—¿Tienes un momento? —levanto mis ojos del documento que estoy por presentar en corte y miro a mi jefe Logan Castro en la entrada de mi oficina.
—Adelante— digo asintiendo dejando a un lado mi trabajo.
—Pasaba para saber, cómo estás —dice queriendo sonar casual.
El hombre ronda los sesenta años y tiene aspecto de pavo con su papada colgando y sus astutos ojos verdes musgo. Además, de tener un estómago pronunciado.
Se sienta frente a mí.
—¿Hace cuánto estas aquí?
—Tres años—respondo poniendo mis manos en el escritorio.
—Y te aprecio—murmura—Por eso, es que me atrevo a preguntarte si, ¿Son ciertos los rumores de que tú y Daniel ya no están juntos?
Suspiro.
—No lo estamos. Pero no te preocupes, que eso no tiene nada que ver con tus casos—frunzo el ceño de repente extrañada.
Asiente pensativo.
—Deberías pensar en tu decisión—levanta la mano cuando ve que voy a responder— Solo es un consejo de este viejo, que sabe lo que es perder lo más preciado.
Asiento, pero no digo nada.
Aprecio a Daniel. Pero, creo que con aprecio no se sostiene una vida en pareja. Sin embargo, me reservo lo que pienso.
—¿Cómo va el caso Graham?
Señala mis documentos tratando de cambiar el tema.
—Estoy por introducir la petición de custodia de la señora Clark—anuncio.
—No esperaba meno de mi súper estrella—dice sonriendo. Pero, es forzada.
—Sabes que soy seria con mi trabajo. No tienes de que preocuparte—repito —Soy buena en lo hago.
—No me cabe la menor duda, pero sabes que Daniel es la mano derecha de Canon —Menciona.
—Nunca he necesitado un favor de Daniel o del fiscal—ladeo la cabeza —acaso ¿tu sí? —bufa.
Se pone de pie.
—Para nada Helena. Sabes lo buenos que somos y no se te olvide que estas aquí por tus aptitudes.
—Bueno. Es un halago viniendo de ti.
Cuando me quedo sola me permito respirar.
Hacia unas semanas que Daniel estaba fuera de mi radar. De hecho, intento llamarme, pero todos sus avances fueron denegados.
No quería verlo y que siguiera con su cantaleta o bien, querer convencerme de volver, porque estaría perdiendo el tiempo.
También hace una semana que me acosté con un extraño
Niego y alejo el recuerdo.
Todavía recuerdo sus manos y sus labios en mi piel.
Me estremezco.
—Helena.
—Mmm —respondo levantado la cabeza rápido.
—Está el mensajero esperando—Ryan, mi asistente está al pie de la puerta esperando.
¡El mensajero!
Termino los últimos detalles de la petición, la meto en un sobre amarillo y lo sello colocándoles el membrete del bufete de abogados.
—Listo—digo con una sonrisa, mientras se lo tiendo.
Ryan lo toma y sale.
El chico está conmigo desde hace un año y se ha vuelto muy eficiente. Este se adelanta a lo que necesito y es un buen amigo.
Además, de tener a toda la nómina femenina babeando por él.
El alto, con un cuerpo atlético, Siempre viste pantalones y camisas de vestir perfectas. Sus mechones marrones están siempre bien peinados y sus ojos oscuros brillan con humor de manera constante.
Es un don Juan. Más de una ha caído en sus encantos, pero no es algo que me importe. Mientras no afecte el trabajo. Por mí, no hay problemas.
Me reclino en mi silla y miro por la ventana que da a Central Park. Mi oficina es grande, en tonos blancos y mobiliario negro. El escritorio de cristal está lleno de algunos documentos esparcidos y mi portátil abierta.
He tenido un día muy ocupado. Por lo general, soy obsesiva con el control y mi espacio de trabajo debe estar bien ordenado.
De un lado de mi oficina, tengo algunos reconocimientos y mis credenciales junto a una pequeña estantería. Del lado opuesto, cerca de las ventanas está una pequeña mesa con cuatro sillas.
Generalmente, allí trato todo con mis clientes. Es un espacio con mucha luz que los reconforta y me ayuda a obtener la mayor información posible para armar mis casos.
—Helena, ¿No necesitas nada? —vuelve a entrar Ryan—Ya me voy.
Niego.
—Nos vemos mañana—digo como despedida.
