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—¡¿Evan la mató?! —¡Oh, no! ¡No Lo sé! Supongo que si eso fuera cierto él estaría detenido, ¿No lo cree? Claro está que un hombre tan rico como él, podría tener el poder para comprar el silencio del mundo entero, no lo sé, señora. Solo sé lo que he dicho, ¿Qué hombre podría perdonar a la mujer que manchó su honra revolcándose con un amigo? Sea como sea, Leonor está muerta, y desde entonces, hasta hoy, nadie sabe nada de su asesino. Los ojos de Alba se volvieron enormes y asustados, observó el medallón entre sus manos, se lo dio y la mujer le dio entonces aquel brazalete, luego besó sus manos. —Muchas gracias, ¡Señora Santori, es usted muy buena! La mujer salió a toda prisa, Alba liberó el aire contenido y tuvo miedo. —¿Con quien demonios me casé? —exclamó asustada. Alba se sentó en una silla, sus ojos estaban consternados, su corazón latía con miedo, sin saber en que creer, de pronto le sonó tan lógico «¿Por qué compró una esposa? Es atractivo y poderosos, cualquier mujer estarí
Alba sonrió y se acercó a ellos. —¿A dónde ibas, Alba? Ella parecía dudosa. —En realidad, a ningún lugar. —¿Por qué no vienes con nosotros? Iremos a comer, y a pasear. Ella sonrió, había un aire de libertad en ese par que siempre deseó tener, subió sin pensar y fue con ellos. Evan terminaba la junta, seguía angustiado, pensando en Alba, no podía incluso si intentaba sacarla de su mente, era como si sospechara que algo estaba mal. —¿Y que pasará con lo de la señora Echamendi? ¿Acaso dejarás todo como esta? —¿Y que puedo hacer? Quedará como está, esperemos que más tarde pague lo que debe. Raúl se encogió de hombros, estaba enfurecido. —¡Le das demasiadas libertades a esa mujer! Un día acabará contigo y con tu honra, ¿Acaso es lo que quieres? —exclamó severo Evan le miró con rabia —¡No te metas conmigo, ni con mi mujer! Los problemas entre ella y yo, son nuestros, tú encárgate de tus propios asuntos —exclamó Evan enfurecido y salió de ahí. Luego de comer en un lujoso restaura
Alba llegó a la mansión, caminó hasta entrar por la puerta principal que daba a la casa. Estaba por oscurecer, tuvo la sensación de miedo, sabía que Evan ya habría llegado, y sabría de su ausencia, pensó en como reaccionaría. Llegó a casa y Marisa la miró asustada. —¿Dónde estaba, mi niña? ¡El señor está furioso! —exclamó consternada. Alba asintió, se quitó el abrigo y se lo dio, subió a su recámara y Piama se encargó de informar a Evan que su mujer había llegado. —Ella llegó, pero no dijo nada, parece cambiada, no sé con quién pudo estar. Evan la escuchó y sintió la rabia por esas palabras de Piama, al salir, Miranda entró y sonrió a su hija. —Parece que esa mujercita nos está poniendo las cosas muy fáciles. Ambas sonrieron felices. Evan caminó rápido, para dirigirse a la habitación, la sangre le hervía de rabia contenida, antes de entrar preguntó al chofer que buscó a Alba durante este tiempo, sobre lo ocurrido. El empleado le explicó que supo que la señora Alba fue vista en u
Raúl estaba en el jardín, casi en la entrada del bosque oscuro, cuando Piama se acercó a él.—¡Esa m*****a se negó a tomar el té hoy, ¡Te das cuenta de lo que esto significa!—Sí, pero dijiste que discutieron, no creo que ahora estén juntos.Las manos de Piama se volvieron un puño de rabia.—¡Un solo error y estaremos perdidos, Raúl!—Lo sé, de hecho, me voy, estás quitándome el tiempo.—¿A dónde vas?—Buscaré al querido enemigo de Evan—¿Hablas de Arturo Duarte?—Él mismo.Los ojos de Piama se abrieron inverosímiles.—¿Para qué? —exclamó nerviosa—Parece que vieron al hombre rondando a la mujerzuela, bueno, tal vez la convenza para huir con él, si le doy algo de dinero, esa rata hará lo que sea por dinero.Piama asintió.—¡Hazlo, por favor! —exclamó—. No quiero perder a Evan.Raúl salió de ahí.Piama caminó adentro de la casa, y casi pegó un grito al verlo ahí.—¡Me asustaste, Evan!—¿Qué haces aún despierta? Son las tres de la madrugada, ¿Con quién hablabas?Ella bajó la mirada, trag
