Capitulo 04.

Sophie.

—Les pedí que no te llamaran, pero eres mi contacto de emergencias—digo, bajando la mirada porque no soporto verlo a los ojos después de todas las cosas que salieron de su boca—. Puedes irte, mi madre vendrá a recogerme.

Espero ansiosa porque se cierre la puerta, porque se vaya a vivir su vida lejos de esta supuesta mentirosa, pero no lo hace. Eso me confunde.

—¿Cómo estás?

Da dos pasos en mi dirección, helando mi sangre. Sé que no va a golpearme jamás, no le tengo miedo, solo que mi cuerpo reacciona diferente al tenerlo cerca. Me vuelvo una idiota que es capaz de rogarle por su perdón incluso por algo que no hice en absoluto, por eso me mantengo firme en mi posición.

—Estoy bien, no tienes que quedarte.

—Hablé con tu doctor—me enseña las recetas en sus manos—. Me lo dijo todo, Sophie.

Lo miro confundida, sacudiendo la cabeza.

—¿De qué estás hablando?

—Me dijo sobre el bebé—me quedo helada, fría, sintiendo que tengo agua helada corriendo por venas en lugar de sangre caliente—. ¿No planeabas decírmelo?

Inhalo profundo.

—Es una conversación que esperaba evitar.

Él alza las cejas poniendo una expresión que no sé descifrar porque es algo nuevo para mí verlo molesto conmigo.

—¿Esperabas evitar tener que admitir que este bebé no es de tu esposo sino de tu amante?—comienza, dejándome muda—. Sabes, no te entiendo. Me juraste que jamás me engañaste y ahora resulta que estás esperando un hijo de mi mejor amigo. Vaya...

Ruedo los ojos.

—Claro, porque tú y yo no cogemos hace más de dos años, ¿cierto?

—No es mío.

Me duele oír sus palabras, más que nada por el bebé que cargo en el vientre porque por una estupidez ahora se duda hasta de su procedencia. Y eso es algo que ya dije, no voy a permitir. Por esa razón es que sacudo la cabeza, negándome a mirarlo.

—Ahora no dices nada.

—¿Qué quieres que diga?

—La verdad—menciona, buscando mi mirada—. Admite que me engañaste, que el bebé que esperas no es mío y sé capaz de firmarme el divorcio sin querer llevarte todo por lo que he trabajado.

Pasar de ser el amor de su vida a una simple interesada que no quiere más que su dinero, es una posición en la que nunca creí que estaría y es doloroso. Para mí, que crea que soy una interesada más del montón, después de todas las cosas que hice por él. M****a, esto se siente como una segunda puñalada en el centro del pecho.

—Firmaré los papeles.

—¡Gracias!

Clavo la mirada en sus traicioneros ojos azules.

—Pero no por lo que crees.

Chris rueda los ojos.

—Sigues con lo mismo.Eres terca como una mula.

—El terco eres tú. Dime, ¿cuánto tiempo esa mujer viene susurrándote al oído basura sobre mí? Porque en serio, me es difícil creer que de la noche a la mañana, por un vídeo de m****a, cambies todo lo que creías de mí. De tu esposa.

—Habría dudado si se hubiera tratado de una fotografía, pero no de un video. Se los ve claro y... m****a, hasta náuseas siento de escucharte gimiendo su nombre.

Veo cómo se le desfigura la cara dejando que sus expresiones griten el dolor que siente, cosa que entiendo. En su mente está la idea de que la mujer de ese video soy yo, pero no es así. No sé cómo hacerle entender esa parte.

—Chris...

—No quieras confundirme porque nada de lo que digas va a hacer que cambie de opinión.

Él sacude la cabeza de forma violenta e incluso se mueve hacia un costado dejando ver el cuello de su camisa y el labial rojo que hay marcado en la tela. Es inconfundible. Y doloroso a más no poder.

Bajo la mirada para evitar que vea las lágrimas, aunque después de todas las que he derramado por este hombre, supongo que una más no va a hacer ninguna diferencia sobre su frío corazón cuando se trata de mí.

—Supongo que al fin obtuvo lo que quería—menciono con desgana a lo que él frunce el ceño—. En tu camisa, el... el beso marcado. Es de Carrie, ¿cierto? Es inconfundible su color rojo cereza.

Ambos nos quedamos en silencio después de eso. Quizás no esperaba que fuera tan directa o que mencionara algo acerca de Carrie porque debía mantenerlo en secreto, supongo.

