Diego se acercó y abrazó a Laura, inhalando su aroma con deleite mientras susurraba en su oído: —Mi amor, hueles tan bien, su piel está tan suave. Me encantaría poder llevarla así a casa en mis brazos.Las palabras de Diego hicieron que las orejas de Laura se ruborizaran intensamente. Se sintió un poco exitada, ¡este hombre no tenía consideración por el lugar, estaban en público! ¿Cómo podía hacerle eso?Mientras tanto, al ver la situación, los empleados que estaban al lado de una desviaban la mirada avergonzados. Algunos incluso miraban fijamente al piso, probablemente contando cuántas baldosas habían, o cualquier otra cosa menos mirar al señor García y su esposa.Después de abrazar a Laura con anhelo, Diego finalmente la soltó a regañadientes, tomando su mano lacia. —Querida, vamos, aún nos faltan las joyas.Laura guardó silencio, frotándose las sienes con cansancio.—Diego, ¿por qué más cosas tenemos que elegir? ¿No debería el diseñador encargarse de las joyas y accesorios?Diego
Al día siguiente, la tan esperada subasta comenzó. Grandes y pequeños millonarios bajaron de sus lujosos automóviles y caminaron por la alfombra roja hacia el recinto, mientras los medios no paraban de tomarles fotografías.Era una escena poco común reunir a tantas celebridades del mundo empresarial. Sería un desperdicio no aprovechar para tomar algunas instantáneas para las revistas.De repente, se generó un revuelo entre los reporteros más alejados.—¡Oigan, miren! ¿Ése no es el auto de la señorita Apango?Al escuchar esto, todos los medios enfocaron sus lentes como gatos hacia un olor apetitoso.A lo lejos, un lujoso vehículo se detuvo y de él descendió una mujer ataviada con un vestido rojo intenso.La señorita Apango lucía radiante ese día. Su piel nívea contrastaba con el atuendo carmesí y su cabello azabache ondulado caía sobre su espalda. Sus labios rojos eran sumamente sensuales.Era una criatura celestial.—Dicen que la señorita Apango y el presidente del Grupo García se cono
Todos los medios contuvieron la respiración, preguntándose quién sería esa mujer.Una esbelta mujer descendió lentamente del auto, tomada de la mano de Diego.Laura llevaba puesto un elegante vestido blanco como un lirio, decorado con perlas brillantes y hermosos bordados.Por puro instinto profesional, los fotógrafos comenzaron a disparar sus cámaras en cuanto vieron a Laura. Los bordados destellaron con un brillo sutil, realzando aún más su radiante belleza.En las lentes quedó capturada una imagen sublime: un hombre alto, apuesto y gallardo cuya fría mirada se tornaba cálida y suave al posar los ojos en Laura.Y ella, como una delicada hada salida de un ramillete de flores, lucía exquisita e inocente. Una pareja perfectamente complementaria. Los medios se quedaron mudos de asombro, sólo se escuchaba el chasquido de los obturadores.Después de bajar, los destellos de las cámaras encandilaron brevemente a Laura, pero ella rápidamente recobró la compostura.Tomada del brazo de Diego, c
La altiva señorita Apango mordía sus uñas con disgusto, olvidando por completo su usual pose de dama refinada.¿Quién era esa mujer y por qué estaba al lado de Diego? ¿Acaso no era ella la única mujer que debía estar junto a Diego?Además, el encargado de asignar los asientos era un tonto en hacer su trabajo. ¿Por qué puso su asiento tan lejos de Diego?En su mente ella pensando: Crecí junto a él desde niños, no es descabellado que me siente cerca, ¿o la gente pensaría algo inapropiado al vernos sentados juntos? ¡Es más, al regresar me quejaré con la madre de Diego, el que asignó los asientos va a tener gran problema conmigo!Pensando eso, la señorita Apango se levantó dispuesta a sentarse al lado de Diego.No importa lo que digan los demás, Diego es suyo y ahora ella tenía que buscar oportunidad para sentarse a su lado.Pero entonces la subasta comenzó de repente.La señorita Apango tuvo que sentarse de nuevo a regañadientes. Si abandonaba su asiento mientras todos pujaban, llamaría m
Diego no podría estar a punto de...Pero cuando se dio cuenta, ya era demasiado tarde, Diego hizo una oferta en voz alta.—Treinta millones.Todos los presentes se quedaron en silencio, ya que la gema acababa de ser ofertada en unos veintidós millones solamente, y el presidente del Grupo García le había puesto directamente un escalón más alto.¿Este era solo el primer producto?Nadie más hizo una oferta, porque quien la había hecho era Diego, el presidente del Grupo García, él siempre obtenía lo que quería.Doblegados por su poder, aunque hubiera ofrecido un precio muy bajo, pocas personas allí se atreverían a pujar contra él, y más aún cuando solo se trataba de una gema, no era tan importante. Seguramente el señor García solo quería complacer a su esposa.La Lágrima de Sirena era muy hermosa, pero era mejor no provocar la ira de Diego.—¿Alguien más quiere pujar?El subastador preguntó, pero nadie respondió.—Treinta millones a la una.Aún sin respuesta. —Treinta millones a las dos.