Al día siguiente Frida estaba por salir, cuando el Arturo la alcanzó. —Debo pedirte un gran favor. Ella se detuvo y lo miró bien. —Ayer llegó muy tarde a dormir. —Lo siento, encontré a un viejo amigo y me detuve conversando con él. —¿Qué favor necesita? —cuestionó intrigada —Podría darle esta nota a la señora Santori. Los ojos de Frida le miraron curiosos. —Señor Duarte, debe tener cuidado, no olvides que Alba es una mujer casada —Con un pusilánime. —Pero, sigue siendo una mujer casada, si no respeta a su marido, deberá respetarla a ella. —La respeto mucho, esta nota es especial, y créeme, no tiene nada de malo. La mujer liberó un suspiro, y asintió. —Lo hago porque confío en usted. La mujer se fue con su chofer y Arturo quedó conforme. Cuando Alba y Evan bajaron a comer, estaban tan felices y unidos, que las miradas severas de Piama, Raúl y Miranda no se hicieron esperar. Parecían esperar a que ese par bajaran furiosos, pero no fue así, y encontraron una gran decepció
Cuando Alba volvió se recostó en la cama, no quería saber nada y Marisa le llevó aquel té. —¿Qué sucede, mi niña? Cada día te veo más triste, me inquietas, dime, ¿Qué sucede? ¿Qué es lo que necesitas para ser feliz? ¡Lo tienes todo! —¡No tengo nada! Nana, solo a un esposo que no me ama, que me miente, y que… ¡Podría ser un asesino! Marisa abrió ojos enormes. —¡¿Qué cosas dices, niña?! ¡No! ¿Qué pruebas tienes para afirmar algo tan cruel, Alba? —La gente lo dice, gente muy cercana a los hechos. —¡Alba! No puedes creer en otros más que en tu marido. —No lo entiendes, nana. —Lo único que entiendo es que te has vuelto necia y ciega, Alba, tal vez la forma en que Evan y tú se casaron no fue la mejor o la más romántica, pero es hora de madurar, él te ama, ha hecho todo por hacerte feliz, ¿Y tú que has hecho? Pagarle con un horrible desprecio que no merece. —No me entiendes, nana. —Te quiero mucho, mi niña, pero creo que, no te entiendes ni tú misma. Marisa salió de ahí. Alba miró
Evan supo pronto que Alba estaba en un lujoso restaurante de la ciudad. Entró al restaurante, fue bien recibido y pagó a un mesero para que le diera acceso a la mesa, justo detrás de donde estaban Alba y Arturo. Casi enloquece al verlos, pero se mantuvo tranquilo. Ellos no notaron su presencia, estaba dándoles la espalda, podía escuchar toda la conversación, controlaba su rabia a como podía. —¿Y a qué hora llegará Frida? —preguntó Alba. —Pronto, ella debe estar por llegar, no se preocupe, aunque espero que no le moleste mi compañía. —No, claro que no —dijo amable, pero Arturo sonrió —Señora Alba, debo confesarle que la he extrañado en demasía, no puedo más —repuso Arturo, ante la confusión de Alba—. No puedo sacar su belleza de mis pensamientos. Y debo decirlo, antes de ahogarme con mis sentimientos, estoy fascinado con usted. Alba se sintió inquieta, no gustaba más de ese hombre. —Señor Arturo, le agradezco sus cumplidos, me elogia, sin embargo, debe comprender que debo recha
El rostro de Alba se desencajó al instante que lo escuchó decir eso. —¿De verdad me dejarás libre? Él la miró con tristeza, estaba desconsolado. —Sí, eso es lo que querías, todo este tiempo luché contra ti, pero en realidad, nunca fuiste mía. Él salió de la habitación, ella sintió como si algo en su interior se estuviera rompiendo. Un sollozo escapó de sus labios. —No era lo que quería, ¡No así! —exclamó llorando. Alba corrió a tomar su maleta, la preparó a toda prisa, pero al abrir el cajón del closet un cuaderno estaba ahí, ella observó en la primera página, tenía el nombre de Evan Santori. —¿Será su diario? Ella lo escondió en su maleta, escuchó la puerta abrir, era Marisa. —¿Qué pasó, mi niña? El señor esta hecho una fiera. —Nana, él… me pidió el divorcio… Marisa se quedó perpleja. —¡¿Qué has dicho?! ¡Qué haremos! Mi niña, ¿A dónde iremos ahora? —No importa, nada importa nana, creo que lo arruine todo, él me confesó que lo de Leonor, él no tuvo que ver, fue todo un est