Los escenarios dan vueltas por mi cabeza y cada vez más comprendo que todo este teatro lo armó solo para tener el camino libre hacia mi esposo. Digo, no me sorprende. Siempre supe que lo amaba. Desde el primer momento en que comenzaron a trabajar juntos supe que había algo ahí y aunque le pregunté miles de veces a Chris, en su momento siempre lo negó.

Nunca creí que me engañaría con ella porque creí en sus principios, en el hombre con el que me casé, aunque jamás dejé de creer que sentía atracción por esa mujer.

El que se acostara con ella solo horas después de que me fuera de la casa que compartimos juntos me da la razón. Solo quería el camino libre.

—Esto... no tiene nada que ver con nosotros—menciona, haciéndome reír—. A diferencia de ti, no te engañé. Estamos separados, ¿recuerdas?

—Tu golpe será muy fuerte cuando sepas la verdad.

—Sí, sigue diciéndote lo mismo, pero mientras espero que entiendas que no pienso darte ni un solo centavo para esa criatura que cargas. No es mío.

Asiento, cansada y angustiada de tenerlo cerca. Me pone peor que se acerque a entregarme unas recetas.

—No te daré un centavo, pero dejaré que sigas usando el seguro social por estos meses—menciona, entregando los papeles—. Tienes que comprar algunas medicinas y no creo que Julian sea tan caritativo contigo como para darte dinero.

Suelto un suspiro guardando silencio.

—Y enviaré los papeles del divorcio en cuanto salgas. Obviamente no haremos una división de bienes así que el proceso será rápido. Quizás en dos meses estemos formalmente separados.

Una vez más le doy la razón en completo silencio, al menos por unos minutos porque en cuanto recuerdo que él sí me engañó con esa mujer, los celos me hierven la sangre.

—Siempre supe que te atraía esa mujer. No fuiste lo suficientemente hombre como para admitirlo en su momento.

Se ríe, buscando mi mirada.

—¿Quieres que te lo confirme ahora? Sí, siempre me atrajo. Era algo nuevo, hubiera sido divertido tener una aventura, pero yo si tengo principios. Jamás te engañé.

—El anillo que cargas en el dedo, y el que seguramente no te quitaste anoche mientras te la cogías, dice lo contrario. Sigo siendo tu esposa.

—Un papel no significa nada.

—Un video tampoco.

—Buen intento—comenta, soltando un suspiro—. Espero que te mejores, en serio. Y espero que Julian sea lo bastante hombre como para hacerse cargo de ese niño, porque te aviso que no eres la primera que tendrá un hijo de él.

—¡Qué bien! Gracias por el dato innecesario porque no es de él. Es tu hijo, pero no quieres escucharme, ni darme el beneficio de la duda y está bien, lo acepto.

Chris se encoge de hombros.

—Si llegara a ser mi hijo, cosa que dudo, me haré cargo. Solo cuando nazca y después de una prueba de ADN.

Me río con toda la tristeza que jamás supe que sería capaz de soportar.

—Para ese punto ya será tarde, Chris. Cuando se sepa todo, estoy segura de que ya me habrás perdido.

—Sophie, el que ese bebé sea mío no demuestra nada—reniega—. ¿No lo entiendes? Admito que tuvimos relaciones seguidas como todo matrimonio, pero no significa que no haya habido engaño de tu parte porque lo hubo y no entiendo por qué sigues con la mentira cuando ya Julian lo confirmó y...

—Y confías más en su palabra que en la mía—sentencio con furia mientras un nudo se instala en el centro de mi garganta.

—¿Qué esperabas que hiciera? Tu voz... eras tú en esa grabación. Es tu voz.

—Sí, mi voz, pero no soy yo.

Rueda los ojos.

—Bien, sigue con eso que de seguro al próximo idiota que se comprometa contigo te creerá esa mentira de cuarta—susurra—. No quiero continuar con esto, Sophie. En cuanto firmemos el divorcio cada quién hará su vida y... si el bebé es mío, te lo dije, me haré cargo, lo prometo, pero contigo no quiero saber más nada. Ni siquiera puedo verte.

Con lágrimas en los ojos intento respirar profundo. En vano, porque a fin de cuentas, se nota a leguas que estoy rota. Y él me rompió.

—¿Para qué viniste entonces?—digo, con la voz quebrada—. ¿Por qué acudes como un maldito caballero con armadura?

—Porque para mi pesar aún te amo y me importas, pero ahora... supongo que alguien más se ocupará de ti porque yo no lo haré.

Sorbo por mi nariz volteando la mirada hacia un lado, así no podré verlo cuando se marche porque sé que me va a doler después de todas las cosas que dijo.

—Adiós, Sophie.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP