Maite salió como todos los días al parque donde perdió a su hijo. Le gustaba ir porque ahí tenía el último recuerdo del rostro de su pequeño. Trayendo los recuerdos de ese día unas lágrimas se le desprendieron. Inhalando profundo se detuvo justo en el lugar donde lo vio por última vez, los hombres que la acompañaban le rodearon y ella los miró con desdén —A un metro—, exigió. —Lo siento señora, pero no puedo mantenerme tan lejos de usted. —Te estoy dando una orden y debes acotarla. —Tengo órdenes estrictas de mantenerme cerca de usted, a menos de medio metro. Sabiendo que ellos no iban a cambiar de parecer, porque tenían órdenes de Marcos y si no las cumplían, este se las cobraría al regresar. Se dio por rendida. Dio media vuelta y se dirigió a una de las bancas de metal, ahí concentró toda la atención en remembrar ese día, el cual dejó una herida profunda en el corazón del cual no sabía si podría sanar. Dolió tanto que, cada día la herida se hacía más grande. Al ver a Ma
Con una expresión fría, Marcos observó aquella joven que se había tomado el atrevimiento de ingresar a su casa sin haber dado él, o su esposa el consentimiento —¿Isabela? —, más que un susurro fue una pregunta hacia su esposo, creía que él la conocía, no obstante, Marcos no tenía conocimiento de quién era esa mujer.—Si, Isabela López—, aquel apellido resonó en la cabeza de Marcos y Maite, inmediatamente pensaron en Ángel, pues él tenía ese mismo apellido.—¿Eres hija de Ángel? —, no, era ilógico que lo fuera ya que, Ángel contaba con treintaicinco años de edad, y aquella muchacha, aunque era joven no lo suficiente para ser la hija de un hombre de esa edad. Maite pensó que Ángel había sido padre a los diecisiete, pero también se preguntaba, ¿Qué hacia la hija de Ángel en su casa? —Él es mi tío—, aclaró.Marcos, que había permanecido en silencio observando a la joven sin expresión alguna, inquirió —¿Y qué quieres? ¿Qué haces en mi casa? —, su voz iba cargada de frialdad, lo que ll
Después de descargar las ganas que se cargaban subieron a la habitación, ahí arriba volvieron hacer el amor, ya estando en la cama Maite quiso tratar del tema, pero Marcos ya empezaba a roncar. —¿En serio te dormiste o solo lo haces para evitar hablar de…?—Hasta mañana mi amor—, le dio un beso en la frente, por consiguiente, se giró dejando la espalda a ella. Maite suspiró y se acomodó en la almohada, seguido cerró los ojos y se perdió en el sueño. Cómo cada noche soñó con su pequeño hijo, en esta vez el sueño le mostraba que estaba por alcanzar aquellos pequeños pasos. Al día siguiente, a primera hora le sacó el tema de Isabela —Ok, puede quedarse—, Maite lo abrazó por detrás aferrándose así a su esposo, sabía que, muy dentro de ese hombre cruel, había un gran hombre, solo se debía buscar la forma de llegarle al corazón, aunque el agujero para entrar en ese, fuera igual de pequeño como el de una aguja. Bajaron tomados de la mano, ya estando en el comedor junto a Isabela, Ma
—¿Estás seguro de lo que me estás diciendo?—Claro que sí, ¿por qué habría de mentirte? Si gustas ve y pregúntale al mismo Ángel—. Isabela volvió a bajar y vio a los hermanos cuchicheando, tragó grueso e imaginó que Alex ya le había contado todo a Maite —Cuídate, nos vemos el fin de semana—, se despidió de Maite y se marchó. En cuánto Maite se quedó perdida en los pensamientos. Lo dicho por Alex le dejó aturdida, y empezó a atar cabos de lo que Isabela hacía últimamente, pues la joven no desaprovechaba la oportunidad para pasar cerca de Marcos, más ahora, que desde hace una semana su esposo no le dirigía la palabra. Su cerebro se disparó en uno y mil pensamientos al darse cuenta de que durante todos estos días Marcos no se molestaba con Isabela, incluso la tenía dentro del despacho mientras él trabajaba, eso era algo que Marcos en su vida haría, ya que odiaba el más mínimo movimiento que pudiera distraerlo. ¿Acaso se lo permitía porque le gustaba su prima? Recordó la cercanía e
