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El tren llegó en dos horas a Barza, aún se podía cruzar la frontera, ya que muchos sostenían con firmeza, que en unos días el ejercito amarillo del mediterráneo tomaría Catalia, y no podrían entrar o abandonar el país. —¡Eva…! —susurró Alba al escucharlo. —No te angusties, querida, nuestros países nunca serán tan tontos para sumirnos en una guerra, además una guerra desigual, Catalia solo es un principado, El Mediterráneo es un gran imperio —aseveró Frida. De todas formas, Alba no estuvo nada segura. Se levantó y sintió el frío calar en sus huesos. Un hombre que las esperaba bajó sus maletas y les señaló donde estaba el auto. —Su prima la señora Daniela, la espera ya en casa. Frida asintió. Alba sentía dolor de cabeza, pensó que se trataba de que su periodo estaba por llegar. Ya se había atrasado una semana. Pronto subieron al auto que avanzó hasta ese lugar. La casa de Daniela era hermosa, una mansión estilo barroco, en medio de un gran jardín otoñal. —Daniela, mi prima, es
Alba miró a Rhys, era tan extraño volver a reflejarse en esos ojos, lágrimas cayeron pro su rostro. —¡Rhys! Él se acercó a ella. El médico salió. —Supe que te casaste, me olvidaste tan rápido. Ella hizo de sus manos un puño de rabia. —¿Qué? ¡Eres cínico! ¡Te creí muerto! Ahora resulta que solo querías alejarte de mí, ¿Por eso fingiste tu muere? —¿Qué dices? —¡Alba! 1Fira entró y miró extrañada al ver a Rhys—. ¿Todo está bien? —Sí, solo vine a preguntar si estaba todo bien —Rhys salió de ahí. —¡Estás embarazada, Alba! Me dijo el médico, ¡Qué felicidad! ¿Qué harás ahora? ¿Buscarás a Evan? Alba no supo que responder, sus pensamientos eran confusos. —No lo sé… —¡No puedes negarle a tu hijo su padre, Alba! ¡eso sería terrible! —exclamó Frida. —No puedo hacerlo, debo buscarlo, pero él me odia, ahora. —No te angusties —dijo Frida—. Ahora descansa, mañana veremos, podremos viajar en el tren de noche e ir a buscarlo. Alba asintió. Frida salió, ella se durmió. Más tarde, casi p
Evan volvió a Barza estaba furioso cuando supo que Alba ya no estaría en ese lugar, desde hace días que moría por verla, su orgullo no era ya tan intenso como aquella vez, ahora se sentía débil. Alba era su aire para respirar, era su luz, y sin ella todo era oscuridad. —La señora regresó hace un día a Catalia con la señorita Frida Mislan, es en su casa donde está quedándose, el señor Arturo Duarte ya no está ahí, ya no es amigo más de los Mislan. Evan asintió despacio. Subió al auto para volver a Santa Rosa lo más pronto posible. Frida estaba bebiendo té, cuando le avisaron que ese hombre estaba ahí. Ella se puso nerviosa, pero aceptó recibirlo en el salón principal. —Buenos días, señor Santori, es una sorpresa verlo por aquí. Evan estaba nervioso, lo que menos quería era pelear con esa mujer sarcástica, pues quería ver a Alba. —Buenas tardes, señorita Frida, sé que mi esposa se encuentra aquí, quiero verla, ella y yo debemos hablar, ¿Podría dejarme verla, por favor? —¿Esposa?
