Esa noche, Marcos se quedó a dormir en los muebles que adornaban el pequeño bar. Cuando despertó, Enner ya no estaba. —Enner ¿A qué hora se fue? —preguntó al guardia. —A las dos de la mañana, señor —respondió el guardia. Marcos agradeció por la respuesta, subió a la habitación y Maite aún estaba dormida. Al momento que él ingresó, ella abrió los ojos. Después de haber subido, no pudo dormir. Aunque la música no estaba en volumen alto, ella podía escuchar las carcajadas de Enner. —¿Ya desayunaste? —inquirió al retirar su reloj. —No —descubrió su cuerpo y se adentró al baño. Lavó su boca y salió, dejándole libre el baño para Marcos. Después de que Marcos se bañó y estaba por cambiarse, Maite ingresó. Tomándole por sorpresa, lo besó, dejándole completamente en trance. Al no tener respuesta de él, dio dos pasos hacia atrás. Luego, dio media vuelta para salir. No obstante, Marcos la agarró del brazo y la acercó a él. Al segundo siguiente, arremetió con vigor a la boca de Maite. Caminaro
Horas más tarde, Alex se dirigió a la empresa de Marcos, varios guardias le cerraron el paso —¡Quiero ver al jefe! —, exigió de forma déspota. —¿Tiene alguna cita? No puede pasar si su nombre no consta en el tablero. —No ¡no tengo ninguna cita! ¡Pero necesito hablar con ese miserable! —, empezó a gritar y exigir ver a Marcos. Este se encontraba junto a Enner resolviendo varios problemas que se habían suscitado. —Otro más que retira sus acciones y las pone en venta, Marcos. —¡Cómpralas! —¿¡Pero te has vuelto loco!? Lo que menos podemos hacer ahora es gastar dinero comprando acciones. —¡He dicho que las compres! —, Enner asintió. —Quedaremos arruinados—, Marcos le lanzó una mirada de reproche —Viejo, ¿de qué sirve comprar las acciones si…? —Levantaré la empresa. Tú solo has lo que te digo—, volvió a centrarse en lo que estaba haciendo. El teléfono sonó, lo agarró sin despegar la mirada del computador —Dime. —Señor, un hombre llamado Alex Smith quiere verlo. —¡No estoy para ate
La felicidad por la recuperación de la memoria de su abuela no fue del todo felicidad para Marcos. En otro momento habría saltado de alegría, le habría abrazado y llenado de besos. Pero tener a su esposa a su lado, sin reaccionar todavía, evitó que gozara de esa noticia. —Debo llevar a Maite al hospital—, dijo Marcos apresuradamente. —¿Maite? ¿Qué tiene Maite? ¿Acaso ese hombre logró abusar de ella? —, preguntó la abuela confundida. —¿De qué hablas, abuela? —, respondió Marcos mientras encendía el motor y aceleraba. No le dio importancia a lo que Elisa decía, solo quería llevar a su esposa al hospital y asegurarse de que su bebé estuviera bien. Ya solo quedaban pocas semanas para que su hijo naciera y justo ahora tendría que enfrentarse a esta situación. —Marcos, ¿cuánto tiempo llevo así, sin memoria? —, preguntó la abuela. —Ocho meses, abuela. Han pasado ocho meses desde aquel incidente, pero ahora no es momento de hablar de eso. Solo necesito llegar al hospital lo más rápido po
Marcos se derrumbó ante aquella noticia. Sus grandes piernas se doblaron quedando de rodillas en el suelo. Su pecho ardía como si ácido hubiera sido derramado por dentro. Su corazón dolía, sentía que la mano de un gorila lo apretaba y se lo iba arrancando lentamente hasta el punto de asfixiarlo. Se rehusaba a creerlo, se negaba a aceptarlo. Él no asimilaba aquella verdad. Él no podía aceptar que su bebé, al cual esperó con tanto anhelo estuviera muerto. A pesar de estar enojada con su nieto por lo que había hecho con Maite, Elisa se acercó y lo abrazó. Verlo así le afectó profundamente—. ¡Abuela, dime que no es verdad! —se aferró a la cintura de su abuela, donde sollozó como cual niño perdido en la plaza. Sus sollozos se hicieron más fuertes cuando su abuela le dijo que si, que era cierto, que el pequeño había muerto. El imponente Marcos Heredia, con su arrogancia y prepotencia se encontraba aferrado a los pies de su abuela, llorando y reprochando a Dios por haberle arrebatado otr
