Tiene que ser una pesadilla.
Cierro los ojos, vuelvo abrirlos para encontrarme una vez más con los ojos grises de este hombre que me dio una de las noches más placenteras.
¡Joder Helena!
¡Que te va a matar y tu pensando en cómo te cogió!
Resoplo.
—Sabes, ¿No pensé que fueran tan rastreros para mandarte hasta mí? —comienza en tono plano y bajo.
—No entiendo.
—¿Cuál era tu misión esa noche? —niego.
Se inclina y me quita la cinta.
—Responde.
—No sé de qué hablas—balbuceo—tampoco tengo idea a que te refieres. Además, te recuerdo que fuiste tú, el que se acercó a mí—digo indignada—Helena Williams, no le ruega a un hombre sexo —gruño molesta.
Él se ríe.
Es una risa hueca y sin gracia.
—Daniel y Smith te enviaron a que me sacaras información ¿No es así? —Continua —Eras un cebo, pero algo les fallo—concluye como si de verdad lo creyera.
Bravo Helena, te acostaste con un conocido de tu ex.
Es para matarte.
—No te conozco—digo en cambio—no hasta esa noche—respondo lo más calmada —Ahora te exijo que me liberes. Dile a tu jefe que, si me deja ir, no los voy a denunciar.
El hombre a mi lado se ríe con ganas. Y cruzan una mirada divertida.
—El único jefe aquí soy yo—abro los ojos—¿Vas a negar que sabes que Canon no es más que un criminal y que Daniel, tu novio es su ejecutor?
¿Qué carajos?
Niego.
—Es mentira—lo miro incrédula—los conozco y son personas intachables—lo miro con desprecio—Estoy segura que no puedo decir lo mismo de ti.
Puede que Daniel sea un idiota, pero no es un delincuente.
Cillian se inclina tan rápido que no lo veo venir.
Su respiración barre mi rostro dejando atónita.
—No te importo mucho cuando estabas gritando mi nombre esa noche—susurra a milímetros de mis labios.
—No sabes que las mujeres somos buenas fingiendo—digo en tono sarcástico, aunque por dentro estoy asustada.
La sonrisa que me da es depredadora, se inclina a un lado antes de aspirar el aroma de mi cuello.
Cierro los ojos y contengo la respiración.
—¿Vas a decirme lo que sabes? —pregunta antes de alejarse.
—¡No sé nada! —Grito cabreada—presuntuosos de m****a.
Cillian hace una seña al vikingo.
Este, saca la radio.
—Envíen a Rick—habla mirándome fijamente con un brillo divertido.
—Suéltame.
—¿Vas a decir la puta verdad?
—No sé, cual es la puta verdad que quieres escuchar—en tono exasperado, removiéndome en la silla—lo único que paso esa noche, fue que un idiota llego a mi mesa, yo no lo busque, ¿Y sabes que fue lo peor? —digo desbordando odio—Me acosté con ese imbécil.
—¿Qué diría tu novio? —remarca la última palabra.
—Daniel y yo no estamos juntos.
—No te creo.
—¡Pues que te den! —grito exasperada —déjame ir.
La puerta se abre y entra un hombre bajo, de cabello negro con corte militar.
Parece un pequeño tanque de guerra.
—Divierte —anuncia antes de darse la vuelta.
—¡Espera! —grito entrando en pánico, pero no se da vuelta y en cambio sale de la habitación.
—Te presento a Rick—habla el hombre rubio que me rapto— Es el mejores sacarle las cosas a los que no colaboran.
—Escucha—digo horrorizada por las cosas que me pasan por la cabeza—Yo no sé de qué hablan. Daniel y Canon para mí, son solo dos personas que cumplen la ley.
—Ay gorrión. Solo dinos porque te mandaron esa noche.
Niego con rabia.
—¿Quieres la verdad? —asiente— Daniel me cito allí para una cena y después pasaríamos la noche. Tu jefe solo fue algo fortuito. Tienes que creerme— miro de reojo al hombre que está cerca de la puerta y mueve algunas cosas en la mesa.
