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El rostro de Alba se desencajó al instante que lo escuchó decir eso. —¿De verdad me dejarás libre? Él la miró con tristeza, estaba desconsolado. —Sí, eso es lo que querías, todo este tiempo luché contra ti, pero en realidad, nunca fuiste mía. Él salió de la habitación, ella sintió como si algo en su interior se estuviera rompiendo. Un sollozo escapó de sus labios. —No era lo que quería, ¡No así! —exclamó llorando. Alba corrió a tomar su maleta, la preparó a toda prisa, pero al abrir el cajón del closet un cuaderno estaba ahí, ella observó en la primera página, tenía el nombre de Evan Santori. —¿Será su diario? Ella lo escondió en su maleta, escuchó la puerta abrir, era Marisa. —¿Qué pasó, mi niña? El señor esta hecho una fiera. —Nana, él… me pidió el divorcio… Marisa se quedó perpleja. —¡¿Qué has dicho?! ¡Qué haremos! Mi niña, ¿A dónde iremos ahora? —No importa, nada importa nana, creo que lo arruine todo, él me confesó que lo de Leonor, él no tuvo que ver, fue todo un est
Cuando Alba abrió los ojos, miró alrededor y Evan no estaba, se enderezó y vio en la mesita de noche. Ahí estaba esa nota, se quedó perpleja —Quizás se fue a trabajar, y no quiso despertarme —dijo, pero incluso su voz le pareció falsa, había un temor en su interior, como un mal presentimiento. Tomó la nota y decidió leerla. «Alba: Ayer fue un error, no debí hacerte el amor por pasión, no suelo estar con una mujer solo por lujuria, quizás te deseo más de lo que nunca pensé, sí, aún te amo, pero, me amo más a mí mismo, no puedo seguir contigo, para mí, esto ha terminado, no mereces mi amor, ni mi perdón. Tampoco te dejaré a la deriva, he dejado claras instrucciones para Raúl, él te dará a firmar el divorcio, además te dará una buena compensación y una casa, donde puedas vivir, puedes elegir vivir en Santa Rosa o irte a vivir a Catalia. Yo me voy por un tiempo, un mes o dos, volveré, para ese entones, ya no estarás aquí. Me hubiese gustado decir todo esto en persona, pero, no teng
Dos meses después. Evan caminó por la playa, y el padre Enrique lo alcanzó. —¿No ha sido suficiente tiempo? El hombre le miró confuso. —¿Para qué? —Debes volver a casa, tu esposa te espera, las desavenencias siempre existen en el matrimonio, pero, es hora de enfrentar los problemas, mañana podría ser demasiado tarde, Evan. Él negó. —Se acabó —sentenció—. Me divorciaré, solo debe faltar mi firma. —Evan, no seas tan rencoroso, ¿Has dejado de amarla? Él no dijo nada. —No se trata de eso, padrino Enrique, soporté muchas humillaciones. —Ella es más joven que tú, más ingenua, sabes que ha tenido una vida dura. —¡Yo también! —Pero, si la pierdes por siempre, ¿Podrás vivir sin ella? No has sonreído ni un solo día aquí, sé que piensas en ella, sé que la amas aún, no pierdas todo por tu orgullo, ella te pidió perdón, ella te ama, ¿Podrías resistir verla lejos de ti o con otro hombre? —¿Otro hombre? —exclamó mordiendo sus palabras, luego tragó saliva—. Nuestro matrimonio acabó, no h
El tren llegó en dos horas a Barza, aún se podía cruzar la frontera, ya que muchos sostenían con firmeza, que en unos días el ejercito amarillo del mediterráneo tomaría Catalia, y no podrían entrar o abandonar el país. —¡Eva…! —susurró Alba al escucharlo. —No te angusties, querida, nuestros países nunca serán tan tontos para sumirnos en una guerra, además una guerra desigual, Catalia solo es un principado, El Mediterráneo es un gran imperio —aseveró Frida. De todas formas, Alba no estuvo nada segura. Se levantó y sintió el frío calar en sus huesos. Un hombre que las esperaba bajó sus maletas y les señaló donde estaba el auto. —Su prima la señora Daniela, la espera ya en casa. Frida asintió. Alba sentía dolor de cabeza, pensó que se trataba de que su periodo estaba por llegar. Ya se había atrasado una semana. Pronto subieron al auto que avanzó hasta ese lugar. La casa de Daniela era hermosa, una mansión estilo barroco, en medio de un gran jardín otoñal. —Daniela, mi prima, es
