Alex sonrió y cuando su mirada se cruzó con la de Marcos, se burló—. Espero que nunca más te cruces en nuestro camino —sin decir nada, Marcos volvió a su auto y se marchó. Horas más tarde, los Ferri abordaron el avión privado. Horas después, aterrizaron en el aeropuerto de Washington. Varios hombres estaban esperando afuera. Cuando vieron a Alex, abrieron la puerta del coche— ¡Bienvenido, señor Smith! — Alex les agradeció y junto a su hermana y madre se adentraron en el coche. Al llegar, Maite contempló el lugar, soltó un suspiro y miró hacia atrás. Tenía ganas de salir corriendo y volver a París. Todo lo que había allí le resultaba ajeno. — Maite — la voz de su mamá la sacó de sus pensamientos — Ven, cariño — caminó hasta su madre. Al entrar, vio a una niña correr y lanzarse a los brazos de Alex. —¡Papi! —, aquella pequeña rubia envolvió sus piernas y brazos en el cuerpo de su padre. Alex la llenó de besos y mimos, ante esa escena Maite evitó la mirada y la centró en cualquier o
Marcos agarró a Maite de ambos brazos, apretó las muñecas de la joven y cuestionó —¿Qué estás diciendo? ¿Cómo que nuestro hijo no está muerto? —, a pesar de que hablaba con calma, la manera en qué presionaba sus muñecas era la señal de que aquel hombre estaba irritado —¡Responde! —, la soltó cuando sintió que hacía más presión de lo que debía. No iba a volverse a comportar como un patán con ella, aunque motivos de sobra tenía, pero inhaló y exhaló para poder controlarse. —No te hagas el estúpido, Marcos. Sabes perfectamente de que estoy hablando, no trates de engañarme porque no creeré en tu supuesta inocencia, piensas que creeré que no sabes nada de mi hijo después de que has pasado día y noche vigilándome durante estos meses. —No, no sé nada, no sé de qué me estás hablando, mujer—, miró a Rebeca, y está bajó la mirada. —Ya hace dos meses que Marcos retiró la vigilancia, soy testigo de eso—, explicó Elisa —Nosotros no tenemos idea de lo que hablas ¿De dónde sacas que el niño no
—¿Puedo llevarte a casa? —, propuso al detenerla del brazo. —La llevaré yo—, se acercó Ángel, le tomó la mano ganándose una mirada asesina de Marcos —Vino conmigo y volverá conmigo—, al sentirse como una cosa la cual ambos querían obtener, se molestó. Más cuando ambos empezaron a jalarla minuciosamente como si fuese una cuerda. —Me iré sola—, se soltó de ambos —Pasa por mí a las dos—, dijo al dirigirse a Marcos, luego miró a Ángel —Nos vemos mañana—, le dio un beso en la mejilla y se fue. se fue sin mirar atrás, sin mirar a ver a un Marcos que estaba rojo de la cólera. Ángel tenía una sonrisa dibujada en sus labios, la cual se borró cuando Marcos lo tomó del cuello de la camisa y lo sacudió —No pongas tus ojos en mi esposa, ¿entendido? —, con una grande sonrisa, Ángel López le apretó las manos y se soltó del agarre y refutó. —Firma el divorcio, y deja de meterte en su vida, porque a ella ya le eres indiferente—, apretando los labios, Marcos se acercó más a Ángel, estaban cara a c
Las manos de Marcos rodaron tras el cuello de ella, desde ahí la acercó más a su rostro, dejó su frente pegada a la de ella. Suspiró profundo y luego subió sus labios a la frente, le dio un beso y con sus fuertes brazos la rodeó por completo y la apegó más a su pecho. El corazón de Marcos palpitaba de forma acelerada. Maite podía oír claramente ese fuerte latido que retumbaba cómo tambor de aldeanos. Sus delgadas manos las pasó por el torso de su esposo, cerró los ojos y aspiró de la exquisita fragancia que manaba de la camisa de su amado. Su corazón también iba de prisa, era como si ambos hicieran competencia de cual sonaba más duro. Un suspiro sollozante se le escapó, levantó el rostro y conectó su mirada con los oscuros ojos de él, los cuales brillaban ante la situación que se estaba suscitando. —Te amo—, le dijo al soltar una ráfaga de viento que acarició el delicado cutis de ella —Perdóname—, volvió a repetir. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces le había pedido per
