Giovanni no delegó toda la responsabilidad en el personal. A pesar de las recomendaciones médicas de que descansara más, él también se mantuvo siempre pendiente de ella. Pasaba horas a su lado, asegurándose de que comiera lo necesario, de que descansara, y no permitía que nada la alterara. Sus heridas seguían sanando, pero Giovanni parecía más preocupado por el bienestar de Elena y los gemelos.Una noche, mientras Elena descansaba en la cama, Giovanni entró en la habitación con una bandeja en las manos, cosa muy inusual en él y que no dejaba de sorprenderla, pues esos días le había llevado la cena todas las noches. —¿Otra vez? —dijo ella, alzando una ceja, pero no pudo evitar sonreír.—Te dije que ibas a comer por tres y te dije que yo mismo me encargaría —respondió él, dejando la bandeja sobre la mesita de noche. Se inclinó y depositó un beso en su frente—. Además, quiero asegurarme de que nuestros hijos sean tan fuertes como su padre.Elena se rió suavemente, negando con la cabeza
Elena se encontraba sentada en el amplio sofá de la sala principal de la mansión, las manos entrelazadas sobre su regazo mientras un torbellino de pensamientos la consumía. Giovanni había insistido en tener aquella conversación, y aunque ella sabía que sería algo importante, no estaba preparada para la magnitud de lo que estaba a punto de escuchar.Giovanni y tomó asiento en el otro sofá frente a ella. Su rostro traicionaba esa seriedad que a Elena no le gustaba ver. Se inclinó hacia delante con sus brazos apoyados en sus piernas y fijó su mirada en su esposa.—Necesito que escuches todo lo que voy a decir sin interrupciones. Es algo que he guardado durante mucho tiempo, pero creo que llegó el momento de que lo sepas.Elena sintió un nudo formarse en su garganta. Había algo en el tono de Giovanni, algo en la intensidad de su mirada, que le dejó claro que esa conversación cambiaría muchas cosas entre ellos.—Está bien, dime —respondió en voz baja, intentó mantenerse firme.Giovanni res
Durante días, le había dado muchas vueltas al asunto. Algo dentro de ella le decía que tenía que hacer algo, no podía dejar que su padre y Verónica siguieran ganando. Tomó la decisión de visitar la mansión Montalvo. Aunque la idea de regresar a ese lugar le revolvía el estómago, sabía que debía hacerlo si quería encontrar el testamento. Estaba segura de que ese documento estaba en esa casa, algo que nadie sabía ni mucho menos se imaginaba.Se presentó con una sonrisa que parecía sincera, pero que escondía falsedad. Verónica la recibió con sorpresa y una pizca de incomodidad, más cuando miró su vientre muy enorme.Aunque Elena estaba cerca de cumplir los nueve meses de embarazo, no la detuvo su estado para realizar esa misión. —Elena, querida, no te esperábamos tan... —Sus ojos se quedaron fijos en su abultado vientre. —Qué gusto verte.Eso no era cierto y Elena lo sabía, pero siguió actuando con inocencia.—Solo quería agradecerles por preocuparse tanto por mí mientras estuve desap
No se reconocía frente al espejo esa mañana. Había algo en la mirada de Elena, algo que nunca había visto antes en ella: una mezcla de determinación, rabia contenida y valentía. Se ajustó la chaqueta negra con firmeza antes de salir del cuarto. Sabía que ese día marcaría un antes y un después.Giovanni la esperaba en la entrada de la mansión. Vestía un impecable traje oscuro que reflejaba su autoridad natural. Sus ojos, siempre tan penetrantes, la observaron con una mezcla de orgullo y preocupación.—¿Estás segura de esto? —Había perdido la cuenta de cuántas veces le había hecho esa pregunta. Le extendió una carpeta con los documentos preparados por sus abogados.—Más que nunca. —Elena tomó la carpeta con fuerza, como si de ella dependiera su vida.Giovanni le acarició el rostro, un gesto inusual en su semblante normalmente frío, pero que ahora era único para ella.—Recuerda, no estás sola. Estoy contigo en cada decisión que tomes.Elena asintió, dejando que ese breve contacto le dier
