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—Yo no tengo porque informar sobre mis planes, puesto que soy un hombre libre, además estaban de viaje, no voy a retrasar mi vida por nadie, nunca lo he hecho. Miranda titubeó ante las palabras severas de Evan, incluso Alba no esperó que el hombre fuera tan déspota con sus familiares, a veces la sorprendía mucho. —¡Hijo! Pero, moría por estar en tu boda, ser parte de tu dicha. —Aún soy muy dichoso, puedes ser parte de eso, querida Miranda, pero, si es así, no me explico, ¿Por qué tratas tan mal a Marisa? Ella es ahora parte de mí familia. Miranda bajó la mirada, mordió su lengua con fuerza —¡Lo siento tanto! No debí hacerlo, pensé que era solo una criada, ella no me advirtió. —¿Y tú, Raúl? Tú si que lo sabías —espetó Evan con ojos rabiosos —Lo siento… ella ha querido seguir siendo de la servidumbre, es su decisión. Marisa agachó la mirada, sus ojos estaba cristalinos, y Alba tomó su mano. Evan no iba a presionarla más. —Bien, olvidemos este tema, pero recuerden que, a partir d
Alba Él se acerca más, rompe su beso, y yo estoy por entrar en pánico. Me quedó callada, trago saliva y bajo la mirada. Siento esos ojos azules me observan con intensidad. Hundo mi rostro, no quiero verle, con una mano alza mi barbilla, le miro con los ojos inundados de miedo. —Te prometo que no te haré daño —él me besa furtivo, primero lento, luego con apremio, no puedo detenerlo. Pega su cuerpo al mío, puedo sentirlo. Pierdo el aliento, abandona mis labios, pero besa mi rostro, sigue el camino a mi cuello y hombros, dejando un rastro de humedad. Me siento acalorada, de pronto sus manos apartan los tirantes del vestido de dormir, con tal facilidad que no puedo evitarlo, mi vestido cae a mis pies. Una sensación de vergüenza me invade, nunca he estado así, tan expuesta frente a un hombre. Parece como un león salvaje, cuyo impulso lo ha vencido, siento miedo. Se aleja un momento, y cuando creo que estoy a salvo, caigo en desgracia, al notar que ha comenzado a desprenderse de su ro
Cuando Evan abrió los ojos, miró a la mujer durmiendo a su lado, sonrió y besó su mejilla, salió de la cama, hasta el cuarto de baño. Ella abrió los ojos, no dormía, pero no quería verlo. Se levantó, vistiéndose con rapidez, observó las sábanas, había una ligera mancha rojiza seguida de un par más que le recordaron a pétalos de rosa en la nieve. «Pensé que sería la mujer del hombre que amaba, ahora solo soy suya», pensó con amargura. Le costaba aceptar las sensaciones y sentimientos experimentados. Se recostó de nuevo, no estaba dispuesta a ver a ese hombre. Moría de vergüenza. Cerró los ojos, se quedó dormida, solo sintió un dulce beso en su frente y despertó. —Sigue durmiendo, princesa, iré a trabajar, pero volveré para la comida. Ella no dijo nada, lo vio salir. Solo entonces salió de la cama como un rayo, fue hasta la ducha, y por fin se dio un largo baño. Sintió que su cuerpo estaba agotado, todo dolía, como su hubiese hecho un gran esfuerzo, el recuerdo de ayer la hizo enr
Evan alcanzó a Alba, ella soltó su mano, cuando la sintió junto a la suya. —¡Déjeme! ¿Qué hará? ¿Me golpeará? ¡Hágalo! Me han golpeado tantas veces, otro golpe no dolerá más. Él la miró con dolor, ¿Quién era esa mujer? Esa mañana se sintió tan feliz de despertar con la mujer que amaba, ahora ella era una completa desconocida. —Jamás golpearía a una mujer, no sé por qué actúas así, ¿Te compré? Tú sabes la razón, creí que te salvaba. —¡¿Y pro que no me dejó ir?! Prefirió casarse conmigo, sabe porque lo hizo, por su capricho, cuando se aburra de mí, ¿Comprará otra esposa? Evan la miraba incrédulo, preguntándose como podía decir tantas tonterías por segundo. La atrapó en sus brazos. —¡Yo no quiero ninguna esposa! No compraré nada más, ¡Por Dios! Entiéndelo de una m*****a vez y por todas, ¡Yo te amo a ti! Eres con la única mujr que quiero estar desde ahora y para siempre. Los ojos de Alba le miraron atormentados, sintió ese beso, como si devorara sus labios, un calor los impregnó, é
