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Lourdes sintió que la sangre se le helaba en las venas. Su rostro perdió todo color mientras su respiración se volvía errática.Giancarlo, por su parte, clavó una mirada helada en la joven que se pavoneaba ante ellos con una sonrisa de autosuficiencia.—¿Qué demonios acabas de decir? —murmuró con voz grave, sus ojos entrecerrándose con sospecha.Brianna infló el pecho con orgullo, disfrutando del impacto que había causado.—¡Joel será padre! Y ustedes no pueden negarlo.Hernán, que hasta ahora había permanecido en silencio, sintió la rabia arderle en las entrañas. Sus puños se cerraron con fuerza.—Bien —dijo, con voz contenida—. Si eso es cierto, entonces haremos las cosas bien. Iremos con un médico y realizaremos una prueba de paternidad. Hoy en día hay formas de hacerlo sin afectar al bebé, con una simple muestra de sangre.Brianna palideció por un instante, pero su madre, segura de su jugada, tomó el control de la situación y asintió con firmeza.—¡Por supuesto que estamos de acuer
La puerta se abrió con un crujido, y Lourdes, Hernán y Tory entraron rápidamente en la habitación, la tensión palpable en el aire.Brianna, al notar su presencia, reaccionó al instante. Con manos temblorosas, intentó patear la jeringa que estaba a sus pies, pero la ansiedad la hizo tropezar.Al bajar de la cama, su cuerpo se tensó, un temor indescriptible la invadió como una ola aplastante.El miedo era evidente en sus ojos, reflejando una angustia profunda.—¡¿Qué haces aquí?! —exclamó, intentando controlar el pánico que amenazaba con desbordarse.—Quería verlo —respondió Lourdes, su voz cargada de una mezcla de preocupación y alivio al mismo tiempo.Cuando Lourdes vio a su hijo, con los ojos abiertos, pero aún ausente de consciencia, un suspiro de sorpresa y miedo salió de sus labios.A la vez, un rayo de alivio iluminó su rostro.Corrió hacia el botón para llamar al médico con urgencia, el cual llegó rápidamente para comenzar a atender la situación.El caos que había comenzado a des
Brianna sintió cómo el frío de la realidad la envolvía cuando su madre la sujetó por los hombros con una fuerza brutal.—¡Contesta, Brianna! ¡Ese niño es suyo! —La voz de la mujer retumbó en la habitación, llena de ira y desesperación.El sonido de la puerta azotándose la sacó de su trance. Humberto había aprovechado el caos para escapar, dejando atrás su miseria y su vergüenza.—¡Responde de una vez! —insistió su madre, sus uñas clavándose en la piel de Brianna.Pero Brianna no pudo decir nada.Un sollozo desgarrado se deslizó de su garganta, temblando como una niña que sabía que no había salida. Su madre no necesitó más confirmación. Lo supo. Y la rabia la consumió.—¡Maldita sea, Brianna! —gritó, apartándose de ella como si su sola presencia la enfermara—. Me hiciste quedar en ridículo frente al señor Vega. Arruinaste todo. ¡Todo!Brianna la miró con los ojos anegados en lágrimas, pero su madre ya había tomado una decisión.—¡Vas a abortar!El horror se reflejó en el rostro de Brian
Cuando Fernanda llegó al hospital acompañada de Matías, el aire parecía pesado, cargado de expectativas y nervios.Ella tenía un poco de miedo, siempre se ponía de nervios antes de un ultrasonido, pero finalmente había llegado el momento de escuchar como estaba su bebé.La sala estaba impregnada de una calma tensa, mientras la doctora la invitaba a recostarse en la camilla para realizar el ultrasonido.La pantalla, aún apagada, parecía prometer respuestas, pero el silencio envolvía el espacio con una extraña sensación de incertidumbre.Con las manos temblorosas, Fernanda se acomodó, mirando a Matías, quien la observaba con una mezcla de nervios y amor.Él le sonrió, buscando calmarla, pero ella sabía que ambos compartían el mismo miedo callado.El ultrasonido comenzó, y la doctora pasó el dispositivo por su abdomen, el gel frío chocando con su piel.Fernanda cerró los ojos, esperando escuchar el corazón de su bebé, pero el sonido esta vez sonaba muy rápido, la doctora revisando meticul