El silencio en la sala era sofocante, apenas roto por el débil zumbido de los murmullos que llegaban desde el pasillo que pertenecían a los empleados que oían del otro lado todo. Marcelo y Verónica permanecían inmóviles, como dos estatuas atrapadas en un mal sueño para ellos. Los abogados de Giovanni habían expuesto con meticulosidad los documentos que demostraban las irregularidades y los delitos cometidos por ambos.Había un peso en el aire, un preludio a la tormenta que estaba por desatarse. Elena se enderezó, su mirada fija en su padre, quien lucía pálido, su expresión un cóctel de incredulidad y pánico.—¿Cómo es que...? —balbuceó Marcelo, rompiendo el silencio. Sus manos temblaban mientras intentaba mantener su compostura—. ¿De dónde sacaste ese testamento?Elena dio un paso hacia adelante. Finalmente, se mostraba segura y valiente ante los ojos de esas personas que le hicieron tanto daño. Ya no había rastro de la joven insegura y tímida que había sido meses atrás.—Eso no impo
Elena no pudo evitar observar la reacción de ambos. Marcelo trató de resistirse, protestando con un tono que oscilaba entre la ira y el miedo.—¡Esto es un error! ¡Esas pruebas son falsas! ¡Elena, tú no puedes hacerme esto, soy tu padre!Verónica, en cambio, quedó paralizada, su rostro blanco como el papel. Cuando los agentes le colocaron las esposas, finalmente rompió en llanto.—Elena, por favor, no puedes permitir esto. Piensa en Camila... esto la acabará.Lo había hecho, había pensado en Camila, en lo que esa noticia la lastimaría. A pesar de que su hermana siempre fue cruel con ella, sabía que ella no era culpable de las acciones de sus padres. Sin embargo, Marcelo y Verónica tenían que pagar, y nada iba a hacer cambiar la decisión que tomó Elena.—Pude haber dejado pasar lo de la herencia —la interrumpió Elena, su voz tembló un poco por la emoción contenida—. Incluso los hubiera dejado ir si mostraban verdaderamente arrepentimiento, pero... —A ella también le costaba ver a su pa
UNA SEMANA DESPUÉSElena se encontraba en la sala principal de su hogar, sentada en un cómodo sillón, con las manos reposando sobre su abultado vientre. Los gemelos estaban cada vez más inquietos, como si presintieran que su llegada estaba cerca. Mientras esperaba a Giovanni, su mente no dejaba de repasar la reciente batalla que había ganado: recuperar la empresa que por derecho le pertenecía. Sin embargo, con esa victoria, también llegaban nuevas responsabilidades, y ella sabía que no estaba preparada... aún.Giovanni entró al salón con paso seguro, con un portafolio en la mano. Su mirada oscura se suavizó al ver a su esposa. Había algo en su presencia que siempre lograba calmarla, aunque ahora no podía evitar sentir un nudo de nerviosismo en su pecho.—¿Estás bien? —preguntó él, inclinándose para darle un beso en la frente.Elena asintió, aunque su mirada delataba lo contrario.—Necesito hablar contigo —dijo finalmente, su voz cargada de seriedad.Giovanni tomó asiento frente a ell
Las semanas pasaron rápidamente. Elena se dedicó a prepararse para la llegada de los gemelos, mientras Giovanni asumía su nuevo rol como CEO. Era un hombre implacable en los negocios, pero ahora con Elena, mostraba su lado más humano.Una tarde, Giovanni estaba en el despacho de la casa, concentrado en un conjunto de documentos que requerían su atención inmediata. La luz de la lámpara de escritorio iluminaba su semblante serio, mientras repasaba las cifras y anotaciones con meticulosidad. La carga de responsabilidades pesaba sobre él, pero era un peso que llevaba con gusto por Elena y los gemelos que estaban por llegar.Un suave toque en la puerta interrumpió su concentración. Alzó la vista y vio a Elena entrando con una taza de té humeante entre las manos.—Pensé que esto te vendría bien —dijo ella con una sonrisa cálida, colocándolo sobre el escritorio frente a él.Giovanni dejó los papeles a un lado, observándola con una mezcla de cariño y reproche.—Elena, deberías estar descansan