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Un mes después…

Una boda de ensueño se está llevando a cabo en uno de los hoteles más finos del país, Taylor Morotova está contrayendo matrimonio con su prometida Pamela. Todos los miembros de la familia se desbordan de felicidad al ver a la hermosa chica vestida de blanco al lado del imponente Taylor, a quien nunca se imaginaron que sería el primero de los trillizos en casarse.

La ceremonia dio inicio y todos disfrutan de ver a los jóvenes que están frente al altar dando un paso de felicidad a sus vidas.

— Sí, acepto ser la esposa de Taylor Morotova, prometo amarlo y respetarlo hasta el día de mi muerte.

Fueron las palabras que Pamela expresó ante el sacerdote, y aquella cantidad de invitados que están atentos y curiosos a lo que está pasando aplaudieron con regocijo. Segundos después se dio la declaración que los designa como marido y mujer, mientras el público pide a coro el tan anhelado beso que representa la unión entre los esposos.

Pamela sabe que tiene que fingir, para eso ha sido contratada. Un beso ligero surgió por parte de Taylor, beso que no significa nada para dos personas que se odian. Sin embargo, para el público fue suficiente demostración de amor.

— Muy bien, querida esposa, me encanta que seas obediente y cumplas al pie de la letra con lo establecido en el contrato. —Expresó Taylor.

— Espero que tú también lo cumplas, recuerda que no puedes tocarme por ningún motivo.

— No te preocupes, eso nunca pasará porque tú no me gustas y tu cuerpo no es apetecible como para querer desperdiciar mi sueño con él. Odio a todas las mujeres, y más si son de tu posición económica. —Le recordó Taylor, lo mismo que le dijo el primer día que la conoció.

— En el contrato no leí ninguna cláusula que diga que puedes tratarme como se te dé la gana, aprende a respetarme.

— Eso no necesita estar escrito, ya deberías de saberlo en tu mente.

Taylor es firme en su decisión, seco con sus palabras y odioso con su esposa. La chica le teme y eso es lo que a él más le encanta y lo llena de orgullo, él es un egocéntrico que disfruta haciendo sufrir a quien le falta el respeto, esto incluye también a sus hermanos, aunque con ellos no es muy cruel que se diga.

Está dispuesto a no dejar en paz a Pamela, y el odio que desea demostrarle a su padre, Pamela será la que pague por esa condición que le impusieron, de casarse para seguir con la función de CEO.

— Recuerda que dentro de esta casa tú y yo no somos nada, dentro de la empresa y en la calle somos un matrimonio perfecto, pero al cruzar esa puerta, tú y yo no nos conocemos, ni siquiera quiero que me dirijas la palabra.

¿Te ha quedado claro?

— Sí. —Afirmó con tristeza porque sabe que a partir de esta noche no volverá a ser feliz si está al lado de ese arrogante.

— Bien, ahora ve y elige una habitación. Ah, y otra cosa, no quiero toparme contigo dentro de la casa ni en la cocina, por favor evita que eso suceda.

Fue el mismo Taylor quien decidió la fecha para la boda, también ha sido él quien pospuso la luna de miel, mintió al decir que ambos habían decidido posponerla para cuando tengan un mes de vacaciones y las tareas en el trabajo no estén tan apretadas. Nadie sabe que eso no es cierto, nadie lo sospecha, solo sus padres se imaginan que ellos están fingiendo y han firmado un contrato para ser la esposa falsa del CEO Taylor.

Antes de irse para la empresa, Pamela preparó el desayuno para ambos, sin embargo, su esposo tiró al balde de la basura, lo que ella preparó con devoción. Ella pasó saliva con dificultad, solo quiere llevar la fiesta en paz y no pasar aburrida en casa al llegar del trabajo, además como esposa su deber es alimentar sanamente al esposo.

— Te dije que no me quería topar contigo aquí en la casa, y mucho menos te he pedido que cocines para mí, justo debes de esperarme en el garaje para ir juntos a la empresa. Grábatelo en la mente, con comida no me vas a conquistar. —Gritó el esposo malhumorado.

