¿Que será eso que Valdimir quiere que Aelina encuentre en el espejo? ¡Lo descubrias si no te pierdes ni un solo capitulo! gracias por leer, adios!
Vladimir permaneció en un silencio imperturbable por unos instantes, pues ya no deseaba continuar la conversación con Aelina, y ella tampoco se atrevía a formularle más preguntas. Finalmente, con un movimiento grácil, el Rey Lobo se puso de pie dentro de la tina mientras la joven permanecía detrás de él. Aelina tragó saliva, observando con ojos desorbitados cómo el agua blanquecina se escurría por el cuerpo musculoso y bronceado de Vladimir. Aunque luchó por evitarlo, no pudo impedir que su mirada se desviara hacia la imponente figura de su esposo impuesto, contemplando sin pudor alguno cada detalle de su anatomía a la perfección.Ella se hundió en el agua tibia de color nacarado, dejando solo su nariz visible, en todo momento, observaba de reojo al hombre lobo. Los hombros anchos de él se alzaban con orgullo, sus brazos definidos por años de entrenamiento con la espada. El torso de Vladimir estaba cubierto por una tenue capa de vello oscuro que descendía hasta su abdomen perfectamente
Erik esperó pacientemente mientras ella daba un mordisco al pan, que aún despedía humo por lo calientito que estaba. Las migas se adhirieron a las comisuras de los labios de Aelina de forma descuidada y cuando el muchacho vio que se fijó en ese pequeño detalle por estarle viendo los labios a la Reina, agitó su cabeza para entrar en razón.—Si me disculpa, la esperaré afuera... me informaron que debo acompañarla al Cuarto del Espejo —anunció Erik en un tono respetuoso.—¿Cuarto del Espejo? —Y cuando ella hizo esa pregunta, al instante recordó esa habitación solitaria y lúgubre donde solo estaba ese extraño espejo enorme de marco dorado—. Oh, cierto, yo estuve ayer, me aprendí el camino, no es necesario que me acompañes, jovencito —respondió de forma tranquila, limpiándose los labios con una servilleta de lino.Erik vaciló, desviando la mirada hacia la puerta entreabierta.—Lo lamento, pero debo seguir órdenes, su majestad... Si me dijeron que la acompañara, debo hacerlo —declaró el jove
Finalmente, cuando Aelina terminó de desayunar, cogió uno de esos vestidos que le habían traído, dándose cuenta de que ninguno era de colores vivos o de tonos florales como ella acostumbraba a usar en su reino. Sin embargo, todos estos eran de tonos sobrios, como color azabache, azul oscuro casi llegando a negros, también vestidos grises oscuros. Todos tenían elaborados bordados con hilos de plata y oro, y las telas se veían de excelente calidad, pero esos tonos oscuros, como si ella estuviera de luto, no le agradaban. Pero como no tenía nada más que usar, cogió uno de esos vestidos y se lo colocó ella misma lo mejor que pudo, ajustando los lazos y las cintas con dedos ágiles.Cuando terminó de vestirse, calzó sus pies con unos suaves zapatos de terciopelo con tacón y dejó su cabello suelto, dejando en claro que necesitaba accesorios para amarrarlo. La verdad era que Aelina deseaba salir y conocer el reino más a fondo, y quizás poder hablar bien con ese sirviente, porque se notaba que
Los guardias intercambiaron miradas, dudando por un instante. Finalmente, después de una breve pausa, hicieron a un lado sus lanzas y uno de ellos abrió las puertas, lo suficiente para que pudiera pasar.Dentro del Salón de Reuniones, Valdimir estaba acompañado con sus hombres de más confianza, discutiendo asuntos cruciales. De repente, la entrada del guardia interrumpió la conversación. El hombre lobo se inclinó respetuosamente ante su Rey.—Su majestad... —comenzó, pero Valdimir lo silenció con un gesto brusco, el ceño fruncido en señal de molestia.—¿Qué hace la humana aquí? Desde hace rato puedo sentir su aroma —espetó, sus ojos brillando con sospecha.El guardia tragó saliva, nervioso ante la mirada penetrante de su soberano.—No lo sé, su Alteza... ella mencionó que debe decirle algo de vital importancia.Valdimir entrecerró los ojos, la curiosidad ardiendo en su interior. ¿Qué podría ser tan importante? Tras una breve pausa, asintió con sequedad.—Hazla entrar.El guardia obedec