Yo también estoy por irme, porque comienzo a sentir la punzada en mi cabeza que me advierte que tendré migraña. Solo necesito estar en casa.
Mañana voy a estar como nueva. Me pongo de pie y ordenó todo el desorden en mi mesa, guardo en mi maletín los pendientes y la portátil.
Tomo la americana del respaldo de mi silla y me la pongo por encima de mi suéter negro manga larga suave cuello redondo. La americana es de un patrón de cuadros pequeños en blanco y negro, ajustada.
Mis pantalones hacen juego con la americana, son de talle alto, ajustados, todo lo completaban mis zapatos de aguja rojos.
Cuando mi sitio de trabajo está en orden, tomo el maletín y mi bolso. Necesito llegar a casa, comer algo y ponerme a trabajar.
Sin embargo, cuando entro por la puerta de mi departamento encuentro un caos.
del respaldo de mi silla y me la pongo por encima de mi suéter negro manga larga suave cuello redondo.
—¿Qué coño? —hablo en voz alta, deteniéndose en medio de la cocina. Inclinada sobre el horno, está Jojo.
—Prepare pastel de carne—Anuncia dándose la vuelta con un pequeño molde de vidrio que uso para hacer lasaña.
Dejo mis cosas sobre una de los bancos frente a la barra.
—Mmm. Jojo, eso está quemado —informo al ver todo el borde negro.
—Soy un desastre—se queja dejando sobre la encimera, la comida quemada. De mala gana, se quita los guantes de cocina y resopla.
—Está bien.
—Quería hacer algo por ti antes de irme a trabajar.
Es cierto, Jojo había encontrado trabajo detrás de la barra en unos de los bares de la zona de Brooklyn.
—Deja eso. Pediré algo de cenar o saldré —me encojo de hombros.
—Prometo que te recompensare—me guiña. Se dirige al pasillo, pero se detiene—El desayuno no te voy a preparar porque lo más probable, es que este frita, pero tal vez intenté otra cena para cuando llegues.
—Mejor no nos arriesguemos a qué quemes el departamento.
Se ríe.
—Cómo decía mi abuela. De mal agradecidos está lleno el mundo—grita entrando a su habitación.
Niego ante sus locuras. Camino por la cocina y me aseguro que todo está apagado. Abro uno de los cajones y saco mis pastillas para la migraña. Me tomo una y me voy al sofá dónde me recuesto un poco.
Cierro los ojos un momento.
—¿Helena? —abro los ojos y tengo a Jojo inclinada sobre mí. Lleva vaqueros, un top y chaqueta de cuero junto a un par de botas de tacón.
Su cabello rubio está en una trenza de espiga. Su maquillaje es dramático y sexi.
—Me voy —anuncia— ¿Estás bien?
Me siento en el sofá.
—Si—reprimo un bostezo—solo que me tomé una pastilla para el dolor de cabeza.
—Entonces ve a la cama y no toques tu portátil o algún documento.
Meda una mirada severa.
—Está bien, mamá.
—Si tu madre te escucha llamarme así, dirá que le estás comparando con una puta —bromea está.
—Cállate. Tonta —me río —vete a trabajar.
Divertida sale de mi departamento.
Miro alrededor del solitario departamento y me pongo de pie. Mi estómago gruñe y me doy cuenta que muero de hambre. Tomo el teléfono y marco al restaurante de comida italiana que queda solo a unas cuadras.
Sin embargo, me dicen no hay nadie que pueda traerme la comida hasta dentro de una hora, ya que todos los repartidores están en la ruta.
¿Es una broma?
Pero, como tengo mucha hambre. Hago el pedido y aviso que yo misma estoy saliendo para allá y retirarlo.
Cuelgo y tomo mi móvil, algo de efectivo y mis llaves. Bajo al lobby dónde está Donny el guardia nocturno
Salgo del edificio y la noche está fresca. Ajusto la americana de mi traje y paso ambas manos por la cola alta y apretada que me hice está mañana. Debí aflojar un poco, pero se me quedé dormida.
Mis zapatos hacen ruido sobre la acera y avanzo. Hay pocas personas que van y vienen. De repente, un hombre pasa por mi lado y tropieza conmigo haciendo que mis llaves caigan al suelo.
—¿Podrías tener un poco más de cuidado? —digo mirándolo. Viste vaqueros y un suéter negro, lleva la capucha arriba, así que no veo al hombre. Este tampoco voltea—idiota— Murmuro.
