APENAS NAZCA SE IRÁ.
De camino a la villa, Marcos la ignoraba, mientras tanto, Maite mantenía su mirada centrada en el exterior. Soltaba varios suspiros al recordar cada momento que había pasado en esa ciudad, en cada rincón de esa urbe tenía un recuerdo feliz junto al hombre que estaba a su lado. Cuando se giró para ver a Marcos, se encontró con sus oscuros ojos observándola. Ella rodó los ojos y volvió la mirada a la ventana.

En un par de horas llegaron a la villa, la misma en la que siempre se hospedaba cuando visitaba París. Era el lugar donde habían compartido tantos momentos y donde Maite había pasado muchas noches durmiendo, y él nunca la había tocado porque decía que quería que fuera su esposa para poseerla sin descanso una vez que estuvieran casados.

—Bienvenido, señor Heredia —dijo Beatrice, dirigiendo la mirada a Maite—. Señorita, es un gusto tenerla aquí de nuevo. Marcos sabía lo amable que era Beatrice con Maite, por eso llevó a Pancha.

—Señora —dijo Marcos—. Ya estamos casados.

—¡Eso es m
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