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Cuando Evan abrió los ojos, miró a la mujer durmiendo a su lado, sonrió y besó su mejilla, salió de la cama, hasta el cuarto de baño. Ella abrió los ojos, no dormía, pero no quería verlo. Se levantó, vistiéndose con rapidez, observó las sábanas, había una ligera mancha rojiza seguida de un par más que le recordaron a pétalos de rosa en la nieve. «Pensé que sería la mujer del hombre que amaba, ahora solo soy suya», pensó con amargura. Le costaba aceptar las sensaciones y sentimientos experimentados. Se recostó de nuevo, no estaba dispuesta a ver a ese hombre. Moría de vergüenza. Cerró los ojos, se quedó dormida, solo sintió un dulce beso en su frente y despertó. —Sigue durmiendo, princesa, iré a trabajar, pero volveré para la comida. Ella no dijo nada, lo vio salir. Solo entonces salió de la cama como un rayo, fue hasta la ducha, y por fin se dio un largo baño. Sintió que su cuerpo estaba agotado, todo dolía, como su hubiese hecho un gran esfuerzo, el recuerdo de ayer la hizo enr
Evan alcanzó a Alba, ella soltó su mano, cuando la sintió junto a la suya. —¡Déjeme! ¿Qué hará? ¿Me golpeará? ¡Hágalo! Me han golpeado tantas veces, otro golpe no dolerá más. Él la miró con dolor, ¿Quién era esa mujer? Esa mañana se sintió tan feliz de despertar con la mujer que amaba, ahora ella era una completa desconocida. —Jamás golpearía a una mujer, no sé por qué actúas así, ¿Te compré? Tú sabes la razón, creí que te salvaba. —¡¿Y pro que no me dejó ir?! Prefirió casarse conmigo, sabe porque lo hizo, por su capricho, cuando se aburra de mí, ¿Comprará otra esposa? Evan la miraba incrédulo, preguntándose como podía decir tantas tonterías por segundo. La atrapó en sus brazos. —¡Yo no quiero ninguna esposa! No compraré nada más, ¡Por Dios! Entiéndelo de una m*****a vez y por todas, ¡Yo te amo a ti! Eres con la única mujr que quiero estar desde ahora y para siempre. Los ojos de Alba le miraron atormentados, sintió ese beso, como si devorara sus labios, un calor los impregnó, é
Alba retrocedió asustada, mirando sus grandes ojos, sin saber que decir o hacer. —¡¿De donde la sacaste?! La mirada de Evan era rabiosa, podía recordar todo lo que decía cada carta, era como si estuviese grabada en su mente. «Rhys: Aquí estoy, me hicieron conocer el infierno. Cambiar a mis héroes por fantasmas, sonreír por un momento, llorar por miles. Una jaula de oro, por un siglo de sufrimiento. Intercambié mi dignidad, por la fría comodidad de un cuidador. Como quisiera que estuvieras aquí, ¿Por qué me dejaste atrás? ¿De verdad dejaste de amarme? Nunca me responderás, tú estás tres metros bajo tierra, y yo estoy aquí, creyendo estar viva, aunque cada vez más muerta. Algún día escaparé, seré libre. Ahora soy una mujer casada. Pienso en que, si el destino fuera justo, yo sería tu mujer. Me avergüenzo de mí misma, te decepcionaría estar frente a mí, no soy ni la sombra del pasado. Quisiera decirte que soy fiel a mi promesa de amor, quisiera decir que soy tuya en cuerpo y alma,
Alba retrocedió, estaba por caer en esa cama, miró sus ojos, él levantó la mano y por instinto ella cerró los ojos creyendo que le pegaría, en cambio sintió esa suave caricia, abrió los ojos, confusa, sintió su imponente presencia. Evan besó sus labios, su boca fue invadida por él, quiso detenerlo, pero él tomó sus manos, haciéndola caer en la cama, sintió miedo, y un calor que la impregnaba. Ella pensó que él la echaría de su lado, tal vez cualquier hombre lo hubiese hecho, pero parecía que Evan no era capaz. Cuando detuvo el beso, y quiso volver a besar sus labios, ella giró, rechazándolo, Evan sintió rabia de su actitud. Tomó su rostro con fuerza, ella sintió la presión, sus ojos se asustaron, la besó con furia, como si hubiera prisa, ella se quedó sin aliento, intentó detenerlo, pero no pudo, él la hizo caer en la cama, y se puso encima. Besó su cuello, con urgencia, deseó que se detuviera, iba demasiado rápido, la asustaba. Quitó su vestido tan hábil, la sorprendió. Estaba d
