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—Tú sabes bien la verdad, ahora lárgate de aquí. Arturo Duarte esbozó una irónica sonrisa y se fue. Raúl que vio salir a ese hombre se acercó a Evan —¿Qué hacía ese tipo aquí? ¿Ha venido a molestar? —¿Acaso sabías que volvió al pueblo? —Me enteré hace poco, no quise decirte pues no quise molestarte, estabas tan feliz con tu boda. Evan bajó la mirada. —Parece que no te ha caído nada bien su regreso. Parece que el pasado te persigue. Evan lo dejó ahí, salió de prisa, solo quería volver a casa. Manejó de vuelta y de detuvo a la orilla del lago, pensó en ella, en Leonor sin importar que los años pasarán seguía recordando ese día cuando la encontró en aquel lago, muerta. Dos días después. Era el día de la fiesta. Alba se puso su vestido y se miró al espejo, se sentía bella, hace mucho que no estrenaba un vestido o se preocupa por cómo se veía, sonrió y se puso rubor en las mejillas, se puso labial. Estaba lista. La puerta se abrió y Evan entró, sus ojos celestes brillaron al ve
Evan siguió aquellas risas, sus ojos se abrieron en un tormento, su corazón se aceleró, agudizó su vista para comprobar que su visión no era irreal, ¡Alba estaba con él! ¡Su peor enemigo! El causante de su infortunio. Casi enloquece. Como si fuera dominado por un instinto infernal, caminó hacia ella. Ella se quedó perpleja enseguida al verlo, caminó hacia él. —Buenas noches, señor Santori, sea bienvenido —dijo Arturo sonriendo socarrón, pero sus ojos denotaban algo de nervios. Evan estaba rojo, sus ojos empequeñecieron de ira, —Evan, te presentó a la señorita Frida Mislan —dijo Alba preocupada al ver el rostro severo de su esposo Evan saludó a Frida y le brindó felicitaciones por su cumpleaños. —Muchas gracias, señor Santori, es un placer verlo aquí, su esposa es maravillosa, estaba invitándome a su casa. Evan lanzó una mirada asesina sobre Alba. —Claro, es usted bienvenida, cuando quiera. —¡Oh, muchas gracias! —exclamó Frida feliz—. ¿Será posible que mi incondicional amigo Art
Evan estaba en su despacho, de mal humor, no podía creer que Alba fuera tan dura con él. «No sé qué hacer, cualquier intento por lograr su amor me congela. Podría contarle toda mi verdad, pero ¿Por qué debo ser yo quien siempre ceda, quien suplique por amor? No, ella debe conocerme, debe amarme por lo que yo soy» Bebió dos copas más y tocaron a la puerta, creyó ilusamente que podría ser ella, más era Piama. —Ahora no, Piama, hablemos mañana —dijo juzgando que, además, estaba bebido, no quería ser duro con ella. La mujer se acercó. —Evan, ¿Qué sucede? Últimamente te veo tan triste, se supone que te casaste para ser feliz, pero presiento, que Alba no te hace dichoso. La voz de la mujer era aguda, y encendió una alarma al interior de Evan, quien se levantó de inmediato. —Ahora no, Piama, y no temas en mis asuntos, vete, por favor —dijo severo —¿Por qué me das ordenes? No quiero irme de ti. —Entonces, me voy yo —dijo enojado, salió tan rápido dejándola tan enfurecida y humillada,
—¡¿Evan la mató?! —¡Oh, no! ¡No Lo sé! Supongo que si eso fuera cierto él estaría detenido, ¿No lo cree? Claro está que un hombre tan rico como él, podría tener el poder para comprar el silencio del mundo entero, no lo sé, señora. Solo sé lo que he dicho, ¿Qué hombre podría perdonar a la mujer que manchó su honra revolcándose con un amigo? Sea como sea, Leonor está muerta, y desde entonces, hasta hoy, nadie sabe nada de su asesino. Los ojos de Alba se volvieron enormes y asustados, observó el medallón entre sus manos, se lo dio y la mujer le dio entonces aquel brazalete, luego besó sus manos. —Muchas gracias, ¡Señora Santori, es usted muy buena! La mujer salió a toda prisa, Alba liberó el aire contenido y tuvo miedo. —¿Con quien demonios me casé? —exclamó asustada. Alba se sentó en una silla, sus ojos estaban consternados, su corazón latía con miedo, sin saber en que creer, de pronto le sonó tan lógico «¿Por qué compró una esposa? Es atractivo y poderosos, cualquier mujer estarí