—Respuesta incorrecta, pero vamos a sacarte la verdad.
—Ya dije lo que se —gruño. E
l hombre llamado Mike camina hasta mi con una bandeja. La deja a un lado y estoy a punto de vomitar cuando veo instrumental quirúrgico y otras cosas que no lo son.
—Ya te dije la verdad —susurro respirando de manera entrecortada.
—Dime Ares, ¿mano derecha o izquierda? —pregunta el hombre de pie frente a mí.
El vikingo se llama Ares.
—A ver —dice con una sonrisa de suficiencia el muy cabrón.
Apretó mis manos en puño.
—¡No me toques! —digo con rabia.
—Entonces habla de una puta vez, o le vamos a enviar a tu novio un poco de ti.
—No. Se. Nada —gruño entre dientes y las malditas lagrimas llenan mis ojos, pero me reusó a liberarlas.
De repente el sonido de un móvil se escucha.
—Aguarda —dice alejándose un momento.
—Dime—atiende la llamada.
El tal Mike me mira serio mientras su compañero continúa hablando. Me da una mirada sobre su hombro.
—Bien. Se lo diré. Adiós—cuelga.
—Necesito hablar con Cillian. Ya vuelvo— Anuncia llegando hasta nosotros —Pórtate bien, princesa.
Cuando se va y me deja a solas con el recién llagado me siento más vulnerable.
—¿Sabes? a mí no me van los juegos. Así que vamos a terminar con esto.
—Ya dije lo que sabía —digo lo más calmada que puedo —Por favor, déjame ir. No diré nada a nadie, pero libérame.
El tipo niega y toma de la bandeja a mi lado, unos guantes quirúrgicos y se los pone con pericia.
El miedo me atizona por dentro y estoy a punto de vomitar o desmayarme.
¿Qué sería mejor?
Miro con horror como toma una especie de contador de habanos y no hace falta ser un genio para saber su finalidad.
—No lo hagas —pido.
Agarra mi mano, pero la aprieto con fuerza.
—¡No! —grito entrando en pánico.
—¿Cuál era trabajo que tenías que hacer esa noche con mi jefe?
—¡Nada! ¡absolutamente nada! —grito ya con la lagrimas rodando por mi mejilla.
En mi momento de debilidad libera mi mano en introduce el objeto en mi dedo anular
—¡Para! —grito lo más fuerte que puedo —¡No sé nada! —chillo.
Empiezo a ver puntos negros.
—Pero ¿¡Que estas habiendo imbécil!? —escucho el grito en medio del mío.
Para después, sentir mi mano libre.
—¡Solo tenías que asustarla! —grita la voz que reconozco.
Cillian.
Mi respiración es superficial y las lágrimas ruedan libres.
—Señor. Yo pensé…
—Te di una puta orden—lo corta la otra voz. Ares— solo la íbamos a asustarla, no hacerle daño.
—Sácalo de aquí antes de que le haga lo que pensaba hacerle a ella.
Tengo mi cabeza gacha tratando de normalizar mi respiración y alejando el terror.
—¿Helena? —siento mis piernas y manos liberarse —No debía tocarte —murmura para sí, pero yo estoy al límite —Helena, ¿Me escuchas? —dice en tono bajo.
Levanto mi cabeza y me encuentro con los ojos grises de Cillian.
Eso, antes de que mi puño vuele y haga contacto con su rostro.