Me agacho y estoy tomando las llaves cuando de la nada, alguien me toma por detrás y me cubre la cabeza.
—¡¿Qué coño?! —grito y peleó con los brazos. Escucho como un coche derrapa y en menos de un segundo estoy en el —¿Qué les pasa? ¡joder! ¡déjenme! —golpeó a diestra y siniestras, hasta que me cogen las manos y siento que las atan, los mismo con mis piernas.
—Paquete asegurado ¡Vamos! —grita una voz desconocida.
—¡Paquete tu madre! ¡idiota! —Exclamo—Déjenme ir. ¡Auxilio! ¡me secuestran! —grito.
—hazla callar —dice otra voz.
—¡Auxilio! — grito más fuerte, hasta que me duele la garganta, de repente siento un ligero pinchazo en mi brazo— ¡Que me pusiste! —grito histérica. Continúo gritando. Pero, poco a poco mis párpados se van cerrando y me cuesta mantener la conciencia.
Puedo ver los titulares.
Mujer encontrada debajo de un puente abusada y asesinada.
El terror me invade mientras me rindo en los brazos de Morfeo.
⭐?⭐
Mi boca está seca y no veo nada.
Intento moverme y me doy cuenta que estoy atada a una silla. Pienso en gritar cuando me doy cuenta que alguno de ellos aprovecho para poner cinta en mi boca. Siento el estómago revólveres al pensar en que más pudiendo aprovechar mi inconsciencia.
Me renuevo de un lado al otro y grito, pero la cinta no me deja ser escuchada.
—Ya despertó la luchadora—dice la voz que reconozco de antes.
Balbuceo más maldiciones.
No veo nada. Pero de un momento a otro, la funda en mi cabeza es arrancada y la luz me molesta en los ojos.
—Vaya que, si me diste batalla. Muñeca— abro los ojos lentamente y miro a un hombre, alto. Me parece conocido, pero ¿De dónde?
Miro alrededor para darme cuenta que estoy en una pequeña habitación. Cerca de la puerta hay una mesa con cosas que no distingo bien. A mi lado, una pequeña mesa vacía. El resto de la habitación es austera y sus paredes son negras. Pero, hay una lámpara muy cerca de mi rostro que es el motivo por el cual no puedo ver bien. Muevo mis manos y piernas que están atadas a la silla.
Parece más una silla de ejecución.
Trago duro.
Miro a mi opresor, balbuceo cómo loca y me muevo en busca de la libertad, pero se ríe.
Cruza los brazos sobre su pecho y veo un tatuaje tribal. Su cabello es rubio, parece un vikingo con los mechones desordenados y largos. Sus ojos negros me miran fijamente con una expresión burlona.
—¿Si te quito esa cinta no vas a gritar? —asiento con los ojos muy abiertos. Se inclina aún poco y de un tirón doloroso me quita la cinta.
—¡Maldito desgraciado! —grito a todo pulmón—hijo de puta. Déjame ir.
Mi cabreo es nivel mil y aumenta cuando lo veo reírse entre dientes.
—¡Voy a poner tu culo en una prisión federal!
El desgraciado vuelve a taparme la boca.
—Eres muy bonita, pero tienes la boca de un camionero—dice como si le causará gracias.
Saca de su pantalón una radio.
—El gorrión ya despertó y deberías escuchar las suaves melodías que me ha dedicado—se ríe sin quitarme los ojos de encima—creo que esta m****a será muy divertida.
—Va para allá —dice una voz del otro lado.
¿En serio esto me está pasando a mí?
Maldito restaurante de m****a, todo gracias a un plato de fettuccine.
La puerta se abre, pero el troglodita que tengo enfrente no me deja ver quién es.
—No sé tú, pero yo creo que este gorrión para ser la novia de un supuesto futuro fiscal, tiene la boca muy sucia—me quedo sin respiración ante las palabras del hombre.
¿Qué tiene que ver Daniel?
La persona de atrás chaqueta los labios.
—Veamos si la hacemos cantar más afinado—dice la nueva voz.
Esa voz
Es como la de…
—Toda tuya Cillian—dice el hombre haciéndose a un lado.
Abro los ojos como platos con incredulidad.
Frente a mí, tengo nada más y nada menos que el hombre que conocí en el hotel hace una semana.
No cariño. El hombre con el que te acostaste.
Esto no es bueno.
Nuestros ojos se encuentran y puedo ver la frialdad en ellos.
No.
