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—¡Déjame en paz! —gritó Beth, las manos temblorosas, mientras se apartaba de Bruno, su respiración agitada—. ¡No sé nada! ¡Savelli me ha expulsado de la empresa! No puedo hacer nada.Bruno la agarró con brutalidad, sus dedos como apretando su cuello, y ella vio en sus ojos una furia tan profunda que le heló la sangre.Las lágrimas caían sin cesar de su rostro, pero no le importaba. No había piedad en él.—¡Si no me ayudas, mataré a tu familia! —bramó, su voz llena de odio y desesperación.Beth luchaba por respirar, pero sus palabras eran un susurro ahogado.—¡Mátalos, no me importa! —respondió, incapaz de ocultar el rencor y el dolor que la ahogaban.Bruno apretó aún más su agarre, sus dedos marcando su piel. Un brillo de rabia iluminó su rostro.—¡Bien! —dijo, como si se tratara de una resolución—. Entonces, te mataré a ti ahora. Pero antes… disfrutaré de tu cuerpo caliente.Beth sintió que el mundo se desmoronaba.El hombre la empujó al suelo con tal fuerza que casi perdió el conocim
Matías despertó en la mañana, solo en esa cama.Se dio cuenta de que Fernanda no estaba a su lado. Se levantó rápidamente, buscando su rastro por toda la casa. Nada. Llamó su teléfono, pero ella no respondió.Un mensaje apareció en la pantalla:«¿Qué quieres?»Le envió otro:«¿Dónde estás?»«No eres mi dueño, puedo ir donde quiera. ¿Tienes miedo de que haya ido a ver a mi amante?»Esa respuesta lo enloqueció. Sintió cómo la rabia crecía dentro de él, y entonces, en medio de la confusión y la ira, le vino una idea.Sonrió, estuvo seguro de donde estaba, y comenzó a prepararse para ir tras ella.***En el hospital, Fernanda se encontraba junto a su padre, que estaba dormido después de la última quimioterapia. Le dolía verlo tan frágil, tan vulnerable.—No me mires así, hija —dijo su padre con una sonrisa débil—. Estoy bien. El cáncer hizo metástasis, pero el doctor dice que estoy mejorando. No voy a perder esta batalla.Fernanda se contuvo, y aunque quería llorar, le sonrió, intentando n
—¿Quién te crees que eres? Eres un imbécil —exclamó Fernanda, empujándolo con todas sus fuerzas.Matías sonrió, una sonrisa llena de desafío, mientras sus ojos brillaban con deseo.Se acercó a su rostro, demasiado cerca, y ella sintió que su cuerpo reaccionaba involuntariamente. No podía evitarlo, su respiración se volvía más errática y sus manos, aunque temblorosas, empujaban su pecho para mantener la distancia.Pero él no se detuvo, tomándola de las muñecas con firmeza y apartándolas de su cuerpo.En ese momento, sus labios tomaron posesión de los de ella, y no encontró resistencia.Fernanda, en su lucha interna, terminó cediendo. Nunca pudo negarse a Matías, no desde la primera vez.Besó su cuello, y supo que estaba perdida. En un abrir y cerrar de ojos, ya estaban en la cama, y él, con manos grandes y calientes, comenzó a despojarla de su ropa.Cada toque suyo la quemaba, y Fernanda sentía como su propio deseo se avivaba.Sus respiraciones se entrelazaban, sus cuerpos se buscaban c
—¡Yo…!Bruno se acercó rápidamente a ella, pero el sonido del teléfono rompió la tensión. Beth lo miró con desesperación.—¡Es Mateo Savelli! —pensó, sintiendo que, por alguna razón, era su única oportunidad. Pensó en cómo podía manipular la situación para salir airosa. Su mente corría mientras trataba de encontrar las palabras correctas—. Déjame responderlo, sin mí no podrás conseguir lo que quieres.El hombre la observó por un momento, evaluando la situación. Finalmente, asintió y dio un paso atrás.Beth respiró hondo y contestó rápidamente.—Hola.—¿Por qué no me has llamado? —la voz de Mateo sonaba frustrada al otro lado de la línea.—Eh… he estado ocupada, pero, ¿necesitas algo? —respondió, tratando de mantener la calma.—No me hables con ese desdén. ¿Ya conseguiste un empleo nuevo?—No… sigo buscando. —El miedo era palpable en su voz, pero intentó mantener una postura firme.—Bien. Tal vez pueda darte un trabajo como afanadora del edificio, ¿qué te parece?Las palabras de Mateo l