Alba miró a Rhys, era tan extraño volver a reflejarse en esos ojos, lágrimas cayeron pro su rostro. —¡Rhys! Él se acercó a ella. El médico salió. —Supe que te casaste, me olvidaste tan rápido. Ella hizo de sus manos un puño de rabia. —¿Qué? ¡Eres cínico! ¡Te creí muerto! Ahora resulta que solo querías alejarte de mí, ¿Por eso fingiste tu muere? —¿Qué dices? —¡Alba! 1Fira entró y miró extrañada al ver a Rhys—. ¿Todo está bien? —Sí, solo vine a preguntar si estaba todo bien —Rhys salió de ahí. —¡Estás embarazada, Alba! Me dijo el médico, ¡Qué felicidad! ¿Qué harás ahora? ¿Buscarás a Evan? Alba no supo que responder, sus pensamientos eran confusos. —No lo sé… —¡No puedes negarle a tu hijo su padre, Alba! ¡eso sería terrible! —exclamó Frida. —No puedo hacerlo, debo buscarlo, pero él me odia, ahora. —No te angusties —dijo Frida—. Ahora descansa, mañana veremos, podremos viajar en el tren de noche e ir a buscarlo. Alba asintió. Frida salió, ella se durmió. Más tarde, casi p
Evan volvió a Barza estaba furioso cuando supo que Alba ya no estaría en ese lugar, desde hace días que moría por verla, su orgullo no era ya tan intenso como aquella vez, ahora se sentía débil. Alba era su aire para respirar, era su luz, y sin ella todo era oscuridad. —La señora regresó hace un día a Catalia con la señorita Frida Mislan, es en su casa donde está quedándose, el señor Arturo Duarte ya no está ahí, ya no es amigo más de los Mislan. Evan asintió despacio. Subió al auto para volver a Santa Rosa lo más pronto posible. Frida estaba bebiendo té, cuando le avisaron que ese hombre estaba ahí. Ella se puso nerviosa, pero aceptó recibirlo en el salón principal. —Buenos días, señor Santori, es una sorpresa verlo por aquí. Evan estaba nervioso, lo que menos quería era pelear con esa mujer sarcástica, pues quería ver a Alba. —Buenas tardes, señorita Frida, sé que mi esposa se encuentra aquí, quiero verla, ella y yo debemos hablar, ¿Podría dejarme verla, por favor? —¿Esposa?
—¡No puedes hacernos esto, hijo!—Lo estoy haciendo, vayan y hagan sus maletas, sé que han querido destruir a mi esposa y a mí, ya no lo toleraré más.Piama y Miranda se miraron con dolor.Subieron la escalera, estaban bien ofendidas.Evan abrazó a Alba, la llevó a la habitación.—Nadie durmió aquí, lo juro.Ella sonrió, le creía, se recostó.Evan bajó solo para revisar que las mujeres se habían marchado, ellas tenían dinero suficiente, él que su padre dejó a su viuda, tal vez no era una fortuna, pero lo suficiente para vivir holgadamente.No se sintió culpable.Él fue a la habitación.Alba estaba ahí, él se acercó a ella, sonrió al verla, acarició su rostro con dulzura.—Te extrañé, Alba, no sabes cómo te extrañé.Ella sonrió—También te extrañé, nunca pensé que pudiera extrañar tanto, hay tanto que debo decirte, por ejemplo, que, me di cuenta que fui tonta, e inmadura, no quiero volver a ser esa.Ella se levantó, él la sentó en su regazo.—Vi a Rhys.Evan frunció el ceño confuso.—¿
Evan y Aba caminaban por los jardines del lugar, él tomó su mano.—¿Estás bien?—Pienso en Raúl, pienso en que nunca lo conocí, lo quise como un hermano, y ahora siento que no sé en que me equivoqué, traté de ser generoso por mucho tiempo, peor, nunca imaginé el odio que sentía por mí —había una tristeza en su rostro.Alba lamentó verlo así, se abrazó a su pecho.—Tú no eres culpable de nada, cada uno da lo que tiene en su alma, y si el tiene eso para dar, no tiene nada que ver contigo, tú eres bueno, Evan, eres el hombre más bueno que he conocido —dijo acunando su rostro—. Lamento no haberte valorado desde antes, pero ahora, estoy tan orgullosa de que me ames, estoy orgullosa de ser tu esposa.Él sonrió, acarició su mejilla, sintió que estaba en un sueño de amor, que nunca quería despertar.Besó sus labios con ternura, la acercó a su cuerpo.—Te amo, Alba, me siento tan feliz, no quiero que mi felicidad acabe nunca.—Nunca, ahora me dedicaré a nosotros, a nuestra felicidad, te daré to