No es nada bueno.
Tiene que ser una pesadilla.Cierro los ojos, vuelvo abrirlos para encontrarme una vez más con los ojos grises de este hombre que me dio una de las noches más placenteras.¡Joder Helena!¡Que te va a matar y tu pensando en cómo te cogió!Resoplo.—Sabes, ¿No pensé que fueran tan rastreros para mandarte hasta mí? —comienza en tono plano y bajo.—No entiendo.—¿Cuál era tu misión esa noche? —niego.Se inclina y me quita la cinta.—Responde.—No sé de qué hablas—balbuceo—tampoco tengo idea a que te refieres. Además, te recuerdo que fuiste tú, el que se acercó a mí—digo indignada—Helena Williams, no le ruega a un hombre sexo —gruño molesta.Él se ríe.Es una risa hueca y sin gracia.—Daniel y Smith te enviaron a que me sacaras información ¿No es así? —Continua —Eras un cebo, pero algo les fallo—concluye como si de verdad lo creyera.Bravo Helena, te acostaste con un conocido de tu ex.Es para matarte.—No te conozco—digo en cambio—no hasta esa noche—respondo lo más calmada —Ahora te exijo
POV CILLIAN.Es ella.Miro las fotografías en silencio sentado en mi oficina del club.Es de unos meses atrás, lleva un elegante y recatado vestido negro y junto a ella, esta Daniel HamiltonDaniel Hamilton y Helena Williams.Es el pie de foto de un recorte de periódico, donde detalla la labor altruista de este con la sociedad y su incansable lucha contra el crimen.—Pura mierda —digo relimándome en mi silla.—Entones, ¿Es la misma mujer? —inquiere Ares, mi hermano y mano derecha.Asiento.—Ella es la mujer con la que dormí en el Plaza.Ares silva dejándose caer en la silla frente a mí.—Hay algo que no cierra —dice —nuestro informante no aviso que Daniel estaría allí. Pero nunca llego, en cambio mando a su novia—señala las fotos.—Necesitamos llegar a Canon —digo refiriéndome a fiscal del distrito.Mientras que, para todos él es un dechado de virtudes. Nosotros sabemos en realidad quien es.¿Quién diría que el fiscal Canon no es más que el jefe de una organización criminal? Que tiene
No sé qué hora es.No sé, si ya el sol salió.Hace mucho que perdí la noción del tiempo.Estoy en una habitación sin ventanas. Es amplia y lujosa, pero no quita lo que significa.Soy prisionera.Después del susto que ese hombre me dio y el puñetazo que le di a Cillian. El mismo, me metió aquí antes de cerrar con llave.No voy a negar la satisfacción de ver como un hilo de sangre bajaba de su nariz.—Debí arrancarle los ojos —murmuro sentada en un sofá de la esquina.Me quito la coleta apretada y respiro aliviada.Mi mano duele, pero no me quita la satisfacción haberlo golpeado.Sobre el respaldo del sofá dejo mi cabeza y dormito un poco. Necesito escapar, llamar a Jojo y hacerle saber que me tiene retenida. Pero, ¿cómo?Maldigo.La puerta se abre y me pongo alerta.Cillian entra a la habitación y mira de la cama al sofá.Tiene la nariz algo roja.Puto para mí.—Podrías haber descansado sin problemas, en vez de estar allí.—¡Ja! Dormir en una cama que, no sé de qué ha sido testigo —dig
—¿A dónde tan hermosa? —silva Jojo cuando salgo de mi habitación después de un día infernal donde no pude hacer mucho.Mi amiga está de pie en la cocina, mientras les da un retoque a sus labios.Esta por irse al bar.—Canon me invito a una velada esta noche—miento.—Es decir, que veras al imbécil de Daniel.—Jojo —digo en tono cansado—¿Qué quieres que le diga? el hombre siempre ha sido muy amable conmigo y no todos pueden decir que son cercanos al fiscal del distrito—le recuerdo.—Vale—toma su bolso y lo coloca en su hombro—¿Bajas? —asiento.Cuando entramos al elevador siento que las manos me sudan, me miro en el espejo y cerciorarme de que me veo bien. Llevo un vestido rojo de un solo hombro y una apertura en mi pierna, el cabello está en recogido elegante y solo llevo una gargantilla y un brazalete. Mi clutch y sandalias son del color negros. El maquillaje es mínimo.—¿Estas bien? —Jojo me mira detenidamente cuando estamos de pie en la acera del edificio.Miro alrededor antes de ase