En ese momento, cuando Diego frunció el ceño con la intención de seguir pujando, Laura lo detuvo oportunamente tomándolo de la manga, impidiéndole levantar el cartel de subasta.—Espera un momento, Diego. La verdad es que esa gema no me gusta tanto. Si esa señorita la quiere, puedes dejársela. No hace falta que sigas pujando.Diego miró a su esposa con cierta confusión. ¿Cambió de opinión tan rápido? —¿Estás segura de que no la quieres?Diego frunció el ceño, dudoso. —Si realmente la deseas, haré lo que sea necesario para conseguírtela. Al fin y al cabo, es solo una gema.Laura suspiró. —Diego, ¿acaso el dinero te llega volando?—El precio de esa gema está muy por debajo de los cuarenta millones, y tú planeabas seguir ofertando más.La mirada de Diego se suavizó al comprender que su esposa sólo estaba preocupada por él.Rió levemente y le dijo: —No te preocupes, alguien me calculó una vez que gano alrededor de mil doscientos millones por hora.—Una simple gema no es nada. Si realme
La subasta continuó su curso y Laura empezó a cabecear con las siguientes piezas que se presentaron. A sus ojos, todas eran cosas superficiales y sin verdadero valor. Algunas podían reemplazarse por otras, otras directamente eran innecesarias. No entendía por qué tanta gente quería pujar por ellas.Diego también se aburría un poco. Soltó un bostezo mientras arriba explicaban sobre supuestas ¨piezas únicas y tesoros invaluables¨ que, para él, eran cosas fácilmente accesibles. Había crecido rodeado de esa opulencia, así que escuchar esas presentaciones lo adormecía. Justo cuando Laura estaba a punto de quedarse dormida, el subastador de arriba golpeó su martillo una vez. Diego y Laura se sobresaltaron al unísono y miraron al frente. Una antigua pintura caligráfica acababa de ser rematada por 5,7 millones.Laura bostezó y cerró los ojos de nuevo, pero esta vez no pudo conciliar el sueño debido al alboroto a su alrededor. Finalmente, decidió mantenerse despierta hasta el final de la sub
La revelación provocó que todos los presentes se encendieran de emoción. Los precios empezaron a dispararse vertiginosamente.Un millón, dos millones, tres millones...Laura observaba la escena con asombro. ¿Tanto alboroto por un simple sobre?Las ofertas ya alcanzaban las decenas de millones en cuestión de segundos.Instintivamente, Laura miró hacia Diego, quien mantenía una expresión desinteresada, con la barbilla apoyada en la mano.Finalmente, no pudo contener su curiosidad y preguntó: —Diego, ¿por qué están ofertando precios tan elevados?Al escuchar la pregunta de su esposa, Diego se enderezó y procedió a explicarle con seriedad: —Déjame ponerlo en palabras sencillas. La familia real de Corandia tiene un poder e influencia descomunales. Pero está claro que en esta ocasión se han topado con un problema que ni siquiera ellos pueden resolver, y necesitan la asistencia de personas poderosas. Solo que la forma en que solicitan ayuda es un tanto peculiar.Laura estaba cada vez más d