Al ver a Maite, Marcos usó la fuerza que no había querido usar mientras esa mujer intentaba besarlo, y la lanzó al suelo —¡Maite!, ¡déjame explicarte! —, Maite no quiso escuchar, dio media vuelta y se marchó. Marcos corrió tras de ella, no podía dejarla ir sin antes explicarle lo que estaba sucediendo, le agarró fuertemente mientras caminaba.—¡Suéltame! —. Exigió al mismo tiempo que lo abofeteaba, su hermoso rostro no había sido golpeado por una mujer más que su abuela, el único que se había atrevido a golpearlo era Alex, y ahora la hermana de este se había atrevido a golpearlo —¡No me sigas! Continúa en lo que estabas—, exigió, dio la vuelta y se fue. ¿Esa mujer creía que podía irse tan fácilmente después de haberlo golpeado? Una vez que le explicara las cosas la llevaría a la habitación y la castigaría con el látigo de la felicidad, la dejaría exhausta, ni siquiera iba a poder caminar. Marcos la volvió agarrar y la llevó a él con fiereza, a las buenas o a las malas ella iba a es
El corazón de Marcos se aplastó cuando Maite lo señaló como culpable y no le dio oportunidad de explicarle las cosas. Sus hermosos ojos negros fueron inyectados de sangre, se volvieron completamente rojos. Antes de que lo subieran a la patrulla miró a su amada la cual le miraba con frialdad y no mostraba ni pizca de arrepentimiento. Después que se llevaran a Marcos, Maite pasó los dedos por debajo de sus ojeras y limpió las lágrimas que se desbordaron. Por supuesto que no creía que Marcos había intentado violar a Isabela, pero, joder, que bien se sentía verlo ser esposado y llevado a prisión, como le gratificaba el corazón ver a Marcos ser acusado injustamente. Aunque le dolía, aunque su corazón estaba muriendo en agonía, no dejaba de sentir satisfacción por ver a Marcos así, derrotado, destruido y abatido porque ella no creía en él. ¿No fue eso lo que hizo él cuando la metió en prisión injustamente condenándola a vivir los meses más horribles de su vida? El día de verlo así tenía
Ángel llegó a la mansión de los Smith, Rebeca le recibió con un beso en su mejilla, en cuanto Maite bajaba las gradas. Esperó encontrar una Maite devastada por tal situación, no obstante, su amada Maite lucia calmada.La esperó a que bajara —Vine a ver cómo estabas. —Como puedes ver, estoy bien—, le sonrió y pasó hacia la sala, Ángel la siguió. Se sentaron frente a frente. —Creí que…—¿Qué estaba muriendo por lo sucedido? —, asintió —Ya vez que no, la verdad es que, me siento bien, verlo ahí, me satisface.—¿Es en serio? —, estaba atónito, era como si lo escuchado no fuera cierto. —Ese hombre fue cruel conmigo—, apretó los dientes al recordar lo que le hizo, sus ojos picaron y sintió un nudo en su garganta, parpadeó un par de veces para disipar las lágrimas, seguido sonrió y suspiró —¿Qué te trae por aquí? —. El teléfono de Ángel sonaba con constancia —No vas a contestar. —No, es mi hermano que quiere que le ayude con el caso de Isabela. —¿Y qué piensas hacer? —Nada,
Ángel desvió la mirada, ver a esa mujer le hacía recordar todo ese pasado, se sintió indignado de que estuviera en Washington y ni siquiera le había dejado ver a su hijo. Se preguntaba, ¿Cuándo habían regresado? ¿por qué su pequeño no le había llamado a decir que estaba de vuelta? Lo último que supo fue regresarían una vez que terminara el campamento, por las fechas que le dio, este aun no acababa. Después de sentarse la miró, estaba tan hermosa como siempre, al verla sonreír con Gonzáles pensó en, lo segura que estaba de ganar el juicio, pero él no se lo permitiría, ahora tenía un motivo más para ganar ese caso. Cuando Marcos salió a la sala de juicio, a los primeros que vio fue a Ángel e Isabela, clavó la mirada en esta última observándola con odio y desprecio, tras apartarla de ahí, la centró en Ángel, le regaló una sonrisa hipócrita y mirada siniestra. Isabela empezó a temblar, decía no poder ver a Marcos, que le aterraba estar en el mismo lugar. Ángel trató de calmarla haci