Taylor no mide sus palabras, él no se imagina el dolor que ha provocado en el corazón de su esposa, el simple hecho de haber despreciado su comida le ha herido sus sentimientos que aunque no son de amor, pero ella lo hace de corazón.

En la empresa, Pamela se ha ganado el respeto de todos los empleados, bueno, no de todos. Hay una de las muchachas que recién ha llegado a hacer su práctica profesional, ella es un fastidio porque solo se la pasa al lado de Taylor, sin importarle que ella le demuestre ser la esposa.

— Jefe, estoy tan feliz de que me haya aceptado en su empresa, estoy dispuesta a aprender todo lo que usted me quiera enseñar. —Dijo, la practicante, remarcando la palabra todo y pasando su lengua por el borde de su labio inferior.

Pamela vio esa acción y sonrió, la chica cree que le dará celos al provocar a Taylor delante de ella. Más no sabe que los dos se odian y en el contrato hay una cláusula de que ninguno puede sentir celos del otro o intervenir si tiene otra pareja, con tal de que lo haga con el cuidado de que nadie los vea, pueden hacerlo sin problema.

— Pamela, esta tarde tengo una reunión con unos inversionistas, por desgracia tendrás que acompañarme porque quieren conocerte. —Anunció Taylor.

— ¡Oh! Qué pena, señor Morotova. Pero esta vez será mejor que te acompañe la practicante, yo tengo un compromiso con los compañeros de la universidad y aprovechando que ella puede hacer mi trabajo, ve con ella, total, se nota que ustedes dos se entienden bien.

— ¿Qué parte de que ellos te quieren conocer, no entiendes? Además, por qué te importa más ir a esa estúpida reunión sin sentido, en lugar de cumplir con tu trabajo, ¿Con quién te vas a ver allá? —Reclamó con molestia, golpeando el escritorio donde Pamela trabaja sin ponerle atención.

— ¿Está celoso, mi querido esposo? Ah, adoro cuando te pones así, mi amorcito. —Dijo, Pamela, en voz alta y seductora.

Lo ha hecho a propósito, se levantó de su silla y se acercó a Taylor al ver que la dichosa practicante viene en esa dirección y abrió la puerta sin siquiera antes tocar y pedir autorización.

— Ni que estuviera loco para estar celoso de una mujer tan fea y mal arreglada como tú. —Expresó entre dientes, por suerte lo ha hecho en voz baja.

— Shh, —Le interrumpió Pamela, colocando el dedo índice sobre sus labios. —Nos están espiando, por favor disimula y cambia tu cara de perro rabioso.

— Esta me la vas a pagar, a tu esposo no debes de faltarle el respeto con esas palabras, yo no soy ningún perro, me oyes. —Le susurró al oído y la pegó hasta sus caderas, fingiendo coquetear.

— Ya se ha ido la chica, por favor suéltame y vete de mi oficina. —Ordenó Pamela y por alguna razón, su esposo no la soltó de inmediato.

— Por si no lo recuerdas, la que está usurpando mi lugar eres tú. Esta es mi empresa y tú llegaste a arruinarla con tu presencia.

— Tú eres el culpable, por haberme obligado a firmar un contrato, yo estaba dispuesta a renunciar y tú no lo permitiste.

— En fin, eso ya no importa.

Ya estás avisada, no irás a ninguna parte que tenga que ver con tus estudios este día, pide a tu grupo que te respalde porque tú estarás ocupada.

— No eres nadie para detenerme.

— Soy tu esposo, m*****a sea, soy tu esposo y tu deber es estar a mi lado. —Repite Taylor, golpeando nuevamente el escritorio como si él tuviese la culpa de sus arrecheras.

— Claro, y el tuyo es coquetear con esa practicante, verdad, eso es una falta de respeto para mí que soy tu esposa. —Le reprocha Pamela, sin quedarse con las ganas de insultarlo.

Taylor salió de la oficina de Pamela, no está de humor para soportar berrinches de una chiquilla que no se deja dominar por él, cosa a la que tanto le temía y ahora le está sucediendo y con tal de seguir siendo el presidente del imperio Morotova la seguirá aguantando e incluso complaciéndola cuando están en público.

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