Al ver a Maite, Marcos usó la fuerza que no había querido usar mientras esa mujer intentaba besarlo, y la lanzó al suelo —¡Maite!, ¡déjame explicarte! —, Maite no quiso escuchar, dio media vuelta y se marchó. Marcos corrió tras de ella, no podía dejarla ir sin antes explicarle lo que estaba sucediendo, le agarró fuertemente mientras caminaba.—¡Suéltame! —. Exigió al mismo tiempo que lo abofeteaba, su hermoso rostro no había sido golpeado por una mujer más que su abuela, el único que se había atrevido a golpearlo era Alex, y ahora la hermana de este se había atrevido a golpearlo —¡No me sigas! Continúa en lo que estabas—, exigió, dio la vuelta y se fue. ¿Esa mujer creía que podía irse tan fácilmente después de haberlo golpeado? Una vez que le explicara las cosas la llevaría a la habitación y la castigaría con el látigo de la felicidad, la dejaría exhausta, ni siquiera iba a poder caminar. Marcos la volvió agarrar y la llevó a él con fiereza, a las buenas o a las malas ella iba a es
El corazón de Marcos se aplastó cuando Maite lo señaló como culpable y no le dio oportunidad de explicarle las cosas. Sus hermosos ojos negros fueron inyectados de sangre, se volvieron completamente rojos. Antes de que lo subieran a la patrulla miró a su amada la cual le miraba con frialdad y no mostraba ni pizca de arrepentimiento. Después que se llevaran a Marcos, Maite pasó los dedos por debajo de sus ojeras y limpió las lágrimas que se desbordaron. Por supuesto que no creía que Marcos había intentado violar a Isabela, pero, joder, que bien se sentía verlo ser esposado y llevado a prisión, como le gratificaba el corazón ver a Marcos ser acusado injustamente. Aunque le dolía, aunque su corazón estaba muriendo en agonía, no dejaba de sentir satisfacción por ver a Marcos así, derrotado, destruido y abatido porque ella no creía en él. ¿No fue eso lo que hizo él cuando la metió en prisión injustamente condenándola a vivir los meses más horribles de su vida? El día de verlo así tenía
Ángel llegó a la mansión de los Smith, Rebeca le recibió con un beso en su mejilla, en cuanto Maite bajaba las gradas. Esperó encontrar una Maite devastada por tal situación, no obstante, su amada Maite lucia calmada.La esperó a que bajara —Vine a ver cómo estabas. —Como puedes ver, estoy bien—, le sonrió y pasó hacia la sala, Ángel la siguió. Se sentaron frente a frente. —Creí que…—¿Qué estaba muriendo por lo sucedido? —, asintió —Ya vez que no, la verdad es que, me siento bien, verlo ahí, me satisface.—¿Es en serio? —, estaba atónito, era como si lo escuchado no fuera cierto. —Ese hombre fue cruel conmigo—, apretó los dientes al recordar lo que le hizo, sus ojos picaron y sintió un nudo en su garganta, parpadeó un par de veces para disipar las lágrimas, seguido sonrió y suspiró —¿Qué te trae por aquí? —. El teléfono de Ángel sonaba con constancia —No vas a contestar. —No, es mi hermano que quiere que le ayude con el caso de Isabela. —¿Y qué piensas hacer? —Nada,
Ángel desvió la mirada, ver a esa mujer le hacía recordar todo ese pasado, se sintió indignado de que estuviera en Washington y ni siquiera le había dejado ver a su hijo. Se preguntaba, ¿Cuándo habían regresado? ¿por qué su pequeño no le había llamado a decir que estaba de vuelta? Lo último que supo fue regresarían una vez que terminara el campamento, por las fechas que le dio, este aun no acababa. Después de sentarse la miró, estaba tan hermosa como siempre, al verla sonreír con Gonzáles pensó en, lo segura que estaba de ganar el juicio, pero él no se lo permitiría, ahora tenía un motivo más para ganar ese caso. Cuando Marcos salió a la sala de juicio, a los primeros que vio fue a Ángel e Isabela, clavó la mirada en esta última observándola con odio y desprecio, tras apartarla de ahí, la centró en Ángel, le regaló una sonrisa hipócrita y mirada siniestra. Isabela empezó a temblar, decía no poder ver a Marcos, que le aterraba estar en el mismo lugar. Ángel trató de calmarla haci