Alex sonrió y cuando su mirada se cruzó con la de Marcos, se burló—. Espero que nunca más te cruces en nuestro camino —sin decir nada, Marcos volvió a su auto y se marchó. Horas más tarde, los Ferri abordaron el avión privado. Horas después, aterrizaron en el aeropuerto de Washington. Varios hombres estaban esperando afuera. Cuando vieron a Alex, abrieron la puerta del coche— ¡Bienvenido, señor Smith! — Alex les agradeció y junto a su hermana y madre se adentraron en el coche. Al llegar, Maite contempló el lugar, soltó un suspiro y miró hacia atrás. Tenía ganas de salir corriendo y volver a París. Todo lo que había allí le resultaba ajeno. — Maite — la voz de su mamá la sacó de sus pensamientos — Ven, cariño — caminó hasta su madre. Al entrar, vio a una niña correr y lanzarse a los brazos de Alex. —¡Papi! —, aquella pequeña rubia envolvió sus piernas y brazos en el cuerpo de su padre. Alex la llenó de besos y mimos, ante esa escena Maite evitó la mirada y la centró en cualquier o
Marcos agarró a Maite de ambos brazos, apretó las muñecas de la joven y cuestionó —¿Qué estás diciendo? ¿Cómo que nuestro hijo no está muerto? —, a pesar de que hablaba con calma, la manera en qué presionaba sus muñecas era la señal de que aquel hombre estaba irritado —¡Responde! —, la soltó cuando sintió que hacía más presión de lo que debía. No iba a volverse a comportar como un patán con ella, aunque motivos de sobra tenía, pero inhaló y exhaló para poder controlarse. —No te hagas el estúpido, Marcos. Sabes perfectamente de que estoy hablando, no trates de engañarme porque no creeré en tu supuesta inocencia, piensas que creeré que no sabes nada de mi hijo después de que has pasado día y noche vigilándome durante estos meses. —No, no sé nada, no sé de qué me estás hablando, mujer—, miró a Rebeca, y está bajó la mirada. —Ya hace dos meses que Marcos retiró la vigilancia, soy testigo de eso—, explicó Elisa —Nosotros no tenemos idea de lo que hablas ¿De dónde sacas que el niño no
—¿Puedo llevarte a casa? —, propuso al detenerla del brazo. —La llevaré yo—, se acercó Ángel, le tomó la mano ganándose una mirada asesina de Marcos —Vino conmigo y volverá conmigo—, al sentirse como una cosa la cual ambos querían obtener, se molestó. Más cuando ambos empezaron a jalarla minuciosamente como si fuese una cuerda. —Me iré sola—, se soltó de ambos —Pasa por mí a las dos—, dijo al dirigirse a Marcos, luego miró a Ángel —Nos vemos mañana—, le dio un beso en la mejilla y se fue. se fue sin mirar atrás, sin mirar a ver a un Marcos que estaba rojo de la cólera. Ángel tenía una sonrisa dibujada en sus labios, la cual se borró cuando Marcos lo tomó del cuello de la camisa y lo sacudió —No pongas tus ojos en mi esposa, ¿entendido? —, con una grande sonrisa, Ángel López le apretó las manos y se soltó del agarre y refutó. —Firma el divorcio, y deja de meterte en su vida, porque a ella ya le eres indiferente—, apretando los labios, Marcos se acercó más a Ángel, estaban cara a c
Las manos de Marcos rodaron tras el cuello de ella, desde ahí la acercó más a su rostro, dejó su frente pegada a la de ella. Suspiró profundo y luego subió sus labios a la frente, le dio un beso y con sus fuertes brazos la rodeó por completo y la apegó más a su pecho. El corazón de Marcos palpitaba de forma acelerada. Maite podía oír claramente ese fuerte latido que retumbaba cómo tambor de aldeanos. Sus delgadas manos las pasó por el torso de su esposo, cerró los ojos y aspiró de la exquisita fragancia que manaba de la camisa de su amado. Su corazón también iba de prisa, era como si ambos hicieran competencia de cual sonaba más duro. Un suspiro sollozante se le escapó, levantó el rostro y conectó su mirada con los oscuros ojos de él, los cuales brillaban ante la situación que se estaba suscitando. —Te amo—, le dijo al soltar una ráfaga de viento que acarició el delicado cutis de ella —Perdóname—, volvió a repetir. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces le había pedido per