Alba sonrió y se acercó a ellos. —¿A dónde ibas, Alba? Ella parecía dudosa. —En realidad, a ningún lugar. —¿Por qué no vienes con nosotros? Iremos a comer, y a pasear. Ella sonrió, había un aire de libertad en ese par que siempre deseó tener, subió sin pensar y fue con ellos. Evan terminaba la junta, seguía angustiado, pensando en Alba, no podía incluso si intentaba sacarla de su mente, era como si sospechara que algo estaba mal. —¿Y que pasará con lo de la señora Echamendi? ¿Acaso dejarás todo como esta? —¿Y que puedo hacer? Quedará como está, esperemos que más tarde pague lo que debe. Raúl se encogió de hombros, estaba enfurecido. —¡Le das demasiadas libertades a esa mujer! Un día acabará contigo y con tu honra, ¿Acaso es lo que quieres? —exclamó severo Evan le miró con rabia —¡No te metas conmigo, ni con mi mujer! Los problemas entre ella y yo, son nuestros, tú encárgate de tus propios asuntos —exclamó Evan enfurecido y salió de ahí. Luego de comer en un lujoso restaura
Alba llegó a la mansión, caminó hasta entrar por la puerta principal que daba a la casa. Estaba por oscurecer, tuvo la sensación de miedo, sabía que Evan ya habría llegado, y sabría de su ausencia, pensó en como reaccionaría. Llegó a casa y Marisa la miró asustada. —¿Dónde estaba, mi niña? ¡El señor está furioso! —exclamó consternada. Alba asintió, se quitó el abrigo y se lo dio, subió a su recámara y Piama se encargó de informar a Evan que su mujer había llegado. —Ella llegó, pero no dijo nada, parece cambiada, no sé con quién pudo estar. Evan la escuchó y sintió la rabia por esas palabras de Piama, al salir, Miranda entró y sonrió a su hija. —Parece que esa mujercita nos está poniendo las cosas muy fáciles. Ambas sonrieron felices. Evan caminó rápido, para dirigirse a la habitación, la sangre le hervía de rabia contenida, antes de entrar preguntó al chofer que buscó a Alba durante este tiempo, sobre lo ocurrido. El empleado le explicó que supo que la señora Alba fue vista en u
Raúl estaba en el jardín, casi en la entrada del bosque oscuro, cuando Piama se acercó a él.—¡Esa m*****a se negó a tomar el té hoy, ¡Te das cuenta de lo que esto significa!—Sí, pero dijiste que discutieron, no creo que ahora estén juntos.Las manos de Piama se volvieron un puño de rabia.—¡Un solo error y estaremos perdidos, Raúl!—Lo sé, de hecho, me voy, estás quitándome el tiempo.—¿A dónde vas?—Buscaré al querido enemigo de Evan—¿Hablas de Arturo Duarte?—Él mismo.Los ojos de Piama se abrieron inverosímiles.—¿Para qué? —exclamó nerviosa—Parece que vieron al hombre rondando a la mujerzuela, bueno, tal vez la convenza para huir con él, si le doy algo de dinero, esa rata hará lo que sea por dinero.Piama asintió.—¡Hazlo, por favor! —exclamó—. No quiero perder a Evan.Raúl salió de ahí.Piama caminó adentro de la casa, y casi pegó un grito al verlo ahí.—¡Me asustaste, Evan!—¿Qué haces aún despierta? Son las tres de la madrugada, ¿Con quién hablabas?Ella bajó la mirada, trag
Al día siguiente Frida estaba por salir, cuando el Arturo la alcanzó. —Debo pedirte un gran favor. Ella se detuvo y lo miró bien. —Ayer llegó muy tarde a dormir. —Lo siento, encontré a un viejo amigo y me detuve conversando con él. —¿Qué favor necesita? —cuestionó intrigada —Podría darle esta nota a la señora Santori. Los ojos de Frida le miraron curiosos. —Señor Duarte, debe tener cuidado, no olvides que Alba es una mujer casada —Con un pusilánime. —Pero, sigue siendo una mujer casada, si no respeta a su marido, deberá respetarla a ella. —La respeto mucho, esta nota es especial, y créeme, no tiene nada de malo. La mujer liberó un suspiro, y asintió. —Lo hago porque confío en usted. La mujer se fue con su chofer y Arturo quedó conforme. Cuando Alba y Evan bajaron a comer, estaban tan felices y unidos, que las miradas severas de Piama, Raúl y Miranda no se hicieron esperar. Parecían esperar a que ese par bajaran furiosos, pero no fue así, y encontraron una gran decepció