POV CILLIAN.Es ella.Miro las fotografías en silencio sentado en mi oficina del club.Es de unos meses atrás, lleva un elegante y recatado vestido negro y junto a ella, esta Daniel HamiltonDaniel Hamilton y Helena Williams.Es el pie de foto de un recorte de periódico, donde detalla la labor altruista de este con la sociedad y su incansable lucha contra el crimen.—Pura mierda —digo relimándome en mi silla.—Entones, ¿Es la misma mujer? —inquiere Ares, mi hermano y mano derecha.Asiento.—Ella es la mujer con la que dormí en el Plaza.Ares silva dejándose caer en la silla frente a mí.—Hay algo que no cierra —dice —nuestro informante no aviso que Daniel estaría allí. Pero nunca llego, en cambio mando a su novia—señala las fotos.—Necesitamos llegar a Canon —digo refiriéndome a fiscal del distrito.Mientras que, para todos él es un dechado de virtudes. Nosotros sabemos en realidad quien es.¿Quién diría que el fiscal Canon no es más que el jefe de una organización criminal? Que tiene
No sé qué hora es.No sé, si ya el sol salió.Hace mucho que perdí la noción del tiempo.Estoy en una habitación sin ventanas. Es amplia y lujosa, pero no quita lo que significa.Soy prisionera.Después del susto que ese hombre me dio y el puñetazo que le di a Cillian. El mismo, me metió aquí antes de cerrar con llave.No voy a negar la satisfacción de ver como un hilo de sangre bajaba de su nariz.—Debí arrancarle los ojos —murmuro sentada en un sofá de la esquina.Me quito la coleta apretada y respiro aliviada.Mi mano duele, pero no me quita la satisfacción haberlo golpeado.Sobre el respaldo del sofá dejo mi cabeza y dormito un poco. Necesito escapar, llamar a Jojo y hacerle saber que me tiene retenida. Pero, ¿cómo?Maldigo.La puerta se abre y me pongo alerta.Cillian entra a la habitación y mira de la cama al sofá.Tiene la nariz algo roja.Puto para mí.—Podrías haber descansado sin problemas, en vez de estar allí.—¡Ja! Dormir en una cama que, no sé de qué ha sido testigo —dig
—¿A dónde tan hermosa? —silva Jojo cuando salgo de mi habitación después de un día infernal donde no pude hacer mucho.Mi amiga está de pie en la cocina, mientras les da un retoque a sus labios.Esta por irse al bar.—Canon me invito a una velada esta noche—miento.—Es decir, que veras al imbécil de Daniel.—Jojo —digo en tono cansado—¿Qué quieres que le diga? el hombre siempre ha sido muy amable conmigo y no todos pueden decir que son cercanos al fiscal del distrito—le recuerdo.—Vale—toma su bolso y lo coloca en su hombro—¿Bajas? —asiento.Cuando entramos al elevador siento que las manos me sudan, me miro en el espejo y cerciorarme de que me veo bien. Llevo un vestido rojo de un solo hombro y una apertura en mi pierna, el cabello está en recogido elegante y solo llevo una gargantilla y un brazalete. Mi clutch y sandalias son del color negros. El maquillaje es mínimo.—¿Estas bien? —Jojo me mira detenidamente cuando estamos de pie en la acera del edificio.Miro alrededor antes de ase
— ¡¿Dónde estás?! ¡Ares!—¿¡Donde coño están ustedes!? —grito en tono histérico.—Tuvimos un problema.—Pues. Yo tengo uno peor—digo — ¡Ay! —grito cuando siento otro golpe en la parte trasera de mi auto.—Te estoy rastreando princesa —dice en tono ligero —La ayuda está por llegar.—Espera, ¿Me pusiste un rastreador? —pregunto indignada.—Es lo que hay —murmura.Niego. No es momento de eso.—Las chicas —anuncio —Las chicas, están en la Bahía de Newark.—Siento que te enteraras así, pero ¡Joder gorrión! Eres como una espía.—Vete al cuerno y encuéntrame rápido o te juro, que volveré de la muerte y te atormentare hasta que no puedas más con tu sucia conciencia —balbuceo —¡Maldita sea! —digo cuando un golpe me hace darme contra el volante.—¿Estas bien? —suena preocupado.—No —susurro.Acelero.Me doy cuenta que estoy cerca del Hudson River Park, cuando soy embestida de nuevo. Pierdo el control de coche y derrapo.Cuando el coche se detiene, tengo mis manos sobre el volante que agarro c