—¡Tú estás muerto! —exclamó Antonella —Eso fue un error, mi compañero fue quien murió, pero lo confundieron conmigo. El hombre tenía una herida en la pierna, que lo hacía cojear, incluso el doctor le dijo que esa secuela sería por siempre. —Ella no está, quiero decir, Alba. Antonella lo miró muy bien, hasta que su mirada se fijó en su mano izquierda, un anillo de plata estaba ahí. —¿Dónde está Alba? —Ella… salió de viaje con Román, vuelve en dos días, pero… ¿Y ese anillo, Rhys? Parece de boda, ¿Acaso te casaste? El hombre se puso muy nervioso, dio un paso atrás y balbuceó, la mujer lo noto. —dígale a Alba que volveré. —¡Espera! Déjame llamarla, quizás pueda respondernos, mi hijo tiene su teléfono móvil La mujer entró y él permaneció afuera. Rhys sabía que Antonella y Francisco lo aborrecían pro no ser ricos, no era que los Bertolli fueran ricos ahora, pero lo fueron en el pasado, lo único que tenían era su pomposo apellido. Antonella volvió segundos después. —Alba me ha dic
—¡Mientes! —exclamó con los ojos al borde del llanto—. ¡¿Por qué eres tan cruel?! —exclamó con dolor. —¡Juro que es verdad! Quiere verte, pero no te diré donde, hasta que hagas algo por mí. —¡Nunca te creeré! —Lo vi, Alba, está cojo, dijo que un amigo fue quien murió y hubo una confusión, en esa carta que te envié, él decía cosas, muy importantes, la razón por la que te dejó por otra, ¿Crees que no lo sé? Él dijo que no era cierto, nunca te dejó por nadie, sigues tú en su corazón, pero ¿Por qué lo hizo? ¿Quieres saberlo? Alba sintió que la ansiedad la carcomía —¡Dímelo! —Ayúdame, ayuda a Bea. —¿Qué quieres? —Nada para mí, solo quiero que tu marido pague la educación de Bea, y luego de que mi hija termine la escuela que le busque un marido rico. Los ojos de Alba se abrieron enormes. —¡¿Venderás a tu propia hija, mujer?! —¿Y que quieres? ¿Qué pase hambre? ¿Qué termine con un oportunista? Alba, el amor no existe, el dinero y la tranquilidad que da al dormir es todo lo que impor
Al día siguiente, Alba despertó en los brazos de ese hombre, miró a Evan, ayer no pudo escapar de su pasión, se sentía distinta. Fue al cuarto de baño y miró su rostro, sus labios hinchados de tantos besos, tantas caricias. Dejó el agua mojara su cuerpo «Tal vez se vuelve tierno y amoroso, sí, a veces me hace perder la razón, pero, él quiere vender a su pobre hermanastra», pensó Lo vio entrar a la regadera, tenía una sonrisa socarrona, y su rostro enrojecido al verlo. —¿Qué pasa? No te vayas, quédate conmigo —dijo tomando su mano cuando se iba a ir. Se quedó a su lado, él tomó el jabón y comenzó a lavarla con él —Puedo preguntar algo. —Lo que sea, dime. —¿Casarás a la pobre Piama con un hombre por dinero? Los ojos de Evan se abrieron enormes —¿Qué has dicho? ¡Claro que no! ¿De donde has sacado eso? —Ella misma me lo dijo. Evan arrugó el gesto, nunca tuvo un mal acuerdo con Piama, menos para que ella pensara algo así. —Lo resolveremos —dijo, luego talló su espalda Alba se
Cuando Piama salió de medirse el vestido, se quedó perpleja al saber que Alba no estaba ahí. —¿A dónde ha ido? —No sé, solo se marchó. «¡Maldita loca! Pero, seguro de que puedo aprovechar esto» —Bien empaque los dos vestidos, los pagaré. La mujer obedeció, Piama tomó los paquetes y le pidió al chofer que la llevara hasta donde estaba Evan Santori. Él revisaba la cosecha, verificando que todo estuviera en orden, que cada trabajador hiciera lo que le correspondía. Pronto vio el coche aparcado a una distancia de él. Arrugó el gesto, fue hasta ahí, pero solo vio a Piama ahí, Evan sintió un miedo, algo que le hizo saber que estaba mal. —¿Qué ha pasado, Piama? ¿Y mi esposa? —¡Evan! Ella… ¡Escapó! Esas palabras sonaron como terror en los oídos de Evan, su rostro se puso pálido, no podía creerlo. —¿Qué pasó? ¿Ella te dijo algo? La mujer negó. —No, de pronto, luego de probarme el vestido ella ya no estaba Evan tomó al chofer de los hombros con rabia. —¿Acaso no viste nada? —Lo…