Alba retrocedió asustada, mirando sus grandes ojos, sin saber que decir o hacer. —¡¿De donde la sacaste?! La mirada de Evan era rabiosa, podía recordar todo lo que decía cada carta, era como si estuviese grabada en su mente. «Rhys: Aquí estoy, me hicieron conocer el infierno. Cambiar a mis héroes por fantasmas, sonreír por un momento, llorar por miles. Una jaula de oro, por un siglo de sufrimiento. Intercambié mi dignidad, por la fría comodidad de un cuidador. Como quisiera que estuvieras aquí, ¿Por qué me dejaste atrás? ¿De verdad dejaste de amarme? Nunca me responderás, tú estás tres metros bajo tierra, y yo estoy aquí, creyendo estar viva, aunque cada vez más muerta. Algún día escaparé, seré libre. Ahora soy una mujer casada. Pienso en que, si el destino fuera justo, yo sería tu mujer. Me avergüenzo de mí misma, te decepcionaría estar frente a mí, no soy ni la sombra del pasado. Quisiera decirte que soy fiel a mi promesa de amor, quisiera decir que soy tuya en cuerpo y alma,
Alba retrocedió, estaba por caer en esa cama, miró sus ojos, él levantó la mano y por instinto ella cerró los ojos creyendo que le pegaría, en cambio sintió esa suave caricia, abrió los ojos, confusa, sintió su imponente presencia. Evan besó sus labios, su boca fue invadida por él, quiso detenerlo, pero él tomó sus manos, haciéndola caer en la cama, sintió miedo, y un calor que la impregnaba. Ella pensó que él la echaría de su lado, tal vez cualquier hombre lo hubiese hecho, pero parecía que Evan no era capaz. Cuando detuvo el beso, y quiso volver a besar sus labios, ella giró, rechazándolo, Evan sintió rabia de su actitud. Tomó su rostro con fuerza, ella sintió la presión, sus ojos se asustaron, la besó con furia, como si hubiera prisa, ella se quedó sin aliento, intentó detenerlo, pero no pudo, él la hizo caer en la cama, y se puso encima. Besó su cuello, con urgencia, deseó que se detuviera, iba demasiado rápido, la asustaba. Quitó su vestido tan hábil, la sorprendió. Estaba d
—¡Tú estás muerto! —exclamó Antonella —Eso fue un error, mi compañero fue quien murió, pero lo confundieron conmigo. El hombre tenía una herida en la pierna, que lo hacía cojear, incluso el doctor le dijo que esa secuela sería por siempre. —Ella no está, quiero decir, Alba. Antonella lo miró muy bien, hasta que su mirada se fijó en su mano izquierda, un anillo de plata estaba ahí. —¿Dónde está Alba? —Ella… salió de viaje con Román, vuelve en dos días, pero… ¿Y ese anillo, Rhys? Parece de boda, ¿Acaso te casaste? El hombre se puso muy nervioso, dio un paso atrás y balbuceó, la mujer lo noto. —dígale a Alba que volveré. —¡Espera! Déjame llamarla, quizás pueda respondernos, mi hijo tiene su teléfono móvil La mujer entró y él permaneció afuera. Rhys sabía que Antonella y Francisco lo aborrecían pro no ser ricos, no era que los Bertolli fueran ricos ahora, pero lo fueron en el pasado, lo único que tenían era su pomposo apellido. Antonella volvió segundos después. —Alba me ha dic
—¡Mientes! —exclamó con los ojos al borde del llanto—. ¡¿Por qué eres tan cruel?! —exclamó con dolor. —¡Juro que es verdad! Quiere verte, pero no te diré donde, hasta que hagas algo por mí. —¡Nunca te creeré! —Lo vi, Alba, está cojo, dijo que un amigo fue quien murió y hubo una confusión, en esa carta que te envié, él decía cosas, muy importantes, la razón por la que te dejó por otra, ¿Crees que no lo sé? Él dijo que no era cierto, nunca te dejó por nadie, sigues tú en su corazón, pero ¿Por qué lo hizo? ¿Quieres saberlo? Alba sintió que la ansiedad la carcomía —¡Dímelo! —Ayúdame, ayuda a Bea. —¿Qué quieres? —Nada para mí, solo quiero que tu marido pague la educación de Bea, y luego de que mi hija termine la escuela que le busque un marido rico. Los ojos de Alba se abrieron enormes. —¡¿Venderás a tu propia hija, mujer?! —¿Y que quieres? ¿Qué pase hambre? ¿Qué termine con un oportunista? Alba, el amor no existe, el dinero y la tranquilidad que da al dormir es todo lo que impor