Marcos llegó a la villa, apenas ingresó se fue directamente a la cocina, antes de ingresar se percató de que la luz del comedor estaba encendida. Se acercó y encontró a Clarisa concentrada en sus tareas. Al ver a su jefe, la joven cerró de inmediato el cuaderno, se levantó y nerviosa se disculpó. —¿Por qué te disculpas? —, Marcos se fue acercando, abrió el cuaderno y miró los apuntes —¿Estás realizando las tareas? —, ella asintió —¿Por qué tan tarde? ¿No tienes tiempo para hacerlo en el día? —, agarrando sus cosas ella respondió. —Es que trabajo en el día y estudio al llegar la noche. —¿Cómo? ¿Estás en una universidad de noche? —, ella asintió —¿Por qué? —Porque a mi padre no le alcanza para pagarme la universidad. Y debo trabajar para pagarme la otra parte yo, y la única que encontré para estudiar, fue esa. —¿El sueldo que le pago a tu padre es tan poco? ¿Eso es lo que me quieres decir? —No, no es eso señor. Solo que—. Clarisa apretó los labios, ella no podía decirle a su jef
—Ya vuelvo—, Alex se levantó y fue tras de Clarisa. Antes que ella saliera de la casa la agarró del brazo y la recostó a la pared —Quien diría que te encontraría aquí—, ella le miró enojada. Con esfuerzo sacudió sus brazos y se quiso zafar del agarre. —Suéltame, no te conozco y no sé por qué estás aquí. —Bueno, cómo puedes ver soy hermano de la esposa de tu jefe—, Clarisa abrió un poco la boca y luego la cerró, más cuando Alex agarró su dedo y preguntó —Fue este, ¿cierto? —, sonrió de medio lado y lo llevó a su boca, chupó de él provocando un cosquilleo en la guata de la joven. —¿¡Que haces!? —, se logró zafar. —Me sacaste el dedo en la empresa y no se para que, imaginé que era para que te lo chupe—, ella le miró con una expresión desorientada, él sonrió y dando media vuelta se fue. —¡Tarado! —, limpió la humedad de su dedo y se fue a lavarlo. Seguido se dirigió a la pequeña casa que quedaba a unos cuantos metros de la villa de los Heredia. Al llegar, su madre que se encontraba
Al día siguiente, Marcos se levantó temprano como todos los días, después de darse una ducha bajó a desayunar, mientras lo hacía le dio una revisada el celular encontrándose con los mensajes enviados anoche a su esposa, aún sin responder. Dejó el celular a un lado y bebió del café, limpiando su boca se levantó y salió del comedor —¿Tienes tiempo? —, Inquirió Elisa. Marcos miró el reloj de mano y asintió, caminaron juntos hasta la sala, se sentaron frente a frente —Como ya vas a volver con Maite, yo volveré a la hacienda. —Abuela, créeme que no nos estorbarás. —No es por eso. Ustedes dos necesitan estar solos, esto será como el comienzo de su matrimonio. Además, extraño mi país, casa, el clima de mi ciudad, el canto de los animales ya ha sido un esfuerzo haber vivido tres años aquí. Estoy vieja, quiero estar en el único lugar donde existen los recuerdos de tu padre, abuelo y madre. —No quiero que estés sola en ese lugar, siempre hemos estado juntos, no quisiera separarme de ti. —
—No he tenido nada con ella—, apretó los dientes —Díselo, dile que aquello fue una estupidez que cometiste, colocaste droga en mi bebida y te aprovechaste de que estaba en ese estado para luego quererme obligar a casar contigo—, la miraba con ojos afilados, seguido miró a su esposa y suspirando pidió —Debes creerme, jamás tuve un romance con ella, es más, no sabía que fuera la esposa de tu hermano, yo… —¿Qué me aproveché de ti? Fuiste tú quien se aprovechó de mí y jamás respondiste como un hombre—, Laura empezó a llorar, pues a ella aún le dolía que ese hombre se comportara de esa forma al amanecer, la trató de lo peor, le gritó en la cara que él jamás pondría sus ojos en ella, que ella para él no existía y jamás existiría. «Esa mañana Marcos estaba súper molesto por haber terminado en la cama con Laura, alguien que para él no existía, ni siquiera sabía que esa mujer estudiaba en la misma universidad, y de paso compartieran las mismas clases. En cambio, ella, ella si sabía todo de