—¡No puedes hacernos esto, hijo!—Lo estoy haciendo, vayan y hagan sus maletas, sé que han querido destruir a mi esposa y a mí, ya no lo toleraré más.Piama y Miranda se miraron con dolor.Subieron la escalera, estaban bien ofendidas.Evan abrazó a Alba, la llevó a la habitación.—Nadie durmió aquí, lo juro.Ella sonrió, le creía, se recostó.Evan bajó solo para revisar que las mujeres se habían marchado, ellas tenían dinero suficiente, él que su padre dejó a su viuda, tal vez no era una fortuna, pero lo suficiente para vivir holgadamente.No se sintió culpable.Él fue a la habitación.Alba estaba ahí, él se acercó a ella, sonrió al verla, acarició su rostro con dulzura.—Te extrañé, Alba, no sabes cómo te extrañé.Ella sonrió—También te extrañé, nunca pensé que pudiera extrañar tanto, hay tanto que debo decirte, por ejemplo, que, me di cuenta que fui tonta, e inmadura, no quiero volver a ser esa.Ella se levantó, él la sentó en su regazo.—Vi a Rhys.Evan frunció el ceño confuso.—¿
Evan y Aba caminaban por los jardines del lugar, él tomó su mano.—¿Estás bien?—Pienso en Raúl, pienso en que nunca lo conocí, lo quise como un hermano, y ahora siento que no sé en que me equivoqué, traté de ser generoso por mucho tiempo, peor, nunca imaginé el odio que sentía por mí —había una tristeza en su rostro.Alba lamentó verlo así, se abrazó a su pecho.—Tú no eres culpable de nada, cada uno da lo que tiene en su alma, y si el tiene eso para dar, no tiene nada que ver contigo, tú eres bueno, Evan, eres el hombre más bueno que he conocido —dijo acunando su rostro—. Lamento no haberte valorado desde antes, pero ahora, estoy tan orgullosa de que me ames, estoy orgullosa de ser tu esposa.Él sonrió, acarició su mejilla, sintió que estaba en un sueño de amor, que nunca quería despertar.Besó sus labios con ternura, la acercó a su cuerpo.—Te amo, Alba, me siento tan feliz, no quiero que mi felicidad acabe nunca.—Nunca, ahora me dedicaré a nosotros, a nuestra felicidad, te daré to
Alba estaba recostada en la habitación, cuando sintió su llegada, él se metió en la cama, y se abrazó a ella. —¿Cómo estás? —Fue difícil, pero, el funeral fue triste, Piama está destrozada. —Debe estar tan mal, pobre. —Me pidió volver a casa, no le pude dar una respuesta por ti, no quiero que eso sea un problema entre los dos, sobre todo, después de saber lo que ella siente. Alba se giró a mirar a Evan, acarició su rostro con suavidad, mientras él sonreía. —Ella está sufriendo, se debe sentir muy sola, solo tenía a su madre, no podemos dejarla así, no cuando tanto tú como yo, sabemos lo que es quedarse solos en el mundo. Evan acarició su cabello. —Eres buena, lo ves, ahí está, eres la mujer de la que me enamoré. Ella sonrió, se abrazaron. Piama volvió a la casa, estaba tan deprimida por muchos días, Alba intentaba ser buena con ella, olvidar el pasado. —Señora, tiene una visita. Alba se extrañó, pero pensó que podría ser Frida. Fue a recibir y era un hombre desconocido. —
Siete meses después. Alba observaba su prominente vientre, estaba a punto de dar a luz. Evan llegó más tarde, sonrió al verla, tocó su vientre y le habló a su bebé, como cada día lo hacía. El bebé se movía mucho, cuando escuchaba la voz de su papá. Se recostó a su lado, la abrazó. —¿Sabes? Tengo miedo. —¿Miedo? —Mi madre murió dándome a luz, he pensado mucho en eso, no quiero… Ella acarició su rostro. —No te dejaré, ni a ti, ni a mi bebé, lo prometo, seré fuerte para regresar a casa los tres juntos. Él sonrió, ella le daba seguridad, ella era su gran amor. Besó sus labios. Se durmieron, pero, Alba tuvo una pesadilla, fue repentina, no recordaba nada, solo tener mucho miedo, y dolor. Al despertar, sintió que el dolor no era parte de ningún sueño, sino de ella misma, era un dolor en su vientre. Lanzó un quejido, despertando a su esposo. Él la miró. —El bebé… ¡Ya va a nacer! Faltaba una semana para dar a luz, pero el parto se adelantó. Evan llamó a Marisa y a los empleados
Seis meses después. Piama y Raúl daban vueltas, habían pagado mucho dinero para que todo se hiciera como quisieran, pero no sabía si tendrían algo de buena fortuna. Por la madrugada en la mansión, los golpes secos en la puerta, hicieron que Evan se levantara preocupado, Alba se irguió confundida, él abrió la puerta. —¡Señor, ha ocurrido una tragedia! ¡Un hombre fue asesinado! —exclamó un empleado. Evan se congeló, Alba intentó levantarse, él tomó la pistola que, de ahora en más, tenía en su buro, ella intentó ir con él, pero no la dejó —¡Nuestro hijo, Evan! —Tranquila. Espera aquí —suplicó, ella intentó levantarse, pero él cerró la puerta, tenía miedo, el bebé dormía justo en la habitación de Marisa arriba, a dos alcobas de la suya. Evan caminó por el pasillo, observó al hombre tendido, tocó su pulso, no era un hombre muerto, pero sí herido. Pidió que lo ayudaran, al mirar la puerta de la recámara de su hijo abierta, sintió que le faltaba el aliento, corrió de prisa, Marisa esta