de pie. De un momento a otro estoy pensando demasiado por lo que me acerco a beber un vaso con agua cuando el teléfono de casa resuena por todo lo alto.
—Hola—digo ofuscado.
—Estamos llamando desde el hospital Bellevue. Buscamos al señor Marshall, ¿es usted?
Dejo el vaso con agua sobre la encimera, viendo a Carrie girar sobre su cuerpo sin despertarse.
—Sí, él habla.
—Señor, tenemos a su esposa.
El corazón se me acelera.
—¿De qué está hablando?
—Fue socorrida en la calle. Sufrió un desmayo y la ambulancia la trajo—menciona con tranquilidad—. Necesitamos que alguien venga a buscarla y a llenar sus papeles.
Todo lo que pasó queda atrás en este momento porque Sophie jamás se ha enfermado hasta el punto de desmayarse, mucho menos de llegar a un hospital por lo que rápidamente me acerco a recoger mis prendas del suelo.
Poco me importa que Carrie se quede en la casa sola, sé que en algún punto se irá, pero ahora lo importante es ver a Sophie y saber qué le pasó.
Tomo el carro, pongo el PGS y finalmente acelero para salir a toda velocidad hasta el hospital que tiene una distancia de quince minutos con el tráfico actual.
En el camino me debato sobre si llamar o no a su madre. Seguramente está viviendo con ella después de la separación, y sé que puede ir a recogerla, pero entonces recuerdo que solo yo sé su número de seguridad social y los planes cambian siendo esta la última vez que salgo a socorrerla. Eso me lo juro a mí mismo.
Para cuando llego al hospital, me acerco a la recepción donde me indican el número de habitación, aunque antes me piden que espere al doctor para recibir el parte médico. Mismo que llega solo unos minutos después, estrechando mi mano después de presentarnos.
—¿Cómo se encuentra?—pregunto, siendo incapaz de no preocuparme por ella.
—Tendrá un hematoma en su lado izquierdo de la cara que es donde se golpeó al caer, pero más allá de eso, estará bien.
Frunzo el ceño sacudiendo la cabeza levemente.
—Si está bien no entiendo porqué me hicieron venir. No se lo tome a mal, pero estamos por divorciarnos y si esto no es una emergencia entonces...
—Oh, si es una emergencia y lamento oír lo de su divorcio. Siempre es feo ver a una pareja joven pasar por este tipo de situaciones teniendo un bebé en camino.
Las palabras me golpean con fuerzas al tiempo en que me dejan sin aire por completo.
—No hay ningún bebé.
El hombre mira el historial en sus manos.
—Sí. Su esposa está embarazada de ocho semanas, señor Marshall.
Sacudo la cabeza.
—No puede ser.
—Pues lo es. Aquí lo dice e hicimos un ultrasonido para comprobar latidos fetales los cuales están presentes, pero ese no es el problema, sino el bienestar de la madre.
—Espere, si acaba de decirme qué está bien, no entiendo nada. ¿Qué está pasando?
—Del golpe está bien. Hicimos análisis de laboratorio y muestran una clara deficiencia de hierro en su sistema, además de bajo glóbulos blancos lo que sí supone un riesgo para el embarazo sumado al hematoma que tiene en su útero a solo unos centímetros del saco gestacional.
Esto es demasiada información. Vine a recogerla porque sé que nadie más lo hará, pero no esperé jamás tener este tipo de información porque no estoy entendiendo si esto es real o forma parte de todas las cosas que hasta ahora quiero creer que son mentiras.
—¿Eso qué significa?
—Que corre riesgo de perder el embarazo—anuncia—. Le daremos progesterona para reforzar, también hierro y vitaminas, pero aquí lo más importante es que haga reposo absoluto. No puede hacer esfuerzo, ni siquiera el más mínimo, y por supuesto cuidar el lado emocional también que en estos casos puede ser algo negativo. Por eso necesitábamos que viniera a recogerla. Tome.
La frialdad del doctor me indica que lleva años haciendo esto porque no me parece justo lanzar todo este tipo de información esperando que la otra persona comprenda todo lo que eso abarca porque yo no puedo. No sé si podré comprender que mi esposa está embarazada, quizás de otro, y que además corre riesgo de perderlo por la mínima estupidez.
Esto es... demasiado para nosotros. Demasiado para mí.
—Ahora si puede entrar a verla. Está en el cuarto 415. Con permiso.
Me abandona a mi suerte y con los papeles en mano me acerco a la puerta que contiene detrás a la mujer que creí, era el amor de mi vida, ahora embarazada, posiblemente de alguien más. Y eso es doloroso, además de insoportable.
Apenas ingreso sus ojos chocan con los míos. Soy testigo de la forma en que parece querer salir corriendo, del miedo que tiene en su mirada y más que nada, de lo decepcionada que está mientras yo intento demostrar todo lo contrario pues se viene una larga conversación.
—Christopher.
—Hola, Sophie.
No sé si estoy listo para esto.
Sophie.—Les pedí que no te llamaran, pero eres mi contacto de emergencias—digo, bajando la mirada porque no soporto verlo a los ojos después de todas las cosas que salieron de su boca—. Puedes irte, mi madre vendrá a recogerme.Espero ansiosa porque se cierre la puerta, porque se vaya a vivir su vida lejos de esta supuesta mentirosa, pero no lo hace. Eso me confunde.—¿Cómo estás?Da dos pasos en mi dirección, helando mi sangre. Sé que no va a golpearme jamás, no le tengo miedo, solo que mi cuerpo reacciona diferente al tenerlo cerca. Me vuelvo una idiota que es capaz de rogarle por su perdón incluso por algo que no hice en absoluto, por eso me mantengo firme en mi posición.—Estoy bien, no tienes que quedarte.—Hablé con tu doctor—me enseña las recetas en sus manos—. Me lo dijo todo, Sophie.Lo miro confundida, sacudiendo la cabeza.—¿De qué estás hablando?—Me dijo sobre el bebé—me quedo helada, fría, sintiendo que tengo agua helada corriendo por venas en lugar de sangre caliente—.
