HOLA DÉJAME TUS COMENTARIOS O RESEÑAS GRACIAS POR LEER REGÁLAME TU LIKE EN EL CAPÍTULO ♥
Cinco años después…Alonzo Wang yacía en esa cama blanca, la luz tenue iluminaba su rostro demacrado.El hombre, agotado, luchaba contra una enfermedad autoinmune que le había sido diagnosticada después de la parálisis que había sufrido.A pesar de haber tenido acceso a los mejores médicos y enfermeras, su cuerpo ya no respondía, y en medio de un dolor físico que parecía consumirlo, sabía que no había nada más que hacer.Miró a la enfermera que lo había cuidado durante los últimos tres años. Ella estaba ahí, tan serena y profesional, pero sus ojos reflejaban una tristeza contenida.—¿Enviaste él… correo? —preguntó Alonzo con voz débil, casi quebrada.—Sí, señor Wang —respondió ella con suavidad—. El correo fue enviado a Roma Savelli, tal como usted me lo dictó.Alonzo sonrió levemente, aunque su expresión reflejaba una tristeza profunda, casi como si hubiera hecho todo lo posible, pero ahora, lo único que quedaba era la calma de saber que ya nada podía cambiar.—¿Es feliz? —preguntó él
Roma Savelli ha dedicado su vida a buscar la felicidad de sus hijos, deseando que encuentren el amor verdadero.Sin embargo, para sus hijos, el amor siempre ha sido una batalla difícil de librar.Mateo Savelli ha dejado atrás su corazón después de la trágica muerte de su prometida, Annia, en un accidente inexplicable. Cerrado a la idea de amar nuevamente, su vida da un giro cuando se cruza con Beth, una mujer misteriosa que decide convertir en su amante secreta.Pero cuando una mujer idéntica a su difunta novia aparece, la obsesión de Mateo lo consume y lo sumerge en una tormenta emocional.La pérdida de Beth lo obliga a enfrentar una verdad inquietante: ¿realmente su corazón sigue anclado al pasado o está listo para seguir adelante?Mientras tanto, Matías vive atrapado en un matrimonio por contrato con Fernanda Serra, pero el regreso de su antigua amante, Laura, amenaza con destruir la frágil estabilidad que ha construido.Lo que Matías no esperaba es que, cuando por fin comienza a se
Matías salió de la casa con el corazón palpitante y las manos aferradas al volante con una fuerza desmedida.El motor rugía en la calle, mientras conducía hasta el punto de encuentro.El aire frío se colaba por la ventanilla entreabierta, pero no lograba enfriar la rabia que hervía dentro de él.Al llegar, la vio.Laura estaba de pie, con los hombros caídos y los ojos vidriosos, al borde de las lágrimas.Cuando lo vio, su rostro se iluminó con un destello de esperanza.—¡Matías! —exclamó con voz temblorosa, estirando la mano para tocarlo.Pero él la detuvo en seco. Su mirada, antes llena de amor por ella, ahora era dura, gélida.—Quiero la verdad —su voz sonó como un filo cortante—. Dame una prueba de que no estás mintiendo... como de costumbre.Laura parpadeó, sorprendida.Pensó que, como siempre, sería fácil de manipular, pero algo en él había cambiado. Ya no era el hombre que caía rendido a sus pies con una simple caricia o una lágrima. No, ahora parecía impenetrable.Todo tenía un
Cuando el auto se detuvo frente a la entrada del lujoso hotel, Beth sintió que su cuerpo entero temblaba. Sus piernas estaban tan débiles que apenas pudo sostenerse al bajar.Su instinto le gritaba que corriera, que huyera antes de cruzar esas puertas, pero una voz helada resonó en su cabeza, atrapándola en una jaula invisible."Consigue el dinero para la operación de tu hermano. Si vuelves sin él... ¡Voy a matarte!"La amenaza de su padre le perforó el pecho como un cuchillo.No había ternura, no había amor, solo una sentencia fría y despiadada. Su hermanito era lo único que realmente le importaba en este mundo.Apenas veinte años y ya estaba atrapada en un abismo, intentando estudiar en una escuela nocturna mientras su vida se desmoronaba bajo el peso de una familia que la había arrastrado al infierno.El sonido de la puerta de la habitación, cerrándose a sus espaldas, la devolvió a la realidad.—Bien —la voz de ese hombre la envolvió como una sombra oscura—. A menos que tengas algo