— ¡¿Dónde estás?! ¡Ares!—¿¡Donde coño están ustedes!? —grito en tono histérico.—Tuvimos un problema.—Pues. Yo tengo uno peor—digo — ¡Ay! —grito cuando siento otro golpe en la parte trasera de mi auto.—Te estoy rastreando princesa —dice en tono ligero —La ayuda está por llegar.—Espera, ¿Me pusiste un rastreador? —pregunto indignada.—Es lo que hay —murmura.Niego. No es momento de eso.—Las chicas —anuncio —Las chicas, están en la Bahía de Newark.—Siento que te enteraras así, pero ¡Joder gorrión! Eres como una espía.—Vete al cuerno y encuéntrame rápido o te juro, que volveré de la muerte y te atormentare hasta que no puedas más con tu sucia conciencia —balbuceo —¡Maldita sea! —digo cuando un golpe me hace darme contra el volante.—¿Estas bien? —suena preocupado.—No —susurro.Acelero.Me doy cuenta que estoy cerca del Hudson River Park, cuando soy embestida de nuevo. Pierdo el control de coche y derrapo.Cuando el coche se detiene, tengo mis manos sobre el volante que agarro c
No sé cuánto tiempo dormí. Lo que, sí sé. Es que estoy acostada en una gran y cómoda cama.Anoche después de que Cillian se fuera, me quede un poco nerviosa. No sabía si en verdad el lugar era seguro, recorrí la casa y encontré todas las habitaciones vacías, a excepción de la principal. Era de un tamaño decente.La habitación era como el resto de la casa. Sus paredes eran blancas y tenía dos ventanas desde el piso al techo que dejaba entrar mucha luz. Frente a la cama había un sillón gris y al pie un pequeño banco. Encima del sofá, colgado, Un cuadro abstracto y las mesas de noche solo una lámpara. Los cajones estaban limpios no encontré nada que me dijera algo de Cillian.El vestidor era grande, al igual que el baño principal. Sin embargo, el vestidor y los cajones de este si tenían ropa. Al darme cuenta que nadie volvería, decidí darme un baño y tomar prestada una camiseta gris de uno de los cajones.Con cautela, salgo de la cama. Afinó el oído y escucho pasos en la planta baja. Sin
Mientras el coche avanza por las calles de Nueva York no puedo dejar de pensar en que ya no tengo casa, trabajo y para colmo, hay una organización criminal que quiere verme muerta.Una mañana perfecta.Después de empacar algunas cosas en una bolsa de viaje, salimos del departamento.Siento que acabo de entrar a otro mundo. A mí lado, ladrando órdenes por su móvil está Cillian. El conducto y el copiloto no se inmutan ante el tono de este. —Ya estamos llegando—dice el copiloto. El coche se detiene frente a una lavandería.Cillian baja. —Baja —ordena un poco inclinado desde la acera.—¿Qué hacemos aquí? —pone los ojos en blanco.—Solo baja del maldito auto.De mala gana lo hago y uno de los hombres me quita la bolsa de viaje. Mis bailarinas negras no hacen ruido en el pavimento mientras lo sigo al interior. Después de guardar todo me puse unos vaqueros, una camiseta y encima una chaqueta ligera. Necesitaba un baño, pero creo que cuando lleguemos a nuestro destino podré tener algo de
Sentada en el sofá de la sala de descanso, paso con fastidio los canales de la televisión.Estoy a punto de volverme loca en tan solo unas horas.No sé qué hacer, hasta pensé en cocinar algo para entretenerme, pero la mujer en la cocina me miro como a un bicho raro y dijo que ella sabía perfectamente lo que al señor le gusta para comer.Recuerde sazonar con bastante cianuro. Sonrió al recordar las últimas palabras antes de salir de la cocina. La mujer me miro con horror, pero estoy segura de haber visto una sonrisa en el rostro de Fran.El hombre el alto y delgado. Su cabello castaño claro está bien cortado y sus ojos cafés siempre están alerta.—Señorita—escucho que Fran habla desde la puerta. —Quítame el señorita Fran o tendré que buscarte un apodo no muy bonito—digo cambiando de nuevo los canales.—Bueno, Edén—habla resignado—El señor la espera para la comida.—¡Osa el señor de la casa a honrarme con su nefasta presencia! —me burló. Escucho que este se aclara la garganta.—Está