SOHPIENo puedo hacer absolutamente nada. Según las ordenes del doctor no tengo permitido más que ir de la cama al baño y viceversa, lo que ha sido demasiado agotador mentalmente.En situaciones como estas, lo mejor es tener contacto con los demás, salir, intentar tener nuevos amigos y quizás una nueva rutina. Es lo que intenté cuando salí a buscar un empleo, además de que lo necesito, sin embargo eso ya quedó descartado. Estoy confinada a mi cuarto, donde seguramente voy a morir de depresión.Me siento fatal. A medida en que pasan los días, voy sumando chequeos médicos, medicinas y mucho pesar en mi corazón porque no es la forma en que hubiera deseado jamás pasar un embarazo.Es de alto riesgo, podría perderlo en cualquier momento y seguramente es lo que la mayoría quiere que suceda, y eso me pone todavía peor.Se suponía que embarazada todos estarían pendientes de mí. Que mi esposo sería amable, dulce y demasiado cuidadoso conmigo, pero nada está más alejado de la verdad. Mi propio
CHRISTOPHERCarrie me insiste en salir a cenar hoy, pero acabo por apagar el móvil y dejarlo a un lado del sofá. Soltando un suspiro miro hacia arriba, luego hacia las escaleras, clavando la mirada en mi esposa tirada en el suelo por mi culpa, sintiendo un peso enorme en el centro de mi pecho.A medida en que pasan los días me siento como un completo idiota al no haber sido capaz de mantener la compostura con ella. Pude haber hecho todo de forma diferente, pero ya no hay marcha atrás.Sophie se llevó la peor parte porque fue la única culpable de mi desaire. Ni siquiera me importó con quién fue. Me tiene sin cuidado que haya sido Julian porque supe desde el momento en que se conocieron por primera vez que se enamoró de mi mujer y no me molestó porque quien tenía lo que quería, era yo. Jamás pensé que Sophie caería tan bajo como para entregarse a ese patético imbécil.Me siento terrible de solo pensar que mi propia esposa, la única que me debía fidelidad, fue capaz de tirar todo por la
SOPHIEEl vestido es perfecto. En tonos rosados como yo quería, con volados románticos y con tacones que hacen juego que terminan por poner todo en perspectiva combinando a la perfección con la decoración de mi hogar, donde al fin puedo soltar un suspiro después de estar planeando esta cena por más de un mes entero. Mi visión está completa.Veo a los camareros comenzar a preparar la gran mesa para nuestros invitados, lo que me pone la piel erizada de solo pensar que será la primera vez en que damos una celebración de esta magnitud en nuestro hogar.Siempre quise ser la clase de mujer que solo se preocupa por tener la casa arreglada y mantenerse pulcra, y al fin estoy logrando eso con Chris. Gracias a él en realidad, lo que se siente genial.Intentando no emocionarme demasiado doy una caminata por la sala de mi casa buscando hasta el mínimo detalle que rompa mi visión estética. Alguna que otra cosa mínima, pequeña, pero que influye demasiado en cómo quiero que esté todo porque no piens
SOPHIE.No deja de mirarme como si fuera su peor enemiga y eso me duele, aunque también estoy bastante desconcertada poe todo lo que está pasando al ver a estas tres personas frente a mí esperando a que yo hable cuando en realidad no tengo ni idea de lo que pasa.Chris voltea a ver a su amigo, Julian.—¿Tú no vas a decir nada? ¿Te vas a quedar ahí con cara de idiota o qué carajos?Este hombre, desconocido a nivel personal, solo se encoge de hombros dejándome peor todavía.—Siempre te dije que Sophie se me hacía atractiva. No pude rechazar la oportunidad cuando se me dio, lo lamento.—¿Lo lamentas? Arruinas mi matrimonio, nuestra amistad, mi puta vida y solo puedes decir que lo lamentas.—¿De qué estás hablando?—increpo al amigo de mi esposo porque a decir verdad, puedo al menos darle el beneficio de la duda al hombre con el que compartí mi vida durante años, pero no a este imbécil que no significa nada para mí—. ¿Por qué estás mintiendo de esa manera?—Sophie... por favor, deja de fin
SOPHIEChristopher me echó. Eso no puedo dejar de pensar.El anillo en mi dedo reluce mientras estoy sentada en la parada del autobús esperando algo, no sé qué realmente porque no tengo dónde ir.Mi madre no tiene idea de lo que pasó. Creo que nadie de la familia está informado de que fui echada de mi propia casa bajo la tonta suposición de que engañé a mi esposo, cuando la verdad es que nada de eso pasó.Miro mi vientre y contengo las lágrimas que amenazan con salir. No puedo ponerme a llorar ahora porque sé que en cuanto lo haga, no me detendré, y no es momento de quedarme echa un ovillo en la cama.Tengo que solucionar mi vida. Es claro que mi esposo, quien se supone que es el hombre que me ama, no va a darme la oportunidad de explicarme, ni siquiera me va a dirigir la palabra, así que no tengo otra alternativa más que buscar dónde demonios ir para pasar la noche e incluso la semana.No quiero regresar con mi madre como si fuera una fracasada, pero no tengo opción. Cuando me encuen