Beth no pudo rechazarlo, y el beso la envolvió con una intensidad inesperada.Sus labios se encontraron con desesperación, como si ese momento fuera el único en el mundo.El sabor de su boca la hizo perderse, y cuando sus manos recorrieron su cuerpo por encima de la tela de la ropa, todo lo demás pareció desvanecerse.La pasión era pura, arrolladora, y en ese instante, se sintió como si todo lo que había sucedido hasta ahora fuera insignificante.El deseo la estaba consumiendo por completo, y cuando sintió que estaba a punto de entregarse, de dejarse arrastrar por la corriente de lo prohibido, la puerta se abrió de golpe.—¡Mateo! —la voz de Andrea fue como una orden inquebrantable, un eco de dolor que cortó la atmósfera pesada entre ellos.Mateo se separó de Beth de inmediato, el rojo de la vergüenza, tiñendo su rostro hasta las raíces del cabello.Miró a Andrea, y sin decir una palabra, vio cómo ella se alejaba con lágrimas desbordando sus ojos. Algo en su expresión se rompió.—¡Vete
—¡Brindemos! —dijo Beth, con una sonrisa forzada que intentaba esconder el nerviosismo que sentía.Extendió la copa con temblorosas manos, que el hombre recibió con una mirada hambrienta y un gesto de satisfacción.Él sonrió y bebió el trago de un solo sorbo, con rapidez.Beth observaba cómo el líquido se deslizaba por su garganta, como si el destino estuviera sellado en ese pequeño gesto.—¿Qué te parece si hacemos algo más excitante? —dijo Bruno, acercándose con descaro, rozando su cuerpo con el suyo.El aliento caliente de él le acarició la piel, y Beth sintió que su corazón se detenía por un momento.El terror la envolvió como una sombra oscura.—No… por favor… —susurró Beth, pero el hombre ya había dado el siguiente paso.De repente, él la soltó, su expresión cambiando bruscamente al darse cuenta de que algo no estaba bien.Beth pudo ver en su rostro la confusión mezclada con la sorpresa.El hombre tropezó, mareado por el veneno que Beth había colocado discretamente en su copa.—¡
Mateo, aterrorizado, la levantó en sus brazos con una rapidez que no pensó, como si su vida dependiera de ella.Su corazón latía desbocado, golpeando su pecho con fuerza, mientras sentía el peso de la angustia y el pánico atenazándole la garganta.La llevó rápidamente a la cama, con la piel sudorosa y el rostro pálido de Beth, reflejando una fragilidad que jamás había visto en ella.Su miedo era palpable, y su voz temblaba cuando ordenó con firmeza.—¡Llamen a un médico, rápido! —dijo, su voz grave, cargada de desesperación.Con manos temblorosas, acarició el rostro de Beth, el contacto apenas tocando su piel.Un estremecimiento recorrió su cuerpo al sentir la frialdad de su piel.Nunca la había visto tan vulnerable, tan débil. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal.—Beth… ¿Nunca te vi tan débil? —susurró, la angustia presionándole el pecho.Sentía que el aire se le escapaba con cada latido de su corazón.No pasó mucho tiempo antes de que el médico llegara.Entró rápidamente, con
De pronto, la mano de Mateo se cerró con furia sobre el cuello de Andrea, apretando con tanta fuerza que sentía que le faltaba el aire.—¡¿Eres Annia?! —su voz estaba llena de rabia contenida, su respiración agitada.Andrea luchó por mantener la calma, pero el miedo la invadió, y una sensación de ahogo se instaló en su pecho.Todo su cuerpo estaba tenso, como si pudiera quebrarse en cualquier momento.No podía dejar que él descubriera la verdad, no aún, porque tenía miedo.—¡No! —respondió, pero su voz se rompió en un chillido apenas audible, un sonido de desesperación que apenas alcanzó a escapar.Él la soltó de golpe, pero su mirada... esa mirada lo decía todo. No le creía.Andrea sintió cómo un escalofrío le recorría la columna vertebral. El sudor comenzó a cubrir su frente, y su mente luchaba para encontrar algo, cualquier cosa, que pudiera calmarlo.Los ojos de Mateo no dejaban de examinarla, profundizando en cada uno de sus movimientos, buscando señales de mentira.Y Andrea lo sa