Brianna se aferró al asiento del auto con las manos temblorosas, su respiración entrecortada mientras observaba el camino desolado.Cada kilómetro que avanzaban la hacía sentir más atrapada, más indefensa.Miró de reojo a su madre, quien mantenía la vista fija en la carretera con una expresión fría, determinada.—Mamá… tengo miedo —susurró, con la esperanza de encontrar compasión en su voz.Pero su madre ni siquiera pestañeó.—Brianna, si no haces esto, no voy a ayudarte a criar a ese bebé —respondió sin titubeos—. ¿Entiendes? Te echaré a la calle.Las palabras golpearon a Brianna como un mazazo en el pecho. Sentía escalofríos, y no solo por el miedo, sino por la crueldad en la voz de la mujer que la trajo al mundo.Miró por la ventana.La clínica se alzaba ante ellas como una sombra siniestra en medio de la nada, un edificio descuidado, de paredes manchadas y ventanas cubiertas por cortinas viejas. No parecía un lugar seguro.Todo dentro de ella le gritaba que corriera, que se alejara
Joel y Tory no podían creer lo que acababan de descubrir. Las palabras de la noticia golpearon sus corazones con una fuerza implacable.—¡Es tan triste! —dijo Tory, su voz quebrada por la incredulidad—. Era tan joven… estaba embarazada, por un aborto mal realizado… ¡Ella murió!La realidad de lo sucedido parecía demasiado cruel para ser cierta. Las lágrimas brillaban en sus ojos, pero las palabras no salían de su garganta, como si el dolor de lo ocurrido las hubiera atrapado en un nudo imposible de deshacer.Joel la abrazó, tratando de consolarla, pero no podía evitar sentir una profunda tristeza en su interior. El rostro de Tory, lleno de angustia, le quebraba el alma. —Su madre… colapsó. Es como si hubiera perdido toda razón, Tory. Debemos ayudarla, debemos hacer algo por ella.Tory asintió sin decir palabra, apretando los puños contra su pecho como si pudiera contener dentro de sí misma el dolor que sentía por esa tragedia. Había algo profundamente injusto en todo esto, y el peso d
Los autos seguían pasando, y el bullicio de la ciudad se hacía cada vez más lejano.Tory, con los ojos fijos en el horizonte, sintió una sensación inexplicable en su pecho.El aire fresco de la tarde la envolvía, pero su mente no podía dejar de pensar en lo que acababa de ver. Humberto, allí, parado entre la multitud, observándola con una mirada fría y cargada de odio.Sus ojos se cruzaron brevemente, y el tiempo pareció detenerse.—¡Joel! ¡Era él! ¡Era Humberto! —exclamó, la voz quebrada, pero llena de incredulidad. Su corazón palpitaba a un ritmo frenético.Había visto su rostro, esa expresión dura y calculadora. ¡Lo había visto claramente!Joel, sin embargo, no parecía haberlo notado. Su mente estaba en otro lugar, su enfoque en otro objetivo. Miró a Tory, aun sin comprender el peso de sus palabras.—Olvídalo para siempre, Tory —respondió él, su voz calmada, como un intento de tranquilizarla—. Nunca te podrá lastimar de nuevo. Ya está todo en el pasado.Pero las palabras de Joel, po
Beth descansaba en la tranquilidad de su hogar, acariciando suavemente su vientre mientras sentía las pataditas de su bebé.Para ella, el embarazo había llegado como un milagro inesperado. Durante tanto tiempo había temido que la vida pudiera terminar en cualquier instante, que el destino la condenara a una existencia llena de penurias, pero ahora, con su salud mejorando día a día, la esperanza se abría paso en su interior.«Mi bebé, mamá, estará contigo, y tu vida será diferente. Papá y yo haremos todo lo posible para brindarte un futuro lleno de amor y oportunidades», murmuró con ternura, imaginando el mundo que estaban construyendo.Cuando Mateo llegó a casa, la abrazó con una fuerza que parecía querer fundir el pasado y el presente. Besó su frente con delicadeza y, mirándola a los ojos, le dijo:—Te amo. ¿Cómo te sientes hoy? Beth esbozó una sonrisa sincera y asintió con la cabeza. —Estoy bien, mi amor. Muy emocionada… pronto seré mamá.En ese instante, se acurrucaron juntos, y e