Maite se fue sin mirar atrás, sin darle el perdón que Marcos necesitaba. Caminaba por las calles abrazada así misma, gruesas lágrimas rodaban de sus mejillas, no hacía por limpiarlas, dejaba que el viento las secara. Se suponía que debía sentirse satisfecha, llena por lo sucedido, porque al fin Marcos iba a pagar todo el daño que le hizo, porque después de muchos años lo veía derrotado y suplicando perdón, no obstante, se sentía vacía, destrozada por lo sucedido. Amó a ese hombre como en su vida había amado a nadie, se enamoró de él perdidamente por la protección que le brindó cuando su padre murió, por la forma en que la trataba cuando vivía en París, pero cuando fue a su país, cuando lo visitó se convirtió en un monstruo que la lastimó tanto, dejó grandes cicatrices que no pudo sanar, aun cuando estaba volviendo a vivir esa vida hermosa como lo fue en París. Ella creía que había superado todo, que su corazón había sanado, no obstante, bastó verlo con otra para que todo el resent
Estaba planeado clavar la navaja las tantas veces que fueran necesarias, hasta el punto de hacer cernidero el abdomen de Marcos, y destrozar todos sus intestinos y órganos, no obstante, otro grupo ingresó trayendo consigo a los guardias y evitando que eso sucediera. Marcos cayó al suelo y observó el hombre parado delante de él —¡Guido! —, curvó las comisuras al ver el rostro de su antiguo compañero de colegio. —El mismo, no reconociste mi voz, creí que después de darte la navaja me seguirías y buscarías, pero sigues tan creído y arrogante como siempre, Marcos Heredia. Marcos sonrió y una línea de sangre se escapó por sus comisuras. Guido lo sacudió —Aún no es tiempo, Marcos. Rápidamente lo sacaron de la celda y lo llevaron a la enfermería de prisión. Al ver la navaja clavada en el abdomen del prisionero, el doctor solicitó sea llevado a un hospital. De camino a este se les informó a los familiares, el abogado se dirigió de inmediato al hospital, ocultando lo sucedido a Elisa.
La visita de Isabela a Marcos fue un punto a favor de este, su abogado hizo uso de ese error para reabrir el caso. No era posible que la mujer que decía haber sido violada, visitara a su violador cuando este le había hecho demasiado daño. —Elisa, Marcos fue herido en prisión—, la anciana tocó su pecho, si Gonzáles no le aclaraba de inmediato que se encontraba fuera de peligro, ella habría muerto del dolor —Está bien, puedes irlo a visitar. —Tienes que sacar a mi nieto de ese lugar, me lo van a matar. —Lo sacaremos de ahí, Elisa. Ya verás que lo sacaremos. Confiando en que Marisa sacaría a Marcos de prisión, Elisa salió de la villa rumbo a la clínica. Por otro lado, Ramón se sentía furioso por el plan fracasado, más cuando supo que Isabela visitó a Marcos y eso les dio opción a los abogados de Marcos para abrir el caso. Si esto sucedía, si se reabría el caso de Marcos Heredia, Sara tenía que volver a declarar, y resultaba que esa mujer estaba muerta, eso era otro problema más.
—¿Y tú? ¿Quién te crees para entrar así a mi casa? —. Replicó Ángel. Marcos miró con altivez todo a su alrededor, y con arrogancia respondió —¿Estás seguro de que es tu casa? Si bien era cierto que el abogado tenía su casa, pero ahora mismo se encontraba en la mansión de su abuelo, el lugar donde vivía su madre, y en el que vivió desde la niñez. Y esa casa también era parte de la herencia que su abuelo le dejó a Marcos, y por petición de Elisa este aceptó no desalojar a la madre de Ángel. Sin embargo, después de todo lo que habían hecho los hijos de esa mujer, no dudaría en echarlos a la calle. Caminó alrededor de la sala, pisando con fuerzas el suelo y haciendo sonar la suela de sus caros zapatos —¡Estás en mí territorio, y puedo aplastarte cuando me dé la gana! —. Lanzó al suelo el maletín de Ángel y se acomodó en los muebles como todo un Rey. Desde ahí miró fijamente a Izan —¡Así que querías destruirme jugando tan sucio! —. Se levantó y se paró al frente. Apretó con fuerzas la