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Al llegar a la villa, Marisa abrió ojos enormes, era un lugar hermoso, lujoso, y grande; una gran mansión, en medio de un bosque.—Lo llaman el bosque negro, por los árboles de ébano, y tiene muchas leyendas que temer, dicen que quien entra al bosque solo sale muerto —dijo Laura, ama de llaves de la gran mansión.—Como sea es un lugar hermoso.Raúl estaba en la sala, cuando las mujeres entraron, parecían felices, emocionadas.—¡Raúl! —exclamó Piama y lo abrazó, la mujer lucía tantas joyas en su cuello, y manos, pero Raúl tenía un gesto enfadado—. ¡Qué cara! ¿Quién se murió?—Nadie, tal vez tú, cuando te enteres.Piama furnció el ceño, Miranda que recién llegaba le miró con duda—Habla ya, Raúl, no te hagas del rogar.—Vengo de una boda.—¿Boda? ¿Quién se casó? ¿Acaso la tonta hija del exgeneral? ¿Por qué no me invitó?—Evan Santori se casó.Los ojos de las mujeres se abrieron enormes, parecía que les iba a dar un ataque cardiaco.A la mañana siguienteEvan despertó estaba tumbado en el
Alba Los besos de Rhys siempre fueron suaves y dulces, un simple roce de terciopelo. Pero, estos labios son como quemarse en el fuego, a veces parecen dulces, casi tiernos como una caricia, luego parecen poseídos de una prisa, como si quisiera dejarme sin aliento. Me estremezco, y tiemblo, mi rostro cubierto de rubor, siento vergüenza de la reacción de mi cuerpo, algo late más fuerte que mi corazón y se siente tan bien, cuando debía sentirme mal. Su lengua se abre paso por mi boca, acaricia la mía, llenándome de su humedad, sus manos estrechan mi cintura, su aliento cálido me domina, es como si perdiera la razón, cuando quisiera empujarlo lejos de mí, me encuentro incrédula de mis acciones, abrazada a su cuerpo. Se despega de mis labios solo un poco, aún me mira con las pupilas grandes, y oscurecidas, por instinto mis labios van tras los suyos, pero el beso ha terminado, creo que lo olvidé. Sonríe, y vuelve a besarme, esta vez tan despacio, que me hace temblar. —Debemos dormir. N
—Yo no tengo porque informar sobre mis planes, puesto que soy un hombre libre, además estaban de viaje, no voy a retrasar mi vida por nadie, nunca lo he hecho. Miranda titubeó ante las palabras severas de Evan, incluso Alba no esperó que el hombre fuera tan déspota con sus familiares, a veces la sorprendía mucho. —¡Hijo! Pero, moría por estar en tu boda, ser parte de tu dicha. —Aún soy muy dichoso, puedes ser parte de eso, querida Miranda, pero, si es así, no me explico, ¿Por qué tratas tan mal a Marisa? Ella es ahora parte de mí familia. Miranda bajó la mirada, mordió su lengua con fuerza —¡Lo siento tanto! No debí hacerlo, pensé que era solo una criada, ella no me advirtió. —¿Y tú, Raúl? Tú si que lo sabías —espetó Evan con ojos rabiosos —Lo siento… ella ha querido seguir siendo de la servidumbre, es su decisión. Marisa agachó la mirada, sus ojos estaba cristalinos, y Alba tomó su mano. Evan no iba a presionarla más. —Bien, olvidemos este tema, pero recuerden que, a partir d
Alba Él se acerca más, rompe su beso, y yo estoy por entrar en pánico. Me quedó callada, trago saliva y bajo la mirada. Siento esos ojos azules me observan con intensidad. Hundo mi rostro, no quiero verle, con una mano alza mi barbilla, le miro con los ojos inundados de miedo. —Te prometo que no te haré daño —él me besa furtivo, primero lento, luego con apremio, no puedo detenerlo. Pega su cuerpo al mío, puedo sentirlo. Pierdo el aliento, abandona mis labios, pero besa mi rostro, sigue el camino a mi cuello y hombros, dejando un rastro de humedad. Me siento acalorada, de pronto sus manos apartan los tirantes del vestido de dormir, con tal facilidad que no puedo evitarlo, mi vestido cae a mis pies. Una sensación de vergüenza me invade, nunca he estado así, tan expuesta frente a un hombre. Parece como un león salvaje, cuyo impulso lo ha vencido, siento miedo. Se aleja un momento, y cuando creo que estoy a salvo, caigo en desgracia, al notar que ha comenzado a desprenderse de su ro