Valdimir clavó su mirada cargada de incredulidad sobre Aelina, apretando los puños con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos, mientras luchaba por contener la furia que burbujeaba en su interior, amenazando con desbordar. Un músculo palpitaba en su mandíbula apretada, y sus ojos destellaban con un brillo peligroso. Pasándose una mano temblorosa por su cabello corto, intentó dominar su respiración agitada antes de hablar, porque en ese momento, estaba haciendo su mejor intento para conservar la calma, pero sin resultados demasiados positivos hasta el momento.—¿Me has interrumpido en medio de una reunión crucial con mis guerreros... —hizo una pausa, inhalando profundamente para calmarse— ...solo para pedirme... frivolidades femeninas? —espetó finalmente, cada palabra cargada de reproche.Aelina se mantuvo firme, alzando la barbilla con desafío, aunque no pudo evitar que un leve temblor recorriera su cuerpo al ver la expresión tormentosa en el atractivo rostro de Valdimir. Él
Luego de decir eso, le soltó el cuello, solamente para sujetarle la mandíbula con fuerza, obligándola a mirarlo a los ojos y estar aún más cerca de él. Los labios de Aelina temblaron al sentir su aliento cálido sobre su rostro.—Escúchame bien, mujer —murmuró con voz amenazante, mientras sus ojos se paseaban por toda la fisonomía de Aelina, quien respiraba entrecortadamente, sintiendo cómo su zona íntima, debido a esa peligrosa cercanía con él, volvía a contraerse, gustosa por los susurros amenazantes y ese tono de voz que... Aelina prefirió ni siquiera pensarlo, así que lo pasó por alto escuchando cómo él le advertía: —No volverás a faltarme al respeto de esta manera ni a interrumpir mis reuniones —siseó, su aliento cálido golpeando el rostro de la joven Reina—. Si quieres tus ridículos cosméticos y adornos, tendrás que ganártelos. De lo contrario, ¡no tendrás nada!Dicho esto, la soltó con brusquedad, haciendo que Aelina se tambaleara. La tensión sexual entre ellos era sofocante, mez
Con un gesto brusco y sin delicadeza alguna, Valdimir sujetó firmemente el brazo de Aelina y comenzó a guiarla a través de los largos pasillos del imponente castillo del reino de los lobos. Los curiosos ojos de los sirvientes y guerreros que deambulaban por los corredores se posaron sobre ellos, observando con atónita mirada cómo el soberano conducía a su reina sin el menor atisbo de gentileza.En el trayecto, Aelina intentó zafarse en vano de su férreo agarre, forcejeando inútilmente mientras un rubor de indignación teñía sus mejillas.—¡Suéltame! Puedo caminar sola, Valdimir —protestó con voz airada, frunciendo el ceño en un gesto de molestia.—Sé que puedes caminar sola, de lo contrario te llevaría cargada... camina —ordenó Valdimir con tono severo e irónico, sin aflojar su mano sobre el delicado brazo de la joven.Sumidos en un tenso silencio, avanzaron por diversos corredores hasta que finalmente llegaron ante una robusta puerta de madera tallada. Valdimir, haciendo gala de su inu
Aelina cerró los ojos, dejando atrás todo pensamiento y presencia de Valdimir, y se sumergió en una profunda concentración, intentando canalizar su magia hacia el espejo. Aunque su cuerpo juvenil de 18 años aún era inexperto, los diez años de experiencia que mantenía intactos en su mente le permitían guiar sus manos para canalizar su poder. Solo tenía que enfocarse y llevar a cabo esa hazaña. En ese instante, era como si un guerrero curtido en batallas hubiera despertado atrapado en el cuerpo de un muchacho inexperto. Eso traería consecuencias, pues, aunque tuviera una vida de experiencias, jamás sería la de antes. Su nuevo cuerpo inexperto tendría limitaciones, y así era como se sentía Aelina en ese momento. Pero a pesar de todo, ella estaba dando lo mejor de sí.La habitación prácticamente vacía quedó en silencio, solo roto por la suave respiración de Aelina mientras se concentraba. De repente, una tenue luz dorada comenzó a emanar de sus manos pegadas al reflejo del espejo. La joven