Cuando Matías abrió los ojos, la luz de la mañana lo envolvió suavemente, pero el dolor que sentía en su cabeza era insoportable.Se levantó lentamente del sofá de su sala, con la mente nublada, el cuerpo pesado como si el peso de la culpa lo aplastara.Caminó arrastrando los pies hacia la habitación principal, cada paso un reflejo de la agitación interna que no podía controlar.Al llegar, vio a Fernanda, su esposa, en la cama, inmóvil, envuelta en la paz del sueño. La imagen de ella, tan serena y dulce, contrastaba violentamente con el caos que sentía por dentro.Se acercó, pero se detuvo en seco.La vio tan tranquila, tan pura, inocente... como un ángel. Un ángel al que había traicionado, un ángel que no merecía el tormento que él había causado.Lanzó un suspiro cargado de pesar, sus dedos temblaron al alzar la mano, como si quisiera tocarla, abrazarla, pedirle perdón.Pero la imagen de su rostro, la tristeza en sus ojos cuando ella lo miró la última vez, después de su encuentro, lo
Fernanda, con el rostro enrojecido por la rabia, levantó la mano y abofeteó el rostro de Matías.El sonido resonó en la habitación, y él se quedó parado allí, completamente perplejo, como si el golpe le hubiera dejado sin aire.—¡Eres un hipócrita! —gritó Fernanda, su voz temblando entre el dolor y la furia—. Te fuiste detrás de tu amante, ¿y simplemente dirás que no hiciste nada malo?Matías, aun con el ardor en la mejilla, intentó procesar sus palabras, pero no pudo.El peso de la situación lo ahogaba. Intentó hablar, pero las palabras se le atragantaban.Finalmente, sus ojos se encontraron con los de Fernanda, esos ojos que siempre fueron dulces con él, pero ya no ahora vio solo rabia.—¡No hice nada malo! ¡No he sido infiel al matrimonio, lo juro! —respondió, casi a modo de defensa, como si las palabras pudieran calmar el caos.—¿Negarás que estabas con Laura? —replicó Fernanda, su voz quebrada, pero firme.Matías sintió un nudo en el estómago.Aquella verdad que había estado ocult
En el centro comercial.La atmósfera estaba impregnada de la vibrante energía de un lugar lleno de compradores apurados, pero para Matías, todo parecía nublarse a su alrededor.Fernanda descendió del auto con una elegancia casi irónica, un aire de desprecio en su porte que él ya conocía demasiado bien.No le gustaba, pero no podía evitar mirarla.Era como si estuviera decidida a demostrarle que lo podía destruir de la manera más sutil: con su indiferencia y su ostentación.Sin decir palabra, ella entró en la primera tienda, una boutique de lujo, y comenzó a llenar su carrito con zapatos y ropa de precio exorbitante.Los miraba como si fueran simples objetos que podía adquirir con la misma facilidad con la que respiraba.Matías, sentado en una esquina, observaba cómo los cargos se sumaban, cómo el número en la pantalla de la caja se incrementaba a medida que Fernanda elegía y elegía.Cada pieza era más cara que la anterior, cada elección más provocadora.Cuando ella regresó con las bols
Matías y Giancarlo Savelli iban en el auto, el silencio que llenaba el vehículo era pesado, opresivo, casi palpable.Giancarlo no decía una sola palabra, pero su rostro estaba teñido de una rabia feroz. Su mandíbula tensa, sus manos apretadas en los puños, casi podían escucharse los golpes de su corazón acelerado, como si pudiera estallar en cualquier momento.El chofer conducía sin prisa, pero Matías no podía dejar de mirar por la ventana, como si el paisaje pudiera calmar la tormenta que se desataba dentro de él.El aire se volvía más denso con cada kilómetro que se acercaban a la mansión Savelli.Cuando finalmente llegaron, Matías saltó del auto sin esperar a que el chofer abriera la puerta.La mansión se erguía frente a él como una prisión dorada, y su padre lo llevó al despacho.—¡¿Qué demonios hacías persiguiendo a Laura Sotelo?! ¡Esa… zorra! —gritó Giancarlo, sin poder contenerse más.Matías lo miró fijamente.Sabía que las palabras de su padre iban a lastimarlo, pero no estaba