No sé cuánto tiempo dormí. Lo que, sí sé. Es que estoy acostada en una gran y cómoda cama.Anoche después de que Cillian se fuera, me quede un poco nerviosa. No sabía si en verdad el lugar era seguro, recorrí la casa y encontré todas las habitaciones vacías, a excepción de la principal. Era de un tamaño decente.La habitación era como el resto de la casa. Sus paredes eran blancas y tenía dos ventanas desde el piso al techo que dejaba entrar mucha luz. Frente a la cama había un sillón gris y al pie un pequeño banco. Encima del sofá, colgado, Un cuadro abstracto y las mesas de noche solo una lámpara. Los cajones estaban limpios no encontré nada que me dijera algo de Cillian.El vestidor era grande, al igual que el baño principal. Sin embargo, el vestidor y los cajones de este si tenían ropa. Al darme cuenta que nadie volvería, decidí darme un baño y tomar prestada una camiseta gris de uno de los cajones.Con cautela, salgo de la cama. Afinó el oído y escucho pasos en la planta baja. Sin
Mientras el coche avanza por las calles de Nueva York no puedo dejar de pensar en que ya no tengo casa, trabajo y para colmo, hay una organización criminal que quiere verme muerta.Una mañana perfecta.Después de empacar algunas cosas en una bolsa de viaje, salimos del departamento.Siento que acabo de entrar a otro mundo. A mí lado, ladrando órdenes por su móvil está Cillian. El conducto y el copiloto no se inmutan ante el tono de este. —Ya estamos llegando—dice el copiloto. El coche se detiene frente a una lavandería.Cillian baja. —Baja —ordena un poco inclinado desde la acera.—¿Qué hacemos aquí? —pone los ojos en blanco.—Solo baja del maldito auto.De mala gana lo hago y uno de los hombres me quita la bolsa de viaje. Mis bailarinas negras no hacen ruido en el pavimento mientras lo sigo al interior. Después de guardar todo me puse unos vaqueros, una camiseta y encima una chaqueta ligera. Necesitaba un baño, pero creo que cuando lleguemos a nuestro destino podré tener algo de
Sentada en el sofá de la sala de descanso, paso con fastidio los canales de la televisión.Estoy a punto de volverme loca en tan solo unas horas.No sé qué hacer, hasta pensé en cocinar algo para entretenerme, pero la mujer en la cocina me miro como a un bicho raro y dijo que ella sabía perfectamente lo que al señor le gusta para comer.Recuerde sazonar con bastante cianuro. Sonrió al recordar las últimas palabras antes de salir de la cocina. La mujer me miro con horror, pero estoy segura de haber visto una sonrisa en el rostro de Fran.El hombre el alto y delgado. Su cabello castaño claro está bien cortado y sus ojos cafés siempre están alerta.—Señorita—escucho que Fran habla desde la puerta. —Quítame el señorita Fran o tendré que buscarte un apodo no muy bonito—digo cambiando de nuevo los canales.—Bueno, Edén—habla resignado—El señor la espera para la comida.—¡Osa el señor de la casa a honrarme con su nefasta presencia! —me burló. Escucho que este se aclara la garganta.—Está
POV CILLIAN.— ¿Cómo amaneció Edén? —Levanto la vista para ver a mi hermano entrar.Su actitud es despreocupada. Sin embargo, sé que nada se le escapa.—Mucho mejor—asiento dejando mi bolígrafo a un lado y observando como toma asiento frente a mí—Esta mañana pase a verla y ya estaba lista para comenzar el día.Asiente.—No voy a negar que asusto la mierda fuera de mi—ni que lo diga—Hable con la cocinera y estaba muy asustada, pero ya no usara más nueces.—Bien—digo de manera escueta, pero me siento aliviado— Ahora. Dime, ¿Que tienes? Porque, tú no vienes a verme a esta hora, a menos que sea necesario.—Canon esta en busca de aliados.—No me sorprende.—Se reunió con los Rinaldi y por lo que se, están muy interesados en hacer una alianza con él.—Esto cada día se complica más— suelto Adriano Rinaldi es la cabeza de uno de los más nuevos cárteles de los últimos años.—También, tengo que decirte que anoche se hizo una redada en el Oasis.—¿Por qué coño no me dijiste?—Vengo de allí. Anoc