Cuando Evan abrió los ojos, miró a la mujer durmiendo a su lado, sonrió y besó su mejilla, salió de la cama, hasta el cuarto de baño. Ella abrió los ojos, no dormía, pero no quería verlo. Se levantó, vistiéndose con rapidez, observó las sábanas, había una ligera mancha rojiza seguida de un par más que le recordaron a pétalos de rosa en la nieve. «Pensé que sería la mujer del hombre que amaba, ahora solo soy suya», pensó con amargura. Le costaba aceptar las sensaciones y sentimientos experimentados. Se recostó de nuevo, no estaba dispuesta a ver a ese hombre. Moría de vergüenza. Cerró los ojos, se quedó dormida, solo sintió un dulce beso en su frente y despertó. —Sigue durmiendo, princesa, iré a trabajar, pero volveré para la comida. Ella no dijo nada, lo vio salir. Solo entonces salió de la cama como un rayo, fue hasta la ducha, y por fin se dio un largo baño. Sintió que su cuerpo estaba agotado, todo dolía, como su hubiese hecho un gran esfuerzo, el recuerdo de ayer la hizo enr
Evan alcanzó a Alba, ella soltó su mano, cuando la sintió junto a la suya. —¡Déjeme! ¿Qué hará? ¿Me golpeará? ¡Hágalo! Me han golpeado tantas veces, otro golpe no dolerá más. Él la miró con dolor, ¿Quién era esa mujer? Esa mañana se sintió tan feliz de despertar con la mujer que amaba, ahora ella era una completa desconocida. —Jamás golpearía a una mujer, no sé por qué actúas así, ¿Te compré? Tú sabes la razón, creí que te salvaba. —¡¿Y pro que no me dejó ir?! Prefirió casarse conmigo, sabe porque lo hizo, por su capricho, cuando se aburra de mí, ¿Comprará otra esposa? Evan la miraba incrédulo, preguntándose como podía decir tantas tonterías por segundo. La atrapó en sus brazos. —¡Yo no quiero ninguna esposa! No compraré nada más, ¡Por Dios! Entiéndelo de una m*****a vez y por todas, ¡Yo te amo a ti! Eres con la única mujr que quiero estar desde ahora y para siempre. Los ojos de Alba le miraron atormentados, sintió ese beso, como si devorara sus labios, un calor los impregnó, é
Alba retrocedió asustada, mirando sus grandes ojos, sin saber que decir o hacer. —¡¿De donde la sacaste?! La mirada de Evan era rabiosa, podía recordar todo lo que decía cada carta, era como si estuviese grabada en su mente. «Rhys: Aquí estoy, me hicieron conocer el infierno. Cambiar a mis héroes por fantasmas, sonreír por un momento, llorar por miles. Una jaula de oro, por un siglo de sufrimiento. Intercambié mi dignidad, por la fría comodidad de un cuidador. Como quisiera que estuvieras aquí, ¿Por qué me dejaste atrás? ¿De verdad dejaste de amarme? Nunca me responderás, tú estás tres metros bajo tierra, y yo estoy aquí, creyendo estar viva, aunque cada vez más muerta. Algún día escaparé, seré libre. Ahora soy una mujer casada. Pienso en que, si el destino fuera justo, yo sería tu mujer. Me avergüenzo de mí misma, te decepcionaría estar frente a mí, no soy ni la sombra del pasado. Quisiera decirte que soy fiel a mi promesa de amor, quisiera decir que soy tuya en cuerpo y alma,
Alba retrocedió, estaba por caer en esa cama, miró sus ojos, él levantó la mano y por instinto ella cerró los ojos creyendo que le pegaría, en cambio sintió esa suave caricia, abrió los ojos, confusa, sintió su imponente presencia. Evan besó sus labios, su boca fue invadida por él, quiso detenerlo, pero él tomó sus manos, haciéndola caer en la cama, sintió miedo, y un calor que la impregnaba. Ella pensó que él la echaría de su lado, tal vez cualquier hombre lo hubiese hecho, pero parecía que Evan no era capaz. Cuando detuvo el beso, y quiso volver a besar sus labios, ella giró, rechazándolo, Evan sintió rabia de su actitud. Tomó su rostro con fuerza, ella sintió la presión, sus ojos se asustaron, la besó con furia, como si hubiera prisa, ella se quedó sin aliento, intentó detenerlo, pero no pudo, él la hizo caer en la cama, y se puso encima. Besó su cuello, con urgencia, deseó que se detuviera, iba demasiado rápido, la asustaba. Quitó su vestido tan